Los preparativos de un viaje agotan. No sólo físicamente, sino más bien mentalmente.

La primera pregunta es —suponiendo que pudiéramos viajar a cualquier destino del mundo, más allá de las limitaciones económicas—: ¿A dónde voy? Algunos optan por los lugares “conocidos”, otros por los lugares “seguros” (vaya uno a saber qué significado le da esta gente a estos términos), muchos prefieren ir cerca, algunos buscan lo exótico e impredecible, otros —aunque usted no lo crea— no sienten el impulso ni la necesidad de moverse de los metros cuadrados de La Tierra que le pertenecen (aunque sea una pertenencia efímera). Lamentablemente (para algunos, no para mí), nací con alma nómade y no puedo estar quieta; además, siempre pienso en grande: yo no quiero conocer un país, quiero conocer El Mundo, así, con mayúsculas.

Esta vez decidí optar por un continente que me atrae hace tiempo: ASIA. No se aceptan las preguntas del tipo ¿Hacia dónde vas? seguidas de una sonrisa que demuestra la supuesta creatividad del juego de palabras. Asia dónde voy querés saber. Fijate.

Una vez elegido el destino, empieza la investigación. A menos, claro, que uno contrate un paquete turístico que incluya, a saber: traslados aéreos, traslado terrestre desde el aeropuerto hasta el hotel (cinco estrellas, of course), alfombra roja hasta la playa, tours en combi con aire acondicionado por la ciudad, botones que lleve las valijas y abanique a los visitantes, espectáculos prearmados, escenografía para fotos típicas, encuentros casuales con los locales en lugares predeterminados, papel higiénico y cepillo de dientes.

Exagero, sí, un poco, pero es más la cantidad de gente que no sabe nada acerca del lugar al que va, que la que se toma el tiempo de investigar algo acerca de la historia, cultura y lenguaje del país o región. Tengo un amigo para presentarles: se llama Lonely Planet. Es una de las biblias de los viajeros  AUNQUE, como todo libro sagrado, no hay que creer todo lo que dice ni tampoco seguir sus preceptos al pie de la letra. Nació como una guía y morirá como una guía, no como un único camino hacia la salvación. Segundo mejor amigo: los foros de viajeros. Y los amigos, conocidos, amigosde, que viajaron y están dispuestos a contar todo.

Bien. Ya sabemos ubicar nuestro futuro viaje en el mapa. Incluso estamos tentados de trazar una linea de puntos de una ciudad a otra, indicando el camino a recorrer. Pero lo más probable es, si hacemos el viaje sin limitaciones de tiempo, que el recorrido se vaya modificando (incluso definiendo) a medida que caminemos.

Caminante no hay camino, dicen.

Ahora empieza la tortura mental.

Es una tortura de esas que no duelen, pero que tampoco conoce horas de descanso.

Una vez que tenemos toda la información necesaria, que sabemos decir hola, gracias, por favor, cómoleva en los quince dialectos del país, que nos aprendimos de memoria los milímetros de lluvia que caen cada mes, que somos capaces de nombrar, sin repetir y sin soplar, los ingredientes de las comidas típicas de cada pueblo, preparense, porque ahí empiezan las preguntas.

Cada noche me voy a dormir con un nuevo dilema existencial: ¿Mochila o carrito? ¿Efectivo, tarjeta o traveller’s checks? ¿Ropa de abrigo? ¿Hará frío en un lugar tan tropical? Seguro que voy y llueve, y yo sin paraguas. ¿Voy lo más liviana posible y me compro la ropa allá? ¿En qué país empiezo el recorrido? Viajando por Latinoamérica tenía un camino, digamos, “lógico”: siempre hacia el norte. Pero ahora, ¿cómo uno esta cantidad de países dispersados que no siguen ningún orden aparente? ¿Tibet o no Tibet? ¿Hablar o no hablar de Myanmar? ¿A la India sola o acompañada? Cada día, una nueva pregunta.

Un lugar por el que hay que pasar obligatoriamente antes de partir: vacuNation.

Según me dijeron, por lo menos diez pinchazos. A los miedosos les digo, lo lamento, pero no pueden abstenerse. La salud ante todo. Es como llenar un álbum de figuritas: Hepatitis A, late, Hepatitis B, late, Fiebre Amarilla, late, Fiebre Tifoidea, late, Polio, late, Meningitis, late, Tétanos-Difteria, late, Rabia, nola, Encefalitis Japonesa, nola (dicen que es la difícil, no se consigue en Argentina). Me faltan dos de nueve, nada mal. Lástima que no son intercambiables, cada cual tiene que completar su propio álbum.

Y después, la tarea más desafiante: hacer la mochila, lo más completa y liviana posible. Dos términos difíciles de conciliar, especialmente por lo de liviana. Pero es así, nada mejor que viajar lo menos cargado posible. Cuantos menos objetos, menos preocupaciones y más lugar para guardar experiencias e historias.

Ya falta poco. A tachar los días nomás.

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