[quote style=”boxed”]“Aquella excursión por arándanos es lo más importante que ha sucedido en mi vida. Puede parecer algo extraño que lo más importante de mi vida sucediera más de treinta años antes de que yo naciera, pero si la abuela no hubiese pinchado aquel domingo, mi viejo no habría nacido. Y si él no hubiera nacido, yo tampoco hubiera tenido muchas posibilidades de existir.” (fragmento de “El misterio del solitario”, de Jostein Gaarder)[/quote]

Desde chica me gustó ilar hechos hacia atrás, tal vez porque siempre creí en ese cliché de que todo pasa por algo. “Si no hubiese conocido a tal no me hubiese pasado tal cosa ni hubiese llegado a tal lugar ni hubiese conocido a…”. Me hace pensar que nuestra vida depende de una larguísima cadena de hechos (llámense casualidades) que hacen que nuestra existencia sea, en dos palabras, una lotería. Porque, si lo pensamos, hay dos cosas básicas de nuestra vida que no podemos elegir: en qué época nacer y en qué parte del mundo. Lo que toca, toca. Y lo que no toca, habrá que salir a conocerlo.

[singlepic id=3424 w=800 float=center] Como Cudillero, uno de los pueblitos mágicos de Asturias…

Yo nací en Buenos Aires después de una larguísima cadena de hechos en la que estuvo involucrada hasta la mismísima Segunda Guerra Mundial (digo, porque si nada de eso hubiese pasado, tal vez la familia de mi mamá se hubiese quedado en Europa y yo no tendría muchas chances de existir). Dentro de esta larguísima cadena de hechos, casualidades y causalidades que define mi vida, hay dos eslabones muy importantes que me unen al Viejo Continente: la familia de mi mamá es de Hungría y la de mi papá es de España. Entonces, si bien no había pisado Europa jamás en mi vida hasta hace menos de un mes, hay regiones de aquellos países que conozco de toda la vida. Es el caso de Asturias.

[singlepic id=3375 w=800 float=center] El Cabo de Peñas

Recuerdo que desde muy chica mi papá me hablaba de Asturias con nostalgia y orgullo. Asturias Patria Querida. La sidra asturiana. El hórreo. Las uvas en cada campanada de Nochevieja. La Virgen de Covadonga. La fabada. Noreña, Gijón, El Berrón y La Venta. Son palabras que tal vez para muchos argentinos no signifiquen nada, pero que siempre estuvieron muy ligadas a mi vida sin que yo me diera cuenta.

[singlepic id=3389 w=800 float=center] El pueblito de La Venta

[singlepic id=3387 w=800 float=center] La Fabada

[singlepic id=3398 w=800 float=center] Un hórreo asturiano

[singlepic id=3412 h=800 float=center] La sidra

[singlepic id=3437 w=800 float=center] La Virgen de Covadonga

¿Qué probabilidades hay de conocer asturianos en Asia? No lo sé, pero yo conocí a dos (Juan en Vietnam y Jaume en Laos) y enseguida me cayeron bien. De alguna manera, eso de pertenecer a un mismo lugar (ya sea de nacimiento o por descendencia) me generó simpatía hacia ellos. A los dos les dije lo mismo: “¡Yo tengo familia en Asturias! Aunque todavía no los conozco en persona, pero ya iré…”. Y finalmente, ese “ya iré” que venía repitiendo hacía tiempo se materializó: después de 26 años de tener familia en Asturias, vine a Asturias y los conocí en persona. Uno por uno, fui llenando de personalidad y significado esos nombres y caras que conocía por fotos, por cartas, por llamados telefónicos, por anécdotas…

[singlepic id=3438 w=800 float=center] Juli, Sarita y yo en Covadonga

[singlepic id=3455 w=800 float=center] La Venta

[singlepic id=3380 w=800 float=center] Las ovejas,

[singlepic id=3388 w=800 float=center] las cabras

[singlepic id=3385 w=800 float=center] y Woody Allen.

Me quedé una semana en Venta de Soto, un pueblito de no más de 30 casas, con mi familia asturiana. Festejamos Nochebuena con sidra casera y mucha (muchísima, con énfasis en lo de muchísima) comida y nos fuimos a pasear por los pueblos pesqueros, ciudades, cascos viejos, playas y parques naturales de Asturias. ¿Qué probabilidades hay de que en Asturias sea invierno y no llueva? Según me dijeron, muy pocas. Pero a mí me tocó un clima inaudito: casi siete días seguidos de sol y ni una nube (eso sí, un frío “¡que te cagas!”, al menos para mí).

[singlepic id=3374 w=800 float=center] Avilés

[singlepic id=3392 h=800 float=center] Tarna

[singlepic id=3400 w=800 float=center] El cementerio de Luarca

[singlepic id=3402 w=800 float=center] Luarca

[singlepic id=3409 w=800 float=center] El puerto de Luarca

[singlepic id=3420 h=800 float=center] Fútbol en Cudillero

[singlepic id=3432 w=800 float=center] El museo de las anclas en Salinas

[singlepic id=3443 w=800 float=center] Los cubos de la memoria en Llanes

[singlepic id=3450 w=800 float=center] Vista desde Torimbia

¿Qué probabilidades hay de que todas las ciudades, pueblos, playas y rutas de Asturias estén vacías en esos días de sol invernal? Según me contaron, muy pocas. Pero alguien habrá avisado que llegué, porque todos los lugares que visitamos estaban vacíos, sin gente, con puertas y ventanas cerradas. Tan vacíos, que la frase célebre durante mi estadía fue: “Acá, normalmente, hay tanta gente que no se puede ni caminar, no entiendo qué pasó…”. Raros, para los asturianos, los días que pasé en Asturias fueron muy raros: mucho sol y nada de gente. Como sets de cine abandonados por vacaciones. ¿Será la crisis? ¿Será que en los feriados nadie sale de su casa? ¿O nos habremos transportado a un universo asturiano paralelo donde no había nadie más que nosotros? Para mí también fue raro ver todo vacío, con lo que me gusta la vida callejera, pero fue lindo también, ya que tuve los paisajes y pueblos de Asturias para mí.

[singlepic id=3472 w=800 float=center] Gijón

[singlepic id=3468 w=800 float=center] Lectora

[singlepic id=3465 w=800 float=center] En Cima de Villa, el casco antiguo de Gijón

[singlepic id=3466 w=800 float=center] Elogio del Horizonte

[singlepic id=3453 w=800 float=center] Calles vacías en Ribadesella

[singlepic id=3446 w=800 float=center] Y en Llanes

[singlepic id=3423 w=800 float=center] Ventanas cerradas en Cudillero

[singlepic id=3426 h=625 float=center] y nadie en las casas.

[singlepic id=3414 w=800 float=center] Luarca vacía,

[singlepic id=3373 w=800 float=center] Aviles también,

[singlepic id=3383 h=800 float=center] Y la cima de Oviedo también.

El día que me fui de Asturias, se largó a llover. Tal vez se llenó de gente también, y todo volvió a la normalidad. En este momento estoy en Calella (a una hora de Barcelona) otra vez, con un clima primaveral, lista para festejar Año Nuevo y los 200 post de Viajando por ahí (el próximo post será una edición especial número 200). Estoy feliz y nostálgica. Lo lindo de viajar es la gente que se conoce en el camino. Lo triste de viajar es tener que despedirse una y otra vez de todas esas personas. Y cuando se trata de la familia, es aún más difícil.

Dicen que uno no elige a su familia, pero probablemente en la lotería de la vida hay varios números arreglados para que nos crucemos con todas esas personas con las que estábamos destinadas a cruzarnos, aunque sea por unos días.