[box type=”star”]Este post pertenece a “Escribir un libro”, una serie que surgió por necesidad personal: así como alguna vez me fui de viaje por primera vez, sin tener idea de cómo hacerlo, una vez empecé a escribir mi primer libro sin tener mucha idea tampoco. Esta serie intenta mostrar los pasos que di para autopublicarme y los estados por los que pasé. Es un viaje literario por mis mundos de papel.[/box]

Pensé que este día no iba a llegar nunca, pero llegó: terminé el libro. Lo dejé ir. Si cuento desde el día que lo empecé a escribir (en Brasil), pasaron siete meses. Si cuento desde el día que lo empecé a pensar (antes de salir de Buenos Aires rumbo a Bolivia), pasaron más de cinco años. Si cuento desde el día que empecé a imaginar que tal vez un día escribiría un libro, supongo que pasó casi toda mi vida. Antes creía que lo más difícil era empezar a escribirlo: ahora sé que lo que más cuesta es terminarlo, liberarlo, dejarlo ser sin mí.

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Mi plazo para terminar mi libro era el 29 de julio, día de mi cumpleaños. Quería —por alguna de esas extrañas supersticiones, tal vez porque el 2 y el 7 son mis números preferidos desde siempre— terminar de escribirlo con 27 años y no con 28. ¿Qué importancia tendrá, no? Si al fin y al cabo sigo siendo la misma. Pero fue una buena motivación y cumplí el plazo. El 22 de julio llevé el archivo a la imprenta para que hicieran la primera prueba. Y, el 25, cuando vi mi libro impreso y encuadernado por primera vez, morí de amor.

Me encanta el color —“ahuesado”— y la suavidad —extra-soft (?)— del papel que le elegí, me encanta ver mis palabras impresas sobre páginas reales, me encantan la tapa y las ilustraciones que le hizo Vero, me encanta cómo quedan las fotos en blanco y negro. Y al releerlo por vez número ¿45? ¿63? y darme cuenta de que podía recitarlo de memoria, entendí que el momento había llegado: ya no podía leerlo más, era hora de lanzarlo al mundo. Así que le hice las últimas correcciones y, el 29, volví a la imprenta y di el ok final. Así que ahí está ahora, en su sala de parto de papel, pasando de ser uno a ser mil.

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Ilustraciones by Vero Gatti

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Torta cumpleañera (de mazapán, como corresponde) 

Y creo que llegó el momento de presentárselos como corresponde.

En el taller de narrativa de Orsai (el que hice durante los últimos tres meses y por el cual también estuve voluntariamente retenida en Buenos Aires), Pedro no nos permitía auto-prologar nuestros textos antes de leerlos en voz alta: es decir, nada de estar explicando, antes de tiempo, “este texto que voy a leer se trata de” o “esto lo escribí por” o “es muy malo pero es lo que me salió” ni “mejor los pongo en contexto y después leo”. Había que leer de una. El que diera explicaciones por adelantado tendría que poner una moneda invisible en el frasco imaginario. Así que estoy a punto de poner una tonelada de monedas invisibles de todos los países con tal de poder decir algunas cositas, aunque nada que rompa las sorpresas —que tampoco sé si las hay, pero… en fin—. Acá va.

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Libro, ustedes. Ustedes, libro.

***ALERTA: SPOILERS***

Mi primer libro se llama “Días de viaje – Relatos en primera persona”. Es un libro de texto y no de fotografía —si bien tiene algunas pocas fotos en blanco y negro—: aviso porque ya veo que muchos lo van a recibir, lo van a abrir emocionados y, al pasar las páginas van a gritar: “¡Pero no tiene dibujitos! ¡Devolveme la plata!”. (El libro de fotografía a todo color es un proyecto al que le tengo muchas ganas, pero será en un tiempito, ahora necesito disfrutar este.) Tiene 352 páginas —es medio gordito, pero liviano y transportable a la vez, ya verán— y es un intento de resumir o condensar estos últimos cinco años de viajes por América latina, Asia, Europa y África. Si se leyeron todo el blog de punta a punta, seguramente reconocerán varias de las historias —aunque mejor escritas y más cuidadas—: ojo, el libro no es un compilado ni un Viajando por ahí The Movie, sino que tiene un eje propio, pero varias historias nacieron acá, en este blog. Creo que lo escribí, ante todo, por una necesidad muy personal: para darle un sentido a estos últimos cinco años; para, en diez o treinta años, poder agarrar ese libro y decir: “Esto me pasó de los 22 a los 27”.
[singlepic id=7367 w=450 float=center] Esto que ven es la primera prueba del libro (la tapa, si se fijan, está hecha en papel y no en su material final, así que este está medio rústico pero quedará en mi biblioteca para siempre)

El título surgió por una característica muy mía: mi mala memoria. Soy incapaz de recordar los hechos por sus fechas —hasta me cuesta saber qué hice el miércoles pasado o el último febrero— y desde que empecé a viajar descubrí que mi calendario mental funciona mejor con “días” que con números o nombres, así que empecé a recordar lo que vivía como: “el día que hice tal cosa en tal lugar” o “el mes que viajé a tal país”. Reconozco al año 2008 como tal porque fue cuando me tomé un bus de ida hacia América latina. Recuerdo abril de 2010 como el mes que me fui a Asia. Pero también tuve hechos como “el día que crucé el Caribe en velero” o “la semana que tuve dengue” o “el día que cinco chinas me invitaron a tomar el té” y que jamás sabré con exactitud en qué fecha del calendario estándar (occidental) ocurrieron. Al viajar, creo yo (por lo menos esto me pasa), la unidad de tiempo que importa es el día: cada mañana, al despertarme estando de viaje, sé que durante las próximas 24 horas van a pasarme cosas que ni me imagino, sé que cada día va a ser distinto al anterior. Por eso quiero pasarme la vida viajando. Para no aburrirme.

[singlepic id=7368 w=450 float=center]  Sin ponerse de acuerdo, en mi cumple me regalaron dos globos: uno, el rojo grandote de la foto, otro, el globo aerostático que ven acá. Se ve que todo indicaba que era el momento de dejar ir a mi libro cual globo…

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Ahora que el libro está en imprenta siento que me sobra el tiempo y no sé muy bien qué hacer. Será que es hora de pensar en volver a viajar.

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Tengo ganas:

De viajar.

De retomar este blog.

De escribir otro libro.

De viajar.

De sacar fotos.

De volver a viajar.

¿Ya dije que tengo ganas de viajar?

Espero que sea como andar en bicicleta: una de esas cosas que uno nunca olvida cómo hacer.

[box type=”star” border=”full”]Cómo conseguir el libro: “Días de viaje” está a la venta en mi Tienda online. Lo compran por ahí y va por correo a todo el mundo.[/box]

[box border=”full”]Este post es el último (creo) de la serie “Escribir un libro”

Escribir un libro (1): mundo de papel

Escribir un libro (2): etapas y miedos

Escribir un libro (3): qué leo mientras escribo

Escribir un libro (4): el insomnio, el falso jet-lag y oh los trolls

Escribir un libro (5): dejarlo ir [/box]