Mis cuadernos en este viaje

I. Despedidas

La escritura de viajes es, en mi opinión, una de las más personales. No me refiero a la redacción de guías de viaje ni a las recomendaciones de atractivos turísticos para visitar, sino a la transmisión de experiencias, sentimientos y vivencias del viaje en sí. Viajar es algo que nos involucra de pies a cabeza y, así como cada uno vive un viaje a su manera, cada cual lo relata de forma distinta. Es imposible hacer escritura de viajes sin hablar de uno mismo ya que es imposible separar al sujeto que viaja del viaje en sí: ambos están ligados y uno no puede existir sin el otro. Por eso, al escribir sobre viajes, no se escribe solamente acerca de un lugar, sino acerca de lo que ese lugar le genera a quien lo visita.

[singlepic id=3622 w=800 float=center] Garraf, una playa de Catalunya

Uno de los dilemas con los que me enfrento cada vez que escribo un post es decidir hasta dónde contar, qué límite poner entre “lo anecdótico” y “lo personal”, qué tanto abrirme hacia quien me lee y contar, más allá del relato en sí, lo que siento mientras voy viajando.

Hace tiempo empecé a leer el blog de NomadicMatt, un estadounidense que está viajando por el mundo hace más de cinco años. En su página hay muchísima información: guías de países, datos útiles, ebooks y consejos para ahorrar al viajar… pero los posts más populares —y con los que yo personalmente me siento más identificada y que no me canso de releer— son los que hablan acerca de lo que él siente como viajero. En esos textos aborda temas como la depresión después de (o durante) un viaje largo, el amor y desamor en la ruta, la soledad, el agotamiento que siente después de viajar durante tanto tiempo, las reacciones de sus conocidos cuando anunció que se iba a dedicar a viajar, las reacciones de sus conocidos cada vez que vuelve de un viaje, la facilidad/dificultad de mantener los vínculos, el ciclo de cansancio y “re-enamoramiento” del viajar, la necesidad que siente de echar raíces e, incluso, su decisión de dejar de viajar por un tiempo. Son los textos que, al fin y al cabo, lo humanizan y permiten a los lectores relacionarse con él como persona. Y a mí me demuestran que no soy la única que pasa por ciertos procesos y estados de ánimo.

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[singlepic id=3631 w=800 float=center] (Mientras tanto, algunas fotos de mis últimos días en Barcelona)

Yo, por el momento, no tengo pensado dejar de viajar, pero cuanto más viajo hay algo que se me hace cada vez más difícil: despedirme de las personas que me voy cruzando en el camino. Visto desde afuera, vivir viajando es una vida ideal. Sí y no. Para mí lo es porque es algo que soñé desde muy chica y lo estoy cumpliendo, y no me veo haciendo otra cosa que no sea esto. Pero a la vez, en estos ¡cuatro años! que llevo viajando, aprendí que es un modo de vida que requiere mucha fortaleza. Cuanto más viajo más aprendo a conectar con la gente. Cuanto más conecto, más me encariño. Cuanto más me encariño, más me cuesta despedirme. Tengo amig@s muy especiales en muchísimas partes del mundo, y no sé si volveré a verlos. Tengo muchos rincones del mundo en los que quisiera quedarme para siempre, y no sé si volveré a pisarlos. Cada vez que me voy de algún lugar o me despido de una persona, es como si un pedacito mío quedara ahí. Pero a la vez, entiendo que viajar implica el movimiento constante y que ser viajero implica relacionarse con las personas, aprender algo de cada vínculo, despedirse y guardar cada momento como un recuerdo feliz.

En abril de 2010, cuando estaba en el aeropuerto de Frankfurt esperando a que saliera mi vuelo a Bangkok, conocí a un marroquí-canadiense que me dijo algo que me quedó grabado: “La vida es como un aeropuerto. Gente de distintas partes del mundo se encuentra en el mismo lugar por un rato y después cada cual toma un avión distinto y sigue su camino”. Y, dicho esto, él tomó su vuelo y yo el mío y nunca más nos volvimos a ver. Es cierto: la VIDA es así, también está llena de despedidas. La única diferencia es que, al viajar, estas despedidas ocurren con mucha más frecuencia.

Pero lo bueno de ser viajer@ es que las despedidas siempre serán un hasta pronto.

[singlepic id=3630 w=800 float=center]  La vida, también, es un laberinto: cada cual toma su camino y todos se cruzan en algún momento del trayecto…

[singlepic id=3623 w=800 float=center] Y si hay que saltar, saltá.

II. Bienvenidas y reencuentros

Todo esto para contarles que, después de 25 días, finalmente me fui de Barcelona, mi ciudad ideal. Fue difícil dejarla, ya que sentí una enorme conexión con ella y su gente, pero lo hice sabiendo que, tarde o temprano, voy a volver. Y, quién sabe, tal vez algún día haga base ahí.

Viajé unas 16 horas en dos buses y llegué a Jerez de la Frontera, en la provincia de Cádiz, Andalucía. ¿Por qué a Jerez? Porque vine a reencontrarme con Noelia, una amiga argentina a la que no veía hacía más de diez años. Hace unos días me contactó por medio de mi blog, me contó que estaba viviendo en España y me invitó a su casa. Y acá estoy y es como si los diez años no hubiesen pasado. Siento con ella la misma sensación de familiaridad que siento con España.

[singlepic id=3650 w=800 float=center] ¡Hola Andalucía!

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Desde que llegué a España, más que viajar, lo que estoy haciendo es reencontrarme con (y, en algunos casos, conocer en persona a) amigos (argentinos, españoles) y familiares en distintas partes del país. A cada ciudad de España que viajé fui para ver a alguien, porque sabía que alguien me esperaba. Por eso me tomé mi tiempo en cada lugar y me salteé ciertas regiones. Esto es algo que nunca me pasó en ningún país y que hace que este viaje sea tan distinto y especial.

Graffiti visto en El Raval (Barcelona)

Aprovecho para contarles mis planes viajeros y para darle la bienvenida a un nuevo compañero de aventuras. En pocos días parto rumbo a Marruecos con Andi, viajero argentino y autor del blog TrancaroLa poR el muNdo. Él está viajando hace más de un año por Asia y Europa; los dos coincidimos en España y dijimos, “Che, ¿vamos juntos a Marruecos?”, “Y daaaale”. Así que durante las próximas semanas contarán con la presencia de Andi en mis relatos. Según me dijeron, es bueno tener guardaespaldas en Marruecos, así que esperemos que no me cambie por un par de camellos.

[singlepic id=3628 w=800 float=center] A pedido de él, su foto posando cual sireno en la estación de metro de Barcelona

Después de Marruecos quiero conocer el resto de Andalucía. Y después… hay varias opciones, pero las contaré más adelante. Me surgieron algunas propuestas interesantes en Buenos Aires, así que todo es posible. Pero no daré más información hasta no tener certezas.