Hace casi un año y medio que empecé a trabajar en este libro y ahora que está terminado me toca presentárselos y no sé qué decir. Es como cuando tuve que dar una conferencia acerca de mis viajes y al tomar consciencia de que estaba parada sobre un escenario con las luces apuntándome y el público esperando a oscuras me puse nerviosa y me olvidé de todo. Tengo tan naturalizado este libro que me cuesta mirarlo desde afuera. Y como ya lo van a leer, espero, tampoco tiene sentido que les adelante mucho. Además José, mi editor, no me deja ser tan anticipativa y explicativa. Ojalá que no esté leyendo este post, y si lo está haciendo es obvio que me lo está editando mentalmente.

Lo práctico:
mi segundo libro se llama “El síndrome de París”,
tiene 256 páginas,
seis capítulos,
está editado por José Sainz,
ilustrado por Vero Gatti,
es una edición independiente
y sale el 13 de abril.

El relato abarca mi último viaje largo, de casi dos años, por Sudamérica y Europa. La historia empieza en octubre de 2013, poco antes de irme de Buenos Aires, y termina en junio de 2015, después de vivir nueve meses en Francia. La contratapa dice así:

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Empecé a escribirlo en octubre de 2014 en mi escritorio de Biarritz, la ciudad francesa en la que viví, y lo terminé hace unos días en mi escritorio de Buenos Aires. En realidad lo empecé mucho antes, en nueve cuadernos que fui llenando en cafés, colectivos, casas ajenas, aeropuertos, veredas y plazas y que después releí y pasé en limpio. El post “El síndrome de París y el lado oscuro de los viajes” tiene mucho que ver con este libro, aunque ese texto fue el detonante de algo más grande.

Gran parte del libro salió de anotaciones hechas en estos cuadernos

Gran parte del libro salió de anotaciones hechas en estos cuadernos

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El proceso de trabajo fue muy distinto al de “Días de viaje”, que escribí y edité de manera intensiva en nueve meses en los que casi no me dediqué a otra cosa.

“El síndrome de París”, en cambio, fue tomando forma más despacio
mientras nadaba cincuenta idas y vueltas en la pileta,
mientras desidealizaba un estilo de vida,
mientras tenía miedo de desilusionar,
mientras buscaba respuestas acerca de la muerte,
mientras me sentía perdida
y me enamoraba de L
y llenaba journals
y abría un blog nuevo
y me volvía más loca de los cuadernos
y escuchaba llover en Biarritz.
Creció cuando frené,
cuando dejé de ser viajera y volví a ser lectora
y tuve un escritorio de vidrio en el que pegué post-it rosas con recordatorios de autores que admiro:
“Escribí borradores de mierda”,
“La buena escritura consiste en decir la verdad”,
“Escribí el libro que querés leer”,
Write hard and clear about what hurts”.
Y entendí que para escribir no hay más truco que sentarse todos los días,
no dejar de mover la mano
y permitir que el cuerpo duela.

En algún lado leí que escribir un libro es como en ir en auto por una ruta oscura. Solo se ven pocos metros pero son los suficientes para seguir avanzando y llegar a destino. Empecé “El síndrome de París” sin saber que se llamaría así, durante más de un año no tuvo nombre hasta que me di cuenta. Lo empecé con una idea y una estructura y terminó siendo otra cosa, es un libro que mutó mientras lo escribía, al igual que yo. En ese proceso fue muy importante tener un editor como José, que además de corregirme y orientarme hizo de psicólogo y coach motivacional. Hay escritores que tienen un censor interno, yo tengo un mini José que me habla cuando él no está: “Aniko, eso no, cambiá ese comienzo, esa frase está buenísima, ampliá esa imagen, extendé ese momento, no te permito publicar eso, si ponés esa palabra sacás mi nombre del libro”, y así. Es algo que le pasa a muchas autoras que trabajan con José, ya hicimos una reunión sin él y lo comprobamos. También fue muy importante tener a una ilustradora y amiga como Vero que supo entender la estética visual que buscaba para este libro.

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Este fue el primer adelanto que me mandó.

“Ya no puedo ver la tapa de tu primer libro”,
me dijo Vero, que también ilustró “Días de viaje”.
“Yo ya no puedo leer mi primer libro”, le dije.
“Mirá cuando digamos lo mismo de este,
que ahora nos encanta,
mirá cuando no podamos verlo más”.
Es parte de una evolución, supongo.
“Ya no sos la del primer libro”,
me dijo José en alguna de nuestras tardes de edición.
“Este libro es transformador”,
me dijo Andrea, que casi no me conocía, la segunda vez que me vio.
“Se publica para desenamorarse”,
leí, no sé dónde.
Y por eso debe ser que llegué hasta acá otra vez.

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Fragmento de otra de las ilustraciones del libro, by vero gatti

Soñé que la presentación era así:
iba muy poca gente,
mi papá decía mi sobrenombre de la infancia adelante de todos,
la presentadora se ponía nerviosa y se atragantaba,
José se escondía entre el público,
Vero también,
me dejaban sola,
había un empleado de supermercado anunciando las ofertas del día por altoparlante,
caía un satélite sobre el colegio de al lado
y una mujer avisaba que algunos de los autos estaban arruinados.
Abría las cajas y la imprenta me había mandado otro libro:
una novela gráfica escrita por un italiano.

Los espero el 13 de abril en Matienzo y veremos si todo eso se cumple. (Daré más info de la presentación cuando se acerque la fecha, por ahora agenden nomás). Y si quieren comprar el libro en preventa, ya está disponible en mi Tienda a precio especial y con regalitos (se entrega a partir del 13 de abril). Prometo que apenas salga de imprenta le sacaré un montón de fotos y hasta le haré un videíto para que puedan verlo más de cerca. Mientras tanto, a esperar.

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