[box type=”star”]Quizá pretender que el azar nos lleve es como pedirle a alguien que sea espontáneo o poner un cartel de prohibido prohibir. Este post es una reflexión acerca de cómo el concepto de azar cambia según el lugar del mundo, cómo cada región invita a ser viajada de manera distinta y cómo a veces hay que darle un empujón a las casualidades. Ah, y de cómo la letra S decidió todo lo que hicimos en un día en Serbia.[/box]

El City Hall de Subotica, ciudad serbia de la que hablaré en este post.

El City Hall de Subotica, ciudad serbia de la que hablaré en este post.

Creo que fue en el primario. Estaba dando una prueba escrita y una de las preguntas era: ¿Qué quiere decir sacar una carta al azar? Supongo que estábamos en la materia de Lengua y Literatura, y si no me equivoco esa prueba estaba basada en un libro que habíamos leído en clase. Yo no sabía la definición exacta ni el sinónimo de azar, pero lo expliqué como pude: “Sacar una carta al azar es sacar una carta cualquiera, sin elegirla”. Cuando nos devolvieron las pruebas, tenía mi respuesta tachada y una anotación en verde: “Azar significa suerte”. Hoy le hubiese respondido que el azar es otra cosa y que no tiene que ver solo con la suerte.

Busco en internet y veo que “azar” proviene del árabe hispánico az-zahr que significado “dado” y que, a su vez, proviene del árabe clásico zahr. El azar, dice, es una combinación de circunstancias o de causas imprevisibles, complejas, no lineales, sin plan previo y sin propósito, que supuestamente provocan que acontezca un determinado acontecimiento que no está condicionado por la relación de causa y efecto ni por la intervención humana o divina. Este acontecimiento puede ser bueno y también puede ser una desgracia causada por la casualidad, la fortuna, la suerte. El azar es un caso fortuito, no programado, y si es negativo es un contratiempo.

Nuestra existencia está hecha a base de pequeños azares encadenados, y no sé si es que viajando ocurren con más frecuencia o solo se notan más.

Desde el tren...

Serbia desde el tren…

Lo cierto es que irse de viaje sin plan, rumbo ni fechas ayuda a que el azar tenga más protagonismo en el día a día. Salir de tu zona de confort y no saber dónde vas a dormir, a qué hora sale el próximo bus o qué hay a la vuelta de la esquina genera situaciones inesperadas que suelen terminar siendo las mejores experiencias de los viajes: lo no planeado. Puede que esto del azar en los viajes sea obvio, pero lo que no es tan evidente —al menos no lo era para mí antes de empezar a viajar— es que el concepto de azar toma formas distintas en distintas partes del mundo.

Por ejemplo, en mis viajes por América Latina y Asia (y Marruecos también), el azar, lo imprevisible, era algo cotidiano. Esto se daba por varios factores: el desorden —y uso desorden con cariño, porque es algo que me encanta—, la falta de horarios fijos, mi aspecto de extranjera que siempre llamaba la atención y la cultura callejera de hacer todo en las veredas generaba una interacción muy rápida y fácil entre la gente local y yo. Viajar era que me frenaran para hablarme en cada esquina, que me invitaran a tomar el té o a quedarme en sus casas de manera espontánea. En Europa —y cuando digo Europa me refiero solo a los países que conocí hasta ahora—, en cambio, ese tipo de azar no es tan frecuente, al menos en mi experiencia. Acá al azar hay que buscarlo un poco más, o al menos provocarlo.

serbia-subotica-azar-14

En esta parte del mundo el transporte es bastante puntual y organizado —no hay muchas sorpresas en ese aspecto—, las ciudades están muy bien señalizadas, no hay una cultura callejera tan marcada como en Asia —si bien la gente se reúne mucho en las calles, no se toma ese espacio como una prolongación total del espacio privado—, todos suelen pensar que soy local —desciendo de húngaros y españoles— y quizá por eso la interacción espontánea con la gente no es tan frecuente o no se da tan fácil como en otros continentes. Claro que no puedo generalizar porque Europa está conformada por muchas regiones y muchísimas culturas —Islandia fue el caso opuesto, en España me la paso hablando con extraños y todavía me falta conocer gran parte de Europa del Este—, pero en varios lugares lo sentí así. El orden cancela al azar. Por eso, para mí es mucho más desafiante viajar sin plan e interactuar con la gente de manera espontánea en Europa que en Asia o América Latina. Me agarra la timidez, me cuesta más romper con lo ordenado que adaptarme al desorden, y eso me hace viajar de otra manera.

En la estación de tren de Belgrado

En la estación de tren de Belgrado

Cuando pensamos en los desafíos de este viaje, Lau y yo hablamos de tener un día experimental donde todas nuestras decisiones estuviesen marcadas por el azar —o azar buscado/programado, si se quiere—. Pensamos en avanzar tirando los dados, en decir a todo que sí o caminar con los ojos vendados. Al final elegimos el juego “Día D” del libro Turista lo serás tú: “Que una letra marque todo lo que vas a hacer en el día”, y elegimos la S. Ya estábamos en Serbia así que nos pareció bien. Habíamos llegado a Belgrado después de tres días de lluvia en Zagreb, en la capital serbia también llovía y teníamos ganas de hacer un viaje en el día a otra ciudad. Elegimos ir a Subotica y hacer el Día S ahí.

Subotica (pronunciada Subótitsa) está bien al norte, en la región de Vojvodina, a diez kilómetros de la frontera con Hungría. Al igual que gran parte de esta región de Europa, Subotica perteneció a distintos grupos culturales a lo largo de los siglos: fue parte del Reino de Hungría, luego del Imperio Otomano, del Imperio Austro-Húngaro, del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, de Yugoslavia, de Hungría, de Yugoslavia otra vez y finalmente de Serbia. Por eso, Subotica es una de las ciudades más multiculturales del país: hay un 35 por ciento de húngaros, un 27 por ciento de serbios y un 10 por ciento de croatas, entre otros. Y como todo lo húngaro me atrae como un imán —ya dije que mi mamá y mis abuelos son húngaros— nos fuimos a conocer la ciudad más húngara de Serbia.

serbia-subotica-azar-16

El tren de Belgrado a Subotica salió a las siete de la mañana: las eses empezaban a aparecer sin que las buscáramos. La ciudad queda en la ruta entre Belgrado y Praga así que forma parte del recorrido de muchos trenes internacionales. El que nos tocó a nosotras era un tren húngaro: me di cuenta por los carteles y por los mapas de Hungría pegados en todos los vagones. Y me agarró la nostalgia. Cómo no seguí practicando húngaro, pensé. Es un idioma difícil y solo me acuerdo de pocas palabras, y me encantaría poder charlar. Durante esas cuatro horas de viaje en tren me dediqué a otro de los juegos de Turista lo serás tú: el fotógrafo programado. Consiste en ponerse una alarma cada 15, 30 o 40 minutos (o el tiempo que quieras) y sacar una foto del lugar en el que estés cada vez que suene. Acá van algunos de los resultados.

Cuando salíamos de la estación de Belgrado

Cuando salíamos de la estación de Belgrado

Ya ni me acuerdo cada cuánto puse la alarma, creo que cada media hora.

Ya ni me acuerdo cada cuánto puse la alarma, creo que cada veinte minutos.

serbia-subotica-azar-4

Cada vez que sonaba la alarma, yo sacaba una foto

Lau durmiendo en el tren

Lau durmiendo en el tren

Paisajes por la ventana

Paisajes por la ventana

El asiento del controlador del tren

El asiento del controlador del tren

Más paisajes

Más paisajes

Mapas de Hungría

Mapas de Hungría

Y la vista desde el último vagón

Y la vista desde el último vagón

Llegamos al mediodía y Subotica nos recibió con sol, ruidos de silbato y muchas bicicletas. Los silbatos los estaban tocando los alumnos para festejar el fin de clases e inicio de las vacaciones de verano.

Vimos el primer edificio de Art Nouveau apenas salimos de la estación. Subotica y Szeged (en Hungría) se destacan por su arquitectura modernista, en húngaro llamada Szecesszió. A fines del siglo 19, cuando Subotica aún formaba parte de Hungría, los artistas de vanguardia de Budapest llevaron el modernismo a esa región porque creían que el desarrollo industrial destruía la belleza y que el arte debía estar presente en la vida cotidiana. El Art Nouveau no se inspiraba en movimientos o épocas anteriores, sino en las formas y estructuras de la naturaleza.

serbia-subotica-azar-13

El Palacio Raichle, a pocos metros de la estación de tren

El Town Hall de Subotica es uno de los edificios de Art Nouveau más famosos del país (fue nombrado maravilla de Serbia)

El Town Hall de Subotica es uno de los edificios de Art Nouveau más famosos del país (fue nombrado maravilla de Serbia)

Subimos a la torre para mirar la ciudad desde arriba

Subimos a la torre para mirar la ciudad desde arriba

Lo que se ve ahí es parte del Town Hall

Lo que se ve ahí es parte del Town Hall

Me encantó la cantidad de árboles que hay en la ciudad

Me encantó la cantidad de árboles que hay en la ciudad

serbia-subotica-azar-21

Nos sentamos a almorzar y, para seguir con el juego, pedimos soup y salata: sopa crema de champignones y una ensalada griega (queríamos scrambled eggs with saussage pero nos dijeron que eso se servía solo de desayuno). Mientras comíamos abrí el mapa de la ciudad en la mesa y, como ya habíamos hecho un recorrido por el centro, le propuse a Lau caminar por todas las calles que empezaran con S. Las marqué y salimos a explorar. Aparecimos en partes residenciales de la ciudad y me causó gracia ver cómo los vecinos nos miraban con cara de no entender qué hacíamos ahí, lejos del Art Nouveau y de lo que en teoría le interesa a los turistas. Nosotras le sacábamos fotos a esas calles que no formaban parte del mapa turístico con más interés que si estuviésemos haciendo un walking tour.

Las eses

Las eses

Algunas de las cosas que encontramos en las calles con S

Algunas de las cosas que encontramos en las calles con S

Calles en construcción

Calles en construcción

Un cinco incrustado (?)

Un cinco incrustado (?)

serbia-subotica-azar-41

serbia-subotica-azar-43

Servis.

Servis.

A veces creo que me gustan más estas casas que los centros turísticos

A veces creo que me gustan más estas casas que los centros turísticos

Los que notaron nuestra presencia enseguida fueron los nenes que jugaban en la calle. Muchos se acercaron a decirnos “Szia!”, el saludo húngaro, y ahí me empezaron a volver otras palabras en húngaro a la cabeza. Una nena nos preguntó cómo nos llamábamos y de dónde éramos y le tradujo las respuestas a su abuela, que nos sonreía de lejos. A las seis decidimos ir a ver la Sinagoga, que está cerrada por renovaciones hace varias décadas. Sacamos fotos desde afuera, la rodeamos y nos encontramos con dos hombres que estaban trabajando ahí, les pedimos permiso para entrar y nos dijeron que sí —esta parte la contaré en el desafío #5: explorar lugares abandonados—.

La Sinagoga modernista, una de las más lindas de Europa

La Sinagoga modernista, una de las más lindas de Europa

serbia-subotica-azar-37

Un adelanto de la Sinagoga por dentro…

Como el tren nocturno de vuelta a Belgrado salía muy tarde (a eso de las 3 am), decidimos ir a la estación de buses y volver antes. No sabíamos dónde quedaba (ni aparecía en el mapa), así que nos acercamos a preguntarle a una señora que estaba sentada en un banco. En vez de indicarnos ofreció acompañarnos, y en el camino nos pusimos a charlar. Era serbia, pero también hablaba húngaro y estaba aprendiendo inglés: “Mi hija está viviendo en Nueva York y la semana que viene viajo a verla. Hace unos meses que estoy tomando tres clases por semana de inglés, así que hablar con ustedes me viene bien para practicar”. Le conté que mi mamá era húngara, y cuando nos despedimos me dijo Szervusz, otro saludo húngaro, un poco más formal que Szia, que le escucho a mi mamá decir siempre cuando habla por teléfono.

Me acabo de dar cuenta de que la mujer que aparece en esta foto es la que después nos guió a la estación. Saqué esta foto y después le hablé sin saber que era la misma persona.

Me acabo de dar cuenta de que la mujer que aparece en esta foto es la que nos guió a la estación. Saqué esta foto y después le hablé sin saber que era la misma persona.

Últimas imágenes de Subotica, sacadas mientras caminábamos con la señora

Últimas imágenes de Subotica, sacadas mientras caminábamos con la señora

Ciudad repleta de bicis

Ciudad repleta de bicis

serbia-subotica-azar-49

La estación estaba en las afueras de la ciudad así que caminamos casi media hora. Cuando llegamos el bus se había ido y teníamos dos horas de espera hasta el próximo. Yo no tenía nada de ganas de sentarme en esa estación poco iluminada a esperar.

—¿Y si hacemos dedo? —le propuse a Lau.

Ninguna de las dos lo había pensado, ya que teníamos planeado volver en tren o bus, pero no me costó mucho convencerla.

—Dale, vamos.

La estación de buses estaba al lado de la ruta de salida así que caminamos unas cuadras, nos paramos en la salida de una estación de servicio, invocamos a Tesla —está bueno invocar a algún personaje importante del país en el que estás— e inauguramos el primer tramo de autostop en Serbia. Era un poco jugado porque ya se estaba haciendo de noche y no sabíamos si alguien iba a frenar, pero a los quince minutos de extender el pulgar ya estábamos sentadas en el auto de un serbio-alemán que iba directo a Belgrado (antes de él frenaron tres, pero ninguno iba tan lejos). Llegamos a las 10 y media, pocos minutos después de que saliera el bus que nos hubiésemos tomados desde Subotica si decidíamos quedarnos en la estación y esperar.

serbia-subotica-azar-33

La S fue una excusa para romper con lo de siempre y explorar un lugar nuevo de otra manera. Si no, supongo que nos hubiésemos quedado en el centro y nunca hubiésemos llegado a esas callecitas residenciales. Quizá tampoco hubiésemos charlado con la mujer que se iba a Nueva York ni hubiésemos vuelto a Belgrado a dedo en tiempo récord. Una de las diferencias entre Asia y Europa es que acá hay que encontrar una excusa para interactuar, pero una vez que se abre el diálogo el camino queda pavimentado para intercambiar historias. Por eso creo que el azar no tanto que ver con la suerte sino con la actitud: hay que largar los planes —o hacer planes que rompan con los esquemas de siempre— para que aparezca. Y no hace falta irse de viaje: el azar aparece cuando uno fluye al ritmo del presente. Lo que todavía no termino de saber es si todo lo que nos pasa en esta vida/viaje es producto del azar o si es que las cosas siempre se dan como tenían que darse.

[box type=”info”]Info útil para visitar Subotica:

– Se puede ir de Belgrado a Subotica en bus (3 horas) o tren (4 horas). El bus es más rápido y un poco más caro, el tren va lento pero la experiencia es otra.

– Si van a Subotica, pidan los folletos de Art Nouveau en la oficina de turismo que está en el City Hall y hagan un recorrido por los edificios modernistas de la ciudad. Todo queda cerca así que se puede ir caminando. Suban a la torre, cuesta 100 dinares por persona (menos de un euro) y vale la pena. Eso sí: muchas escaleras. Para más info de la ciudad: visitsubotica.rs

– La moneda en Serbia es el dinar y el cambio está a 1 euro = 120 dinares (junio de 2015). La sopa me costó 180 dinares (un euro con cincuenta) y la ensalada griega 230 dinares (casi 2 euros). Se puede tomar agua de la canilla así que nosotras andábamos siempre con una botella y la recargábamos.

– No dormimos en Subotica, hicimos base en Belgrado (en el Hedonist, un hostel con muy buena onda) y fuimos a conocer en el día, pero si tienen tiempo vale la pena quedarse ya que hay muchos festivales culturales a lo largo del año. De Belgrado hablaré en otro post (se lo merece).[/box]

[box type=”star”]Este post forma parte de la serie #Desafío Serbia Croacia, un viaje de 20 días en conjunto con Lau de Los Viajes de Nena: pueden leer el Desafío #4: escapar en Belgrado en su blog. Estamos relatando el viaje en tiempo real en nuestras redes sociales —yo más que nada en mi cuenta de Instagram—, así que pueden seguir el día a día por ahí y luego iremos subiendo los desafíos de a poco a los blogs. Muchas gracias a Eurail que nos está apoyando en este viaje. Un adelanto del próximo desafío: en busca de Kusturica + tren a vapor con griegos + hospitalidad serbia. Ya verán.[/box]