Dos semanas después del éxito de “Crónica de dos principiantes haciendo dedo” llega la segunda parte…: “¡Crónica de dos genios haciendo dedo!”. Encontrala en todos los cibers del país. :D

[box border=”full”] La Misión: volver desde la provincia de Córdoba a Buenos Aires a dedo en un sólo día

Participantes: Demian (“El Burbujero”) y Aniko (quien escribe)

Punto de partida: El Huaico, Traslasierra, Córdoba

Punto de llegada: El Talar, Tigre, Buenos Aires

Kilómetros a recorrer: aproximadamente 800 [/box]

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Después de 12 lindísimos días en Córdoba nos esperaba una Misión Final (“LA” misión del viaje). Como yo no tenía mucha fe me fijé, por las dudas, en los horarios y precios de colectivos, como para tener un plan B. La veía difícil. ¿Llegar a Buenos Aires a dedo en un sólo día? ¿Recorrer 800 km sin que se nos viniera la noche en medio de la nada? Tenía que salir todo demasiado bien. Pero también pensé que si uno no se para en la ruta y no le da la posibilidad al azar, es imposible saber si algo puede funcionar o no. Así que hicimos el intento presintiendo que la vuelta iba a ser mucho más fácil que la ida. Y lo fue.

“Cuando volvés a tu casa en colectivo el viaje se termina cuando te subís, pero cuando viajás a dedo el viaje termina cuando te bajás del último medio de transporte”, me dijo Demian la noche anterior, muy feliz con su descubrimiento. Sí, todavía nos esperaba un día de incógnitas, historias y conversaciones. ¿Quiénes nos acercarían, poco a poco, hasta nuestro destino?

[singlepic id=6260 w=625 float=center] Como no tengo fotos de los hechos, todas las imágenes de post van a modo “de ilustración” o de “lo que podría haber sido”

Transporte 1: de El Huaico a Mina Clavero

El primer tramo fue cortesía de mi tía Ana. A eso de las 8 de la mañana dejamos el Sapo Amarillo, ese refugio verde repleto de sonidos, nos despedimos de los gatos, compramos facturas y alfajores para el camino, le dimos un gran abrazo a mi tía y nos paramos en la ruta que iba de Mina Clavero a Córdoba.

Pasaban pocos autos y ninguno amagaba a parar. A la media hora apareció un policía y se paró a hacer dedo unos pocos metros atrás nuestro. Cuando puse en Facebook que pensaba hacer dedo por Córdoba muchos me dijeron que tuviera cuidado con la Policía de caminos, pero cuando vimos que este hombre uniformado también se había puesto a hacer dedo dijimos ya está, acá vale todo. Nos preguntó si estábamos hace mucho y cuando le dijimos media hora, respondió: “Está difícil… mejor me pongo yo adelante”. Unos 10 o 15 minutos después frenó un auto. El policía nos miró y nos dijo “Vayan ustedes, aprovechen”, así que nos acercamos corriendo a la ventana para hablar con el conductor quien, con mala onda, nos dijo: “Llevo sólo a uno” (si bien iba con el auto vacío). Le hicimos señas al policía para que se subiera él y seguimos esperando.

[singlepic id=6258 w=625 float=center] Conseguir transporte nos empezó a parecer tan complicado como meter a todos esos galgos (+ 4 adultos y 4 niños) en ese sulky…

[singlepic id=6259 w=625 float=center] Pero “complicado” no quiere decir “imposible”.

Transporte 2: de Mina Clavero a Carlos Paz

Al rato llegó nuestra salvación: Julio César. Estábamos parados muy cerca de una curva, así que se ve que nos vio apenas dobló, porque frenó en el acto y se puso a pocos metros. Este buen hombre nos llevó en su auto derechito hasta Carlos Paz por el camino de Altas Cumbres (una de las rutas más lindas y escénicas de la provincia). Mientras íbamos en el auto —con la radio al máximo, por lo cual escuché la mitad de las cosas— nos contó que él había sido mochilero hacía 30 años (“cuando casi no había mochileros”) y que le gustaba mucho viajar. Estaba casado con una alemana y había viajado a Europa unas 8 veces. Nosotros le contamos acerca de los viajes, las burbujas y todas esas cositas simpáticas. Una conclusión que saqué (muy leve y precipitada, por cierto) es que los que levantan mochileros en la ruta son personas que son, quieren ser o alguna vez fueron viajeros. O por lo menos son personas que nos tienen simpatía.

[singlepic id=6256 w=625 float=center] Si ella manejara nos llevaría, seguro.

Transporte 3: de Carlos Paz a Circunvalación

Julio César nos dejó a la salida de Carlos Paz, en el principio de la autopista que va a Córdoba capital. Caminamos unos metros y nos encontramos nuevamente con la Policía. Uno de los dos oficiales nos preguntó (creo que más por curiosidad que otra cosa) a dónde íbamos y cuando le contamos que nuestro destino final era Buenos Aires nos preguntó “en qué queríamos viajar”. Ahí mismo me imaginé que iba a frenar a la camioneta más cómoda que pasara y le iba a pedir al conductor que nos llevara sin escalas, pero no. Nos deseó suerte y nos dijo que estaba prohibido que los peatones caminaran por el costado de la autopista, así que nos mandó de vuelta a la salida de la ciudad.

Nos paramos a la salida de una estación de servicio y enseguida frenó una camioneta. Nuestros anfitriones de transporte fueron Sergio y Carla, dos periodistas que nos alcanzaron hasta la Circunvalación, la autopista que rodea la ciudad de Córdoba. Como nos pasó en casi todos los transportes a los que nos subimos, nos preguntaron a qué nos dedicábamos, qué lugares habíamos visitado, a dónde iríamos después… El viaje con ellos fue cortito pero alcanzó para tener una conversación agradable (y aproveché para pasarles mi blog).

[singlepic id=6274 w=625 float=center] La Policía tendría que habernos conseguido un transporte así

Transporte 4: a Puente 14

Llegamos a la Circunvalación, a un punto que a mí me pareció muy estratégico por la gran cantidad de autos que circulaban, nos pusimos en la banquina, extendimos el brazo y le dedicamos a los automovilistas nuestra mejor “cara de dedo”. La cara de dedo se caracteriza por la sonrisa: se muestran mucho los dientes, se levantan las cejas y se sonríe hasta las orejas (sin parecer un loco o freak, claro está). En el momento en el que me descubrí poniendo cara de dedo recapitulé y entendí por qué todos los autostopistas que vi en mi vida en alguna ruta parecían tan felices. Todos estaban poniendo cara de dedo y riéndose mucho, como si la estuvieran pasando genial. Si uno no transmite buena onda seguramente es más difícil que lo levanten, ¿no?

Unos 15 minutos después frenó un auto con dos chicos de veintipico. Eran estudiantes de turismo que recién salían de la facu. Les pregunté si conocían algún blog de viajes y me dijeron que conocían “muchos” pero no se acordaban el nombre de ninguno, así que les dejé mi tarjetita (Viajando por ahí hace marketing directo en todos los automóviles del país) (¡me encantaría que alguna de las personas que nos llevó estuviera leyendo esto!). Este trayecto fue polémico. No por los chicos en sí, que eran muy buena onda, sino por la distancia que recorrimos y el lugar en el que bajamos. El viaje fue muy cortito (igual se agradece porque sé que los chicos lo hicieron de buena fe) y quedamos en el medio de la autopista, en un lugar que para mí era menos estratégico que el anterior, y al principio sentí que no había valido la pena irnos del otro lugar. Sin embargo, también descubrí que en los lugares menos estratégicos siempre nos levantaron más rápido que en los lugares “ideales”.

[singlepic id=6266 w=625 float=center] Otros usan carteles como este para llamar la atención

[singlepic id=6267 w=625 float=center] ¡Malpensados!

Transporte 5: a la Shell

Extendimos el brazo y en menos de cinco minutos estábamos en la camioneta de Darío, quién ofreció llevarnos hasta una Shell a la salida de la Circunvalación. Nos dijo que todos los camiones que salían de ahí iban a Rosario o a Buenos Aires y que íbamos a conseguir algo seguro. Fue un trayecto cortito también y como no tomé nota mi mala memoria no me deja acordarme demasiado de lo que pasó. De lo que sí me acuerdo es de nuestra estancia de una hora y media (o más) en la Shell.

Llegamos a la Shell al mediodía, con un sol abrasador que invitaba a irse a dormir la siesta a la sombra y no a quedarse ahí intentando conseguir transporte quién sabe durante cuántas horas más. Almorzamos unos sandwiches que llevábamos en la mochila y nos paramos a la salida de la estación de servicio a esperar. Con Damián hicimos un pacto: decidimos acercarnos a los conductores y preguntarles directamente si iban para Rosario o Buenos Aires, y quedamos en que yo me ocupaba de hablar con los camioneros y él con los automovilistas (no sé por qué me da menos vergüenza preguntarle a los camioneros). Durante un largo rato no tuvimos suerte así que decidimos volver al dedo tradicional y para eso nos separamos: Damián se fue a la ruta (a unos metros) y yo me quedé a la salida de la estación. Nada. Cambiamos: yo me fui a la ruta y él se quedó a la salida. Lo único que logré fue ganarme unos cuantos bocinazos de los camiones que pasaban para el otro lado (la bocina es el piropo del camionero, así que me causó mucha gracia). Lo divertido del asunto, además, fue que durante el tiempo de espera pudimos armar un Compendio de Señas Frecuentes de los Automovilistas que No Frenan (hechas a toda velocidad y a través del parabrisas): muchos señalan hacia adelante (supongo que diciendo “voy acá nomás”), otros hacen un círculo con el dedo (como diciendo “voy acá nomás y vuelvo” o “voy para el otro lado”), algunos directamente hacen la seña del “no” y otros levantan el pulgar con la seña de “Me Gusta”, perdón, con la seña de “buena onda, buena suerte”.

[singlepic id=6262 w=625 float=center] Después de un largo rato de espera empecé a pensar que probablemente hubiésemos llegado más rápido en esto.

[singlepic id=6272 w=625 float=center] Estuve a punto de prender sahumerios

[singlepic id=6265 h=625 float=center] O hacer alguna ofrenda

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Transporte 6: a Zárate

Cuando ya había perdido las esperanzas pensé en dos opciones: 1. Fabricar un cartel que dijera “¿Querés salir en mi blog? ¡Llevanos!” o 2. Armar la carpa y pasar la noche en el descampado detrás de la estación de servicio. En ese momento apareció un Scania, un camión que podría haber sido simplemente uno más de los que “iban para otro lado”, “iban al siguiente pueblo” o “no tenían permitido levantar pasajeros que no fuesen de la empresa”. Como yo no había tenido suerte con los camioneros lo mandé a Damián a hablar con el conductor y… voilá! Nos dijo que nos podía llevar hasta Rosario sin escalas. Le ofrecí comprarle algo para tomar y para comer pero no aceptó ya que él venía con su propio cargamento de pan dulce. Al parecer en ese mismo momento alguien de la estación de servicio le dijo a Damián que no podíamos estar haciendo dedo ahí, así que todo pasó en el instante justo.

Nos subimos al camión de Héctor y nuevamente me acomodé en el “hueco-cama” (ya sé, ya sé, es una cama) ubicado detrás de los asientos del conductor y acompañante. Héctor, de 46 años, nos dijo que era camionero “hacía un ratito nomás, como 17 años”, nos contó que está todos los días encima del camión, que pasa más tiempo ahí que en su casa y que cuando vuelve a su hogar se siente “un estorbo” porque su familia está acostumbrada a su ausencia. En algún momento del viaje le comentamos que íbamos hasta Buenos Aires (nosotros le habíamos pedido que nos dejara en Rosario) y nos dijo: “¡Ah! Pero yo voy hasta Zárate, así que puedo dejarlos ahí”. No nos podría haber salido mejor.

Viajamos 7 horas sin parar. Vimos las inundaciones al costado de la ruta, vimos un accidente en la mano de enfrente y kilómetros de autos y camiones estacionados, vimos cómo iba cambiando la luz del sol (de “blanca” a dorada), escuchamos la radio y conocimos la historia de tres cantantes de menos de 20 años que viajan por el mundo haciendo música religiosa, dormitamos un poquito, charlamos de a ratos con Héctor y, por fin, llegamos a Zárate. Ya era de noche.

[singlepic id=6261 w=625 float=center] Imagen que podríamos haber visto al costado de la ruta pero que no vimos 

[singlepic id=6268 w=625 float=center] ídem

Transportes 7 y 8: colectivos a El Talar

Fuimos a la parada de colectivos y tomamos el 194 a El Talar (Tigre). Durante esa hora de viaje no hubo muchos sucesos interesantes. Lo “cómico” (por no decir triste y simbólico) ocurrió cuando llegamos a Panamericana y 197 y nos bajamos del colectivo. Cruzamos la calle con el semáforo peatonal en verde, un auto dobló mal, se nos tiró medio encima y el conductor nos hizo fuck you con el dedo. Bienvenidos a Buenos Aires.

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Tiempo de viaje: aprox. 14 hs

Vehículos utilizados: 8 (5 autos, 1 camión, 2 colectivos)

Gasto total de transporte: $ 7 (dos boletos de colectivo) (7 pesos argentinos equivalen aproximadamente a un euro)

¡Prueba superada! [/box]

 Cuando lean esto yo estaré volando a Madrid. ¡Les escribo en unos días desde allá!