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Perder el subte fue un buen augurio. Bajamos la escaleras corriendo pero no llegamos a tiempo: el C a Constitución acababa de cerrar las puertas y estaba alejándose del andén. Nos quedamos ahí parados, con las mochilas puestas, y esperamos el siguiente. Lo único que nos preocupaba era no llegar a tiempo al tren. Más allá de eso, no teníamos apuro. Mientras esperábamos pasó un subte por el andén de enfrente: el que iba a Retiro, la otra estación terminal de la ciudad. Es normal que los subtes de Buenos Aires estén llenos de graffitis (siempre me pregunto en qué momento se los pintarán), pero cuando vimos lo que decía uno de los vagones nos sorprendimos y sonreímos: era, definitivamente, un buen augurio. En uno de los vagones estaba pintada, bien grande, la palabra “Crotos”. Probablemente sería una firma, pero para nosotros era una señal.

Croto, en Argentina, es una palabra que se utiliza para referirse a los indigentes, personas que viven en la calle y que, generalmente, visten harapientas y piden limosna. También se les dice linyeras, cirujas o mendigos, aunque existen ciertos matices entre estos términos. La palabra croto, como todos los términos que nacen en boca de las personas y no en los diccionarios, tiene vida propia y se usa en muchos contextos. Es muy común escuchar a alguien decir “Estoy re croto/a” si, por ejemplo, ese alguien está de jogging, todo transpirado y despeinado de hacer gimnasia, y otro alguien lo invita a hacer algo más formal. Así que inspirados por aquel término, seis viajeros (cada cual con su talento, casi todos con blog) decidimos organizar un Crot-Trip por la provincia de Buenos Aires.

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Un Crot-Trip, según lo concebimos nosotros, es algo así como la antítesis de un Blog-Trip: un blog trip desfachatado, tal vez. Un blog trip es un viaje “de prensa” para bloggers, organizado por algún ente turístico o gubernamental, en el que hay hoteles de buena categoría, comidas con entrada y postre, algún que otro vino y excursiones y traslados incluidos. Nuestro Crot-Trip, en cambio, incluyó autostop, campings, sandwiches armados artesanalmente en la calle, sandwiches deglutidos artesanalmente en la calle, caminos de tierra, bichos, perros callejeros que nos seguían, sentadas al costado de la ruta, bolsas de dormir usadas como ponchos, caminatas por el medio del campo en busca de alguien que nos lleve o nos reciba (a pleno sol y a plena noche), mucha ojota y mucho fideo. Nuestro primer destino fue —no de casualidad— Crotto, un pueblo de 280 habitantes ubicado en la provincia de Buenos Aires, en la localidad de Tapalqué.

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(Va un mapita del recorrido. Salimos de la estación Constitución y fuimos en tren hasta Cañuelas, vía Ezeiza. El viaje a dedo fue Cañuelas – Roque Pérez – Saladillo – Tapalqué – Crotto. Lo que se ve al sur de Tapalqué es Crotto.)

Salimos de a parejas, cada cual desde su ubicación, con el plan de encontrarnos todos en Crotto: Los Acróbatas del Camino (Juan y Lau) salieron desde San Nicolás de los Arroyos, los chicos de Magia en el Camino (Dino y Aldana) desde Buenos Aires y nosotros (Damián y yo) desde Buenos Aires también. Salir a dedo de la ciudad no es nada fácil, así que decidimos hacer la primera parte en tren: subte a Constitución, tren a Ezeiza (40 minutos) y otro tren a Cañuelas (aprox una hora). Caminamos Cañuelas casi de punta a punta, salimos a la ruta 205 y ahí sí, dedo. Eran las tres de la tarde.

[singlepic id=6754 w=625 float=center] El paisaje ya empezaba a cambiar…

Menos de 15 minutos después nos levantó Diego, paracaidista, que nos llevó hasta Roque Pérez y nos explicó todos los menesteres de los saltos deportivos desde un avión. De ahí, dedo otra vez, y nos levantó Pablo, que nos dejó en la rotonda de la Ruta 51 en Saladillo. Unos 20 minutos de espera después nos levantó Gustavo, rosarino, y nos dejó en Tapalqué, en la entrada del camino de tierra que iba a Crotto. Según nos había afirmado Esteban (el amigo de Juan que nos había invitado a Crotto y nos estaba esperando allá) esa ruta era muy transitada y el primero que pasara nos levantaría seguro.

[singlepic id=6746 w=625 float=center] En Tapalqué

[singlepic id=6749 w=625 float=center] En el cruce de la ruta a Crotto (desolado)

[singlepic id=6750 w=625 float=center] El camino de tierra a Crotto

[singlepic id=6753 w=625 float=center] El mismo camino, unas horitas después

Esperamos. Esperamos horas. No pasaba un alma. Los pocos autos que atravesaron el cruce nos hicieron señas de que iban “acá nomás” y desaparecieron en la nada dejando atrás una nube de polvo. Como último recurso decidimos llamar a Esteban por teléfono: nos dijo que si nadie nos levantaba a eso de las 9 de la noche él nos pasaría a buscar. Vimos cómo cambiaba la luz y cómo bajaba el sol. Una pareja nos levantó y nos dejó en un cruce, más en el medio de la nada que antes. Volvimos a llamar a Esteban y no pudimos comunicarnos.

[singlepic id=6717 h=625 float=center] Esperando en el primer cruce

Mientras se hacía de noche, se me dio por cantar (en medio de la ruta vacía) Last Train to Crotto con el ritmo de Last Train to London, famosísima canción de la ELO. No podía ser: habíamos tenido tan buena racha y nuestro último tren a Crotto no llegaba nunca. Quedamos en la oscuridad total —ruta de tierra, medio del campo, sin iluminación— y recibimos el llamado salvador de Esteban. Media hora después nos estaba levantando de la ruta. Obviamente, en esa espera, cuando ya sabíamos que teníamos transporte, pasaron como cinco vehículos y dos de ellos frenaron espontáneamente, sin que les hiciéramos dedo, para ver si necesitábamos algo.

[singlepic id=6735 w=625 float=center] Altar en honor al Gauchito Gil, cerca de la entrada a la ruta

[singlepic id=6719 h=625 float=center] Calle de tierra de Crotto

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Si hay algo que me impresiona cada vez que salgo por tierra de Buenos Aires es ver cómo cambia el paisaje, la actitud de la gente y la realidad a medida que uno se aleja de la ciudad. No hace falta irse muy lejos tampoco, ya a 60 km es otro mundo. En Crotto, por ejemplo, viven unas 280 personas. Si lo pienso en cantidad de gente, todos los habitantes de Crotto podrían caber en un solo edificio de Buenos Aires. Es como si todos los que vivimos en mi edificio tuviésemos un pueblo propio y estuviésemos dispersados de manera horizontal en vez de vertical. Seguramente nuestra manera de relacionarnos sería distinta.

[singlepic id=6723 w=625 float=center] Imágenes de Crotto

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Crotto tiene 98 años y 500 hectáreas (50 manzanas y una zona de chacras). Como el asfalto no llegó, muchas costumbres nunca se fueron. La gente es amable, todos saludan y se entusiasman al recibir visitantes. Los frentes de las casas aún son lugares donde la gente se sienta a tomar mate y a charlar. A la hora de la siesta casi no hay movimiento. Las bicis aún no se atan. No hay rejas ni alarmas. El almacén de ramos generales sigue en pie, abasteciendo de comida e Historia. Hay varias viviendas abandonadas. Hay escuela primaria y secundaria. Hay internet. Ya no hay correo, ni banco, ni estación de servicio. Los trenes ya no llegan al pueblo. El último tren de pasajeros salió de Crotto en 1975; el último tren de carga, hace unos 12 años. A partir de ese momento, Crotto perdió su estatus de estación y empezó a disminuir su cantidad de habitantes. Pasó a ser un pueblo casi detenido en el tiempo.

[singlepic id=6730 w=625 float=center] Almacén de ramos generales

[singlepic id=6742 w=625 float=center] Bicis sin atar

[singlepic id=6737 w=625 float=center] Tráfico

[singlepic id=6725 w=625 float=center] Restos del corso de la noche anterior

[singlepic id=6747 w=625 float=center] Parra

[singlepic id=6736 h=625 float=center] Charlando en la vereda

Kevin, uno de los hijos de Esteban (quien nos recibió y nos alojó), nos contó que ellos, los alumnos secundarios de Crotto, están escribiendo la historia de su pueblo. Y dice algo así. En 1878, don José Crotto, un inmigrante italiano, asentó la estancia “La Italia” (de 20.000 hectáreas) en la zona de Tapalqué. Como en aquella época la zona estaba asolada por las tribus de Blanca Grande, Crotto construyó un fortín de 50 metros de lado sobre una loma. En 1910, el ferrocarril del Sud línea General Alvear – Olavarría comenzó a hacer su recorrido con dos paradas, una en Yerbas y la otra en Crotto. Como para el establecimiento de una estación ferroviaria era necesario que el pueblo tuviera 500 hectáreas, don José Crotto vendió una fracción de 500 ha. de su estancia a la Compañía Tierras del Sud para permitir el trazado y la fundación del pueblo, que fue bautizado con el nombre de la estación. Así nació Crotto.

[singlepic id=6728 w=625 float=center] Lo que queda de los trenes

Varios años después, José Camilo Crotto, hijo de Don José Crotto y gobernador de la Provincia de Buenos Aires de 1918 a 1921, pasó un decreto que sería popularmente conocido como la Ley Crotto. Aquel decreto permitía que los trabajadores rurales, también llamados “peones golondrina” (o estacionales, ya que trabajaban en las cosechas durante una temporada) viajaran gratis en los techos y vagones de los trenes de carga. Muchos llevaban sus pocas pertenencias en el mono o bagayera, una bolsita atada en el extremo de un palo que cargaban sobre un hombro. Quién sabe cómo se habrán dado las conversaciones en aquel entonces, pero seguramente al verlos en los techos de los trenes se habrán escuchado frases como Allá van los de Crotto o Esos viajan por Crotto y la palabra derivó en la actual acepción de croto.

[singlepic id=6743 w=625 float=center] Nosotros estuvimos tres noches en Crotto

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Estuvimos tres noches en Crotto y seguimos camino con el plan de descubrir otros rincones de la provincia. Unos días después mientras caminábamos sin rumbo por Las Flores (otra localidad de Buenos Aires) llegamos a un bar muy pintoresco, ubicado en una esquina, con todo tipo de antigüedades de campo en su interior. Afuera, un grupo de cinco hombres compartía una cerveza en dos mesitas sobre la vereda. Los saludé y les pregunté si me dejaban sacarles una foto. Me dijeron que sí, se ríeron y literalmente comentaron: “¡Mirá! ¡Viene a Las Flores y quiere sacarle fotos a los crotos de la esquina! ¡Se te va a romper la cámara con nosotros, che!”. Y posaron felices.

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Habremos perdido uno de los subtes que iba a Constitución, pero llegamos justo a tiempo para subirnos al último tren y viajar cual crottos hacia el interior —y el pasado— de la Provincia de Buenos Aires.