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[singlepic id=3797 w=615 float=center] La medina de Tanger

Apenas cruzamos uno de los tantos arcos que hace de entrada a la medina (“ciudad vieja”) de Tanger (Marruecos) sentí que los cinco sentidos se me reactivaron de golpe, como si un viento fuerte me hubiese pegado de lleno en la cara y me hubiese despertado de un letargo. Me vi a mí misma de lejos, extranjera, con mochila, parada en medio del movimiento, la gente y los colores de una ciudad africana/árabe. En Tanger. En Marruecos. En África. EN ÁFRICA. Hacía menos de dos horas estábamos en España, en un pueblito con un ritmo muy tranquilo y un ambiente muy silencioso… y de repente bajamos del barco y caímos en una ciudad marroquí enloquecida, en un lugar que fue elegido por varios escritores de la generación Beatnik para vivir y para escribir y que inspiró obras literarias famosas como El cielo protector de Paul Bowles. ¿Qué los habría enamorado de Tanger? Pero, sobre todo, ¿cómo podía ser que dos mundos tan distintos estuvieran a tan pocos kilómetros de distancia?

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[singlepic id=3809 w=615 float=center] Tarifa

Nuestra última parada en España fue Tarifa, pueblo portuario ubicado entre el Atlántico y el Mediterráneo, meca del windsurf y del kitsurf (por el viento, claramente) y uno de los puntos de cruce de Europa a África. Pasamos la noche ahí (había un sólo bus de Jerez a Tarifa y llegaba de noche) y la mañana siguiente recorrimos la parte histórica de Tarifa. Un pueblito lindo y tranquilo, con mucha construcción blanca, con mucho empedrado, con algunas personas sentadas en mesitas al sol, pero con nadie que nos mirara dos veces. Al mediodía nos fuimos caminando al puerto (todo queda cerca) y sacamos pasaje para el siguiente ferry a Tanger. 35 euros por un viaje de aproximadamente una hora, con mar picado y bolsita para el mareo —por si acaso— incluidas. Y antes de que nos diéramos cuenta, ya estábamos en el norte de África.

[singlepic id=3810 h=615 float=center] Gente simpática en Tarifa

[singlepic id=3811 w=615 float=center] El ferry

Marruecos es uno de esos países “polémicos” de los que me dijeron muchas cosas. Los que nunca viajaron a Marruecos me repitieron con voz de alerta: “Tené cuidado, mirá que eso no es Asia”, “No vayas sola, es peligroso”, “Marruecos es un país jodido (difícil)”. Los viajeros que ya estuvieron me aseguraron: “¡Te va a encantar!” (con miradas que denotaban envidia y ganas de volver), “Los marroquíes son muy hospitalarios y simpáticos” y “Te van a querer vender lo que sea y como sea, así que preparate para el acoso”. (Digresión necesaria. Caso de estudio N.1 referente al acoso marroquí: Pocos días antes de cruzar de España a Marruecos empecé a recibir mails de un tal “Hamid” dándome la bienvenida a su país por adelantado y ofreciéndome tours al desierto en 4 x 4. No sé quién es Hamid ni cómo me encontró, pero recibí mails, mensajes privados por Facebook, posteos en el muro y comentarios en todas mis actualizaciones con su oferta de tours por Marruecos. ¿Un adelanto de lo que me esperaría, tal vez? Casi me desilusionó no verlo al pie del ferry, esperándome con un cartel con mi nombre).

[singlepic id=3766 w=615 float=center] Vendedor callejero en Tanger

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Los marroquíes que conocí en España (hay muchos que están trabajando ahí) me ayudaron a armar una ruta de viaje (todavía guardo los mapitas que me improvisaron en servilletas), me dieron varias recomendaciones y me dijeron: “Mi país es bellísimo, pero ten cuidado de que no te engañen, ya que hay muchos marroquíes que buscan aprovecharse de los turistas”. ¿Por qué será que si digo que me voy a Europa todos dicen “ay qué lindo” y si digo que voy a África me dicen “tené cuidado”? Si al fin y al cabo hay gente mala en todos lados. Yo creo que cuanto más distinta es la cultura, más nos genera esa sensación de “peligro inminente”. En fin…

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Salimos del puerto de Tanger sin saber muy bien para dónde caminar, pero con un objetivo claro: encontrar la medina (la parte histórica de Tanger) y quedarnos ahí. Se nos acercaron algunos taxistas y guías (“oficiales” y no oficiales) que nos ofrecieron llevarnos a pasear. Todos hablaban español y con un No, gracias fue suficiente para que pasaran a otra cosa. Finalmente aceptamos que un guía nos acompañara hasta la entrada de la medina (que estaba a pocas cuadras) a cambio de que viéramos el hotel que nos recomendaba (y que, obviamente, le daría una comisión si nos quedábamos). Lo vimos, nos pareció caro y nos acompañó a buscar una pensión. Regateamos el precio, dejamos las mochilas y, después de aprender unas expresiones básicas en árabe (como la shokran que significa “no gracias” y salam, el saludo tradicional que significa “paz”) salimos a perdernos por la medina.

[singlepic id=3790 w=615 float=center] La medina vista de afuera…

[singlepic id=3776 h=615 float=center] … y su vida por dentro

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Creo que los habitantes de la medina de Tanger deben estar cansados de ver tanto extranjero boquiabierto y sacando fotos a lo loco. Uh, ahí viene otro que acaba de bajar del barco, pensarán. Pero es inevitable no sentir asombro, éxtasis y (en mi caso) una sensación de familiaridad ante la vida cotidiana de los marroquíes. De repente empecé a ver colores que hacía tiempo no veía en las paredes de las casas: rosa, turquesa, amarillo, salmón, verde manzana. Sentí olores y sonidos que me transportaron de vuelta a Asia: el aroma de las especias, los bocinazos, la música, los saludos, las motos, el llamado a rezar de las mezquitas. Presencié nuevamente esa costumbre de realizar los oficios en las calles: vi peluqueros, vendedores, zapateros, talladores trabajando a puertas abiertas. Otra vez los mercados y el regateo. Otra vez la comunicación mediante la sonrisa y los gestos. Otra vez esa facilidad para entablar conversaciones con desconocidos a cada paso. Otra vez eso de sentir que “todos están para la foto” (con esos fondos y esa ropa, Tanger es como un set de fotografía). Otra vez esa cultura de la calle que tanto me gusta y que tanto extrañaba. Si bien sé que estoy en África, me siento más cerca de Indonesia (por la cultura musulmana), de Asia (por la vida callejera) y de Medio Oriente (por la cultura árabe).

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Caminamos por la medina hasta que empezó a hacer frío, acá es invierno y cuando baja el sol el frío se siente mucho (leí por ahí que Marruecos es “un país frío con un sol fuerte” y me parece bastante acertado, aunque me dijeron que en verano no se puede estar afuera por el calor que hace). Subimos y bajamos escaleras, nos perdimos por el laberinto de callecitas angostas, nos cruzamos con gallos y gatos, con chicos jugando al fútbol, con hombres vestidos con su djellaba (una túnica típica con capucha), con mujeres, sus velos y sus vestimentas largas. Las mujeres y las chicas me sonrieron. Los hombres me miraron con curiosidad (algunos con demasiada curiosidad, hasta que lo vieron a Andi cerca y desistieron). Algunos aceptaron posar para las fotos y otros se negaron rotundamente (las reacciones son bastante extremas: o les encanta que les saques fotos o se enojan si ven una cámara). Muchas personas nos hablaron en la calle: “¡EEEh! ¡Españoles!”, “No, argentinos”, “¡Ohh, argentinos! ¡Maradona! ¡Che! ¡Messi!”. Varios quisieron vendernos cosas pero no fueron muy insistentes.

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A media tarde estábamos caminando por la parte “moderna” de la ciudad, en las afueras de la medina, cuando se nos acercó Norim, un marroquí al que posteriormente apodamos “Quesito” (y, cuando lo recordamos con cariño, le decimos “cómonoscagóquesitolaputamadreee”). No recuerdo cómo empezó la conversación, pero fue la típica que tuvimos durante todo el día con distintos marroquíes: “¿Españoles? ¡Oh argentinos! ¿Hace cuánto están en Marruecos? ¿Ya conocieron (tal y tal lugar)?”. Este hablaba perfecto español (hasta decía “tío”, “¡venga!” y todas esas expresiones que me resultan tan simpáticas) así que caminamos un rato con él. Le preguntamos dónde quedaba la Kasbah y nos dijo que él nos podía llevar, pero enseguida le respondimos que no necesitábamos guía, muchas gracias (porque ya nos dimos cuenta de que cada vez que un marroquí se ofrece a llevarte a algún lado o darte algún servicio como leerte un cartel que no necesita traducción o aportar un dato de color acerca de la pared contra la que estás apoyado te pedirá algunos dirham a cambio pocos minutos después). Nos dijo que no nos quería cobrar, que lo hacía de amistad (“de onda”) (eso dicen todos), que lo siguiéramos, que él iba a mostrarnos varios lugares interesantes de la ciudad. Caminamos unos 45 minutos, vimos los lugares interesantes, charlamos, nos sacamos fotos y le pedimos que nos dijera dónde había un supermercado como para dar por terminada nuestra fugaz amistad callejera. Pero insistió en acompañarnos al super y cuando estábamos en la caja a punto de pagar nuestra humilde compra del papel higiénico, shampú y jabón más barato que encontramos, nos dijo: “¿No me compran un quesito para el niño?” y trajo una caja de quesitos que nos agregó unos tres euros al total de nuestra compra. La verdad es que nos dio cosa decirle que no en esa situación. Le dimos el quesito, salimos del super, se despidió y desapareció. Quesito fue nuestro bautismo marroquí.

[singlepic id=3764 w=615 float=center] Con Andi y Quesito

Volvimos a la pensión a eso de las 7 de la tarde y me pasó algo que hace tiempo no me pasaba: me quedé profundamente dormida a las 8 de la noche, levanté la cabeza a eso de las 11 pero no pude moverme, tenía una somnolencia demasiado fuerte así que seguí de largo hasta las 9 de la mañana siguiente. Dormí más de 12 horas, agotada de tantos estímulos, como si cada uno de mis sentidos necesitara horas extra de descanso para recuperarse de todo lo que había visto, olido, escuchado y vivido durante mi primer día en Marruecos.

[singlepic id=3795 w=615 float=center] Charlando con otro amigo marroquí que algo nos quería vender (ya ni me acuerdo qué)

[box border=”full”] Datos útiles para cruzar de Tarifa a Tanger:

  • Bus de Jerez a Tarifa: € 9 (dos horas)
  • Posada en Tarifa (cama en dormitorio compartido): € 12
  • Envío de una carta simple de España a Argentina: € 0.85
  • Cruce en ferry de Tarifa a Tanger: € 33 o € 35 (hay dos compañías de ferry, el viaje dura alrededor de una hora)
  • Con pasaporte argentino no se necesita visa para ingresar a Marruecos y la estadía es de 90 días
  • Es mejor cambiar dinero en Marruecos, ya que dan un cambio más favorable (en Tarifa nos ofrecían € 1 = 9 dirham)
  • Cambio (en febrero de 2012): € 1 = 11 dirham
  • Pensión dentro de la medina de Tanger: 110 dirham por una habitación doble (€ 5 c/u)
  • Agua de 1.5 litros: 3 dirham
  • Sandwich (con atún, huevo, vegetales, salsas): entre 6 y 14 dirham (según si es medio sandwich o entero) (con carne cuesta alrededor de 20 dirham)
  • Pan casero con queso y mantequilla: 4 dirham
  • Cosas dulces (simil alfajores y milhojas): 2 dirham c/u
  • En Tanger se habla árabe, pero gran parte de la gente entiende y habla español, francés e inglés
  • Regateen todo lo que puedan [/box]

[Próximo capítulo: Dos días en la medina de Tetouan y la famosa hospitalidad marroquí]