[box type=”star”]Este post forma parte de la serie “Asia de la A a la Z”, un abecedario personal de mis experiencias en Asia. [/box]

R de Religión

Hay una calle de Penang (Malasia) donde se puede ver, a pocos metros de distancia, una mezquita, un templo hindú, una iglesia y un templo chino.

El domingo pasado salí a dar una vuelta por Yogyakarta (Indonesia) y vi, en la misma cuadra, familias que salían de la iglesia y, del lado de enfrente, familias que salían de la mezquita.

Solamente dos ejemplos de la multirreligiosidad característica de este pedacito del mundo.

Acá todo tiene que ver con religión. Qué religión practicás, que rituales seguís, en qué crees, qué comés o que no comés. Siempre me interesaron las religiones, no tanto como practicante sino como observadora. Me gusta ver los rituales, las construcciones, las vestimentas, los colores de cada creencia.

Y, estando acá, pude conocer varias mucho más de cerca y por primera vez en mi vida.

En Tailandia conocí el Budismo, aunque lo vi con mucha más fuerza —y como parte inseparable de la vida cotidiana— en Laos. Vi templos milenarios y Budas, charlé con monjes y observé algunos de sus rituales. Y en todos los países budistas encontré pequeños templos y altares en las esquinas y en las casas, donde la gente frenaba durante unos minutos a rezar.

Malasia e Indonesia fueron los primeros países de mayoría musulmana que visité (en ambos países la mayoría de la población practica el Islam pero en Indonesia, por ejemplo, hay cinco religiones oficiales). Aprendí a convivir con el llamado de las mezquitas (que después de un tiempo pasa a ser un elemento normal en la banda sonora del país) y pude derribar muchos prejuicios y encontrar respuestas a varias preguntas que tenía en mi cabeza. Me sorprendí al ver que muchas de las mujeres no estaban “tapadas” (ya que eso nos hacen creer los medios: que en todos los países islámicos las mujeres se cubren de pies a cabeza) y aprendí que, en Malasia e Indonesia, el uso del velo es una elección personal de cada mujer. Las mezquitas, además, me parecieron una de las construcciones arquitectónicas religiosas más silenciosas e imponentes que conocí, y el arte islámico me pareció detallado y elaboradísimo.

En Malasia y Singapur aprendí acerca del Hinduismo y de las religiones chinas como el Taoismo y el Confucianismo (en Malasia y Singapur hay comunidades chinas e indias muy grandes y estas, además de conservar su cultura, preservan su religión). En Hong Kong, Macau (y China, claro) aprendí aún más acerca de las filosofías y creencias chinas. Todavía tengo la voz de mi amiga china Tippi en la cabeza hablándome del feng shui “bueno” o “malo” de cada lugar que pisábamos.

En China, además, encontré religiones animistas y chamánicas muy antiguas, como el Dabaísmo en el lago Lugu, práctica que solamente se transmite oralmente. En China también me sorprendí al ver la gran cantidad de comunidades islámicas que hay en el país (antes de viajar a China nunca había asociado “chinos” con “musulmanes”, pero hay varios millones!). Una chica china de Lijiang me dijo que cuando viaja por China siempre va a comer a los restaurantes musulmanes porque son los más limpios (y, para los que no aman comer cerdo tres veces por día, son los únicos que NO sirven esa carne).

En Filipinas sentí que había sido teletransportada a América latina: todas las iglesias que no vi en Asia las vi ahí, condensadas, ya que es el país de mayor población católica de Asia.

Y si bien Bali (Indonesia) no me “encantó” como destino turístico, tengo que aceptar que es uno de los lugares más coloridos del Sudeste Asiático. En la isla se practica el Hinduismo balinés (que difiere en muchos aspectos del Hinduismo de la India, ya que está adaptado a la cultura indonesia) y, por ende, está repleta de templos, de puertas de colores, de estatuas, de flores, de sarongs (“pareos”) atados a los árboles, de música, de ceremonias, de rituales, de arte.

Y en Bali es imposible no toparse con las ofrendas que los balineses realizan a sus dioses cada mañana: cajitas formadas con hojas y repletas de flores, galletitas, arroz y sahumerios. Si no las vieron, miren hacia abajo, están desparramadas en las calles, en las veredas y en el pasto y forman caminitos de colores por toda la isla.

La foto es en Ubud, Bali.