Fue lo de siempre. Una mañana decidimos dejar el desierto y partir rumbo al Valle del Todra (en el Atlas Central, la zona montañosa de Marruecos), así que armamos las mochilas (un trámite que con el tiempo se aprende a hacer cada vez más rápido), salimos en busca de un taxi (algo casi imposible a esa hora del día en Hassi Labied), tuvimos que respirar profundo (yo especialmente) y salir a caminar por la ruta con la esperanza de que pasara algún taxi o alguien nos levantara. No sé cuánto caminamos (¿2 kilómetros? ¿media hora?), sólo sé que la temperatura iba subiendo, en promedio, un grado por minuto (¿no será mucho?). Finalmente llegamos a una intersección, hicimos dedo y nos levantaron enseguida (mejor dicho: Andi llegó mucho antes que yo a la intersección, hizo dedo y, cuando yo llegué, ya teníamos transporte). Nos metimos en el baúl de la 4×4 y nos fuimos rumbo a… Perdón chicos, ¿a dónde van? le preguntamos a la pareja de españoles/africanos de Melilla que nos había levantado hacía unos minutos. Vamos a Erfoud, así que los dejamos ahí. Buenísimo, nos queda de camino a Todra. Vamos a Erfoud nomás.

[singlepic id=4357 w=625 float=center] Para que se den una idea: eso que ven ahí a lejos, chiquitito, son las dunas de Erg Chebbi. Desde ahí caminamos (y un poco más) hasta que llegamos a la intersección.

Unos 50 kilómetros de viaje después llegamos a Erfoud, bajamos en una estación de servicio, preguntamos por los buses a Tinherhir (ya que teníamos que ir ahí sí o sí para llegar al Valle del Todra) y nos enteramos que el siguiente salía dentro de dos horas, así que nos acercamos a la zona de la estación y nos sentamos a comer lo de siempre: un sandwich marroquí con carne, verduras, papas fritas y mucho picante. Lo curioso del asunto fue que el mozo nos mostró el menú (en teoría de “su” restaurante), pedimos los sandwiches y, sin ningún tipo de disimulo, se fue a encargarlos a otro restaurante y nos los trajo a la mesa un rato después. Fue muy difícil comunicarnos con él ya que casi no hablaba español ni francés (ojo que yo tampoco hablo francés eh, pero estas semanas aprendí palabras y expresiones básicas como para poder sobrevivir, y cuando no las uso le hablo a todo el mundo en español con mucha entonación como para que entiendan lo que digo por inferencia) (muy mal lo mío), pero cuando le dijimos que nos íbamos a Tinherhir nos dijo (con tono de cuasi orden): “A la estación, ¡vámonos!” y nos escoltó hasta la parada de buses que estaba medio escondida a unas cuadras del restaurante.

[singlepic id=4358 w=625 float=center] Un sandwich como los de siempre. De esos que se van a cansar de comer si vienen a Marruecos. Cuando termine mi viaje: post gastronómico. (Esta foto no pertenece al sandwich que nos comimos aquel día en Erfoud, pero va a modo ilustrativo como para que se den una idea).

En la estación, otra vez: lo de siempre. Compramos el pasaje a Tinerhir (el bus salía dentro de unos 20 minutos) y se nos acercó un tal ¿Hamid? de turbante amarillo que nos ofreció albergue familiar en Todra, hash, artesanías y tazas de té, sólo para mirar amigos, buen precio. Y si queríamos, hasta nos hacía un combo por todo. Pero dijimos que no, como siempre en Marruecos sabemos que cuando hay intermediarios, los precios suben y el plus que pagamos se convierte en la comisión del hombre del medio. Entre tanta charla se hizo la hora, llegó el bus local, dejamos las mochilas en el portaequipaje y tuvimos que ponernos firmes para que no nos cobraran de más (en Marruecos los buses de larga distancia cobran por el equipaje: la tarifa local es 5 dirham por bulto, pero a los extranjeros siempre intentan cobrarnos 10). Bah, ¿eso fue esta vez? Cuando subir y bajar constantemente de los buses se convierte en una rutina, todo se me empieza a mezclar: precios, distancias, paisajes, kilometraje. ¿Fue en este viaje que cruzamos por las montañas? ¿Fue en este trayecto que un bebé no paró de llorar? ¿Fue en este bus que se subió uno a ofrecernos alojamiento y, cuando le dijimos que no, nos pidió que le devolviéramos la tarjetita del hotel? Ah, no, eso fue en… ¿Fue en este viaje que metieron una cabra en el portaequipaje? Sí. Eso sí que lo recuerdo porque me causó entre gracia e indignación. Y el diálogo fue algo así:

(Andi estaba semidormido y se estaba perdiendo la situación)

—Andi.

—¿Qué?

—Mirá por la ventana. Están metiendo una cabra en el baúl.

Forcejeo. Balidos. Cabra adentro. Baúl (portaequipajes) cerrado. Chillidos y golpes. Arrancamos. Pobre cabra.

[singlepic id=4355 w=625 float=center] Esta foto es de unas cabras que conocí en Asturias (España). Ellas probablemente no pasaron por la traumática situación de ser metidas en un baúl en un bus de larga distancia. ¿O tal vez sí?

[singlepic id=4356 h=625 float=center] Un niño que iba mirando todo por la ventana, concentradísimo.

Cuestión que después de ¿cuatro? ¿cinco? ¿tres? horas llegamos a Tinerhir y apenas bajamos del bus nos interceptó Un Tal Alí. Al parecer, el amigo de turbante amarillo que habíamos conocido en la estación de buses de Erfoud lo había llamado por teléfono para avisarle que dos extranjeros estarían arribando a la estación de Tinerhir en equis cantidad de horas, que iban con mochilas, que uno tenía rulos y la otra un pañuelo naranja, cambio y fuera. Enterado. Aunque a esa altura ya nada me sorprendía: los marroquíes están siempre al acecho para venderte un tour, llevarte al alojamiento de su amigo/hermana/abuelita/papá, y/o ofrecerte hash amigo, polen, chocolate, opio, LCD, cocaína, ¿qué quieres? o la droga que se te ocurra (si no existe aún, ellos te la inventan).

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Este Tal Alí (que es el de la foto de acá arriba), un hombre de bigote y contextura muy pequeña, nos dijo que tenía un hotel muy lindo con “vista panorámica” (otra frase que escucharán a lo largo y a lo ancho de este país), barato y “cerca” de la Garganta del Todra. ¿Qué tan cerca? Como a treinta minutos caminando… Ay Alí, Alí. Ya sabemos que con ustedes tenemos que multiplicar todo por dos o por diez. Pero como no teníamos ningún lugar reservado de antemano, no sabíamos muy bien a dónde ir y Este Tal Alí nos prometió un buen precio (5 euros cada uno en una habitación o 2.5 euros por dormir en el living) y un “ambiente familiar” decidimos ir a ver el lugar. Nos fuimos los siete en taxi colectivo, y por siete me refiero a Alí, Andi, el conductor del taxi, otro que iba adelante al lado de Alí (o a upa quizá), dos mujeres que iban atrás con nosotros ocupando dos tercios del asiento y yo, estrujada. Una experiencia común en un taxi cualquiera de Marruecos.

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Sube al taxi, nena, los hombres te miran…

Llegamos al albergue (llamado, cancheramente, Albergue Alí) y esta vez nos salió bien. El lugar tenía una terraza con una vista así:

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Como para despertarse todas las mañanas, respirar hondo y sentirse feliz desde temprano. Alí, además, resultó tener muy buena onda y ser muy hospitalario: por la módica suma de 80 dirham (menos de 8 euros) tuvimos habitación (del tamaño de un loft) con vista panorámica, desayuno, cena y hits musicales como Everything I do (I do it for you) de Bryan Adams, Desert Rose de Sting y Pump it de los Black Eyes Peas en función Repeat.

Al día siguiente decidimos hacer un trekking de siete horas por el Valle del Todra y eso sí que no fue lo de siempre.

[singlepic id=4347 w=625 float=center] Empezamos acá

Por primera vez estuve en un oasis de montaña. Y yo que creía que los oasis solamente existían en el desierto.

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Por primera vez caminé por los Atlas Centrales de Marruecos (y me cansé bastante).

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[singlepic id=4365 w=625 float=center] Y tuve algunas caídas, como esta (y a Andi registrando cada momento cual paparazzi que es)

[singlepic id=4320 w=625 float=center] ¿Ven eso chiquito ahí entre las montañas? Desde ahí veníamos caminando.

Por primera vez conocí a nómadas trogloditas (que viven en cuevas en la ladera de una montaña).

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[singlepic id=4323 w=625 float=center] Sí. Viven ahí.

[singlepic id=4328 h=625 float=center] Nuestro guía con uno de los niños trogloditas

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[singlepic id=4333 h=625 float=center]El padre troglodita

[singlepic id=4338 w=625 float=center]Una de sus mujeres

Por primera vez llegué a un pueblo construido en la base de un cañón (en la Gargante del Todra, para ser exacta).

[singlepic id=4343 h=625 float=center] ¿Lo ven, ahí abajo?

Por primera vez pude fotografiar a una mujer marroquí. Bah, no fue por primera vez, pero hace tanto que no fotografiaba a una que me pareció como si fuese la primera vez una vez más…

[singlepic id=4345 w=625 float=center] Esta simpática señora es la mamá de Alí

Cuando se hacía de noche hicimos dedo y volvimos los nueve en un taxi-colectivo, y por nueve me refiero a Andi, Nordim (nuestro guía), dos mujeres que iban sentadas atrás, un hombre que también iba sentado atrás (¿arriba de quién?), el conductor, una madre e hija que iban adelante, otro hombre que iba sentado adelante entremedio del resto, y yo, estrujada. Lo de siempre en un taxi marroquí, Versión Extrema. Adivinanza: ¿cómo se hace para meter a nueve personas en un auto? Te vas a Marruecos, te comprás un Mercedez Benz y te hacés taxista. Vas a ver cómo entran nueve y tal vez hasta diez sin problemas.

[singlepic id=4363 w=625 float=center] Y queda lugar para un par más en el baúl… (Foto: Andi)

Al día siguiente decidimos seguir camino. Antes de partir, Ese Tal Alí —que a esta altura ya se había convertido en Nuestro Nuevo y Queridísimo Amigo Alí— nos dijo que tenía un hotel para recomendarnos en Ait Benhaddou (nuestra próxima parada): “es un lugar así como el mío, familiar, con buen precio, buena gente”. Nos dio el teléfono del dueño, Un Tal Hassan, nos acompañó en taxi a Tinerhir (no nos dejó pagar), nos escoltó a la estación de buses, nos ayudó a comprar el pasaje y ahí otra vez lo de siempre. Primero nos dijeron que el bus barato salía dentro de una hora y el caro salía YA, pero como siempre estamos en plan ahorro compramos el pasaje para el bus barato (tiempo es lo que sobra) y resultó ser que ese también salía YA. Así que nos comimos otro sandwich de 10 dirham a las apuradas (esta vez preparado in situ en la calle, de pollo asado y salsa misteriosa), nos arrimamos al bus, nos peleamos para que no nos cobraran de más por el chamuyo ese del equipaje, subimos al bus local y nos fuimos rumbo a Ourzazate.

[singlepic id=4361 w=625 float=center] Yo con mochilas (la cara de mala onda fue momentánea, es que tenía el sol de frente)

Tres horas después llegamos a Ourzazate. Salimos de la estación. Momento de enfrentarnos a los taxistas: Queremos ir a “Uadlemala” (ni sé cómo se escribe ni tampoco cómo se pronuncia, sólo sé que suena similar a “Guatemala” y que es el pueblo que está antes de Ait Benhaddou). “Bueno, vienen conmigo, 150 dirham por los dos.” “JAAAA” (hace un tiempo optamos por reírnos cada vez que nos pasan un precio ridículo como ese), “no, no, queremos ir en taxi colectivo por 10 dirham cada uno como corresponde”.El taxista (como todos) se hizo el enojado, hizo de cuenta que estamos pidiendo algo imposible, nos analizó con la mirada y finalmente nos hizo el gesto de que subiéramos (como siempre). Este (como muchos) aventuró a pedir extra pour le bagagge; le dijimos que no, que ningún taxi nos cobró extra pour le bagagge y que no teníamos planeado empezar a pagarlo ahora. Resoplidos del taxista, mirada matadora y arriba que nos vamos.

Fuimos a toda velocidad por la ruta de montaña, árida, rumbo a ese pueblo que no sé escribir ni pronunciar. Cuando llegamos, ni rastros de Hassan (quien, en teoría, estaría ahí esperándonos para llevarnos a su hotel): lo único que teníamos enfrente nuestro era un pueblo polvoriento y con poco movimiento. Lo llamamos por teléfono nuevamente y nos dijo fuéramos a Ait Benhaddou en taxi, que él nos esperaba en el hotel. Ay Hassan, Hassan. Así que otra vez: taxi, precios ridículos, regateo, risas, no vamos a pagar pour le bagagge, déjenos en la Rose Du Sable. ¿Es acá? ¡Pero esto es un hotel de verdad! ¡Y a precio de amigos! Gracias Alí, gracias por cruzarte en nuestro camino en aquella estación de buses (o tenemos que agradecerle, tal vez, al de turbante amarillo de Erfoud…). Hassan nos recibió y nos repitió, nuevamente, una palabra que debe ser la más usada en todo Marruecos:

“Bienvenidos”.

[singlepic id=4295 w=625 float=center] En el próximo post: Ait Benhaddou

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Información útil para visitar el Valle del Todra:

  • Para llegar al Valle del Todra desde Merzouga (desierto) hay que ir primero a Rissani o Erfoud y de ahí tomar el bus a Tinerhir (cuesta unos 30 dirham + 5 por el equipaje y tarda tres horas).
  • Cambio (marzo 2012): 1 euro = 11 dirham
  • Para alojarse en el Valle del Todra hay varias opciones: quedarse directamente en la Garganta del Todra (también llamada Todra Gorge) o quedarse en alguno de los pueblos cercanos. Nosotros nos alojamos en el Auberge Alí y pagamos 160 dirham por la habitación (dos personas) con media pensión. El lugar tiene una vista muy pero muy inspiradora. Por si quieren ir, la dirección es “Douar Ait Chaib Sur la Route Des Gorges De Todra 45800 Tinghir”, y los teléfonos 0660308076 y 0653641597 (pregunten por Alí).
  • En el Valle del Todra hay varias opciones de trekking: el trekking de un día por la Garganta del Todra incluye el oasis, las cuevas nómadas y la garganta (cuesta alrededor de 20 € por persona con comida), el trekking de tres días a la Garganta del Dades cuesta 150 € por persona con comida y alojamiento.
  • Para ir del Valle del Todra a Ait Benhaddou hay que volver a Tinerhir y tomar el bus a Ourzazate (35 dirham, 3 horas de viaje), de ahí tomar un taxi compartido a Uadlemala (no sé cómo se escribe este lugar, pero se pronuncia así como lo leen) (10 dirham por persona) y de ahí otro taxi-colectivo a Ait Benhaddou (5 dirham). [/box]