3 de abril, Barcelona

Querido Blog:

Para qué te voy a mentir. Podría hacer de cuenta que te escribo desde una ventana que da a algún bosque nevado de Suecia. Podría decirte que los renos pasean por enfrente de mi casa y que siento el olor de los árboles.

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Pero no.

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Te escribo sentada frente a una ventana que da a la plaza de toros de Barcelona, con la lluvia que no para de caer. Llegué hace unos días y la ciudad me atrapó otra vez (sigo tan enamorada de Barcelona como antes). Este regreso, sin embargo, fue distinto a mi regreso de Marruecos (acerca del cual todavía no te conté). Volver de Marruecos, fue raro. Fue gris. No sé si hablar de esto en esta carta… ¿O sí? Bueno, brevemente.

Te voy a contar un secreto: existe algo conocido como La Depresión Post Viaje. Bah, no sé si existe, pero a mí me pasa y por eso le puse ese nombre. Volver de un viaje implica pasar del movimiento constante a la quietud, de la incertidumbre a lo seguro, de ser el elemento novedoso en un lugar desconocido a ser una más en un lugar más que conocido. Volver de un viaje implica pasar de no saber dónde vas a dormir, dónde vas a comer, a quién vas a conocer, por dónde te va a llevar el camino, a tener todo más o menos ordenado y sin mucho lugar para la espontaneidad. Volver de un lugar tan intenso, colorido, bullicioso y acelerado como Marruecos acarrea una depresión (llamémosla tristeza, sensación de vacío, miedo a la inmovilidad) segura. ¿Sabés por qué? Yo creo que en cada viaje, en cada paisaje y en cada persona voy dejando un pedacito mío, un poquito de alma, por decirlo de alguna manera. Entonces cuando me voy siento que  dejo algo atrás, siento eso de “¡¿Qué hago acá?! Que alguien me explique en qué momento decidí volver y por qué”… Siento que parte de mí queda en un lugar al que nunca jamás volveré. Porque si bien puedo regresar al mismo lugar (físicamente), la experiencia va a ser distinta, la gente que voy a conocer va a ser otra, mi estado va a ser diferente (es imposible que un ser humano esté siempre igual). Por eso volver es tan difícil, ¿entendés? Este tema da para largo…

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Si bien mi regreso de Marruecos a Barcelona duró solamente cinco días (porque después de eso me fui a Suecia) y no fue el regreso tradicional (no volví a Buenos Aires sino a Barcelona, a una ciudad que me encanta y en la que todavía me queda muchísimo por descubrir), igualmente sufrí esa depresión. Y Suecia, ay Suecia… Ese viajecito fue la cura perfecta. Un viaje para curar la depresión post-viaje. ¿Quién lo hubiese dicho?

[singlepic id=4947 w=800 float=center] Bienvenidos…

Volví de Suecia mucho más tranquila. Y, pequeño detalle: enferma. Apenas me subí al avión de vuelta de Skellefteå empecé a estornudar y a sentirme bastante mal. Mi cuerpo dijo basta. Eso de estar casi dos meses girando por Marruecos, volver a Barcelona, irme a Suecia, dormir cuatro horas por día y pasar de los cero grados a los 25 en cuatro horas (que es lo que dura el vuelo de Laponia Sueca a Girona) me mató. Así que estuve todo el fin de semana en cama y recién hoy me siento un poco mejor. Pero como te decía, este regreso fue distinto. A pesar de estar enferma, volví de muy buen humor y con el alma contenta.

¿Dónde nos habíamos quedado en la carta anterior? Ah sí, el anteúltimo día de viaje, Miguel y yo volvimos en el auto de Tova y Bob (la pareja que nos alojó en su B&B) a Skellefteå para tomar el vuelo a Girona al día siguiente. A eso de las 8 pm nos reencontramos con David y Florent (nuestros otros compañeros de blogtrip que hicieron una ruta distinta a la nuestra) y hablamos eufóricos acerca de la aurora boreal, los renos (que nosotros no vimos pero ellos sí), la aurora boreal, su visita a los Sami, la aurora boreal, la experiencia de la moto de nieve, la aurora boreal, la comida y la aurora boreal otra vez. En algún momento la charla se puso muy divertida y a los cuatro nos agarró un ataque de risa. Y no eran solamente risas, eran carcajadas de esas que no podés contener y que te hacen llorar. Estuvimos diez minutos llorando de risa como cuatro salames, tratando de no hacer mucho ruido para no molestar al resto de los huéspedes. Otra gran medicina, la risa.

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Cuando terminamos de cenar decidimos salir a caminar un poco por la ciudad y adiviná qué: empezó a nevar. Para mí, que soy una principiante en esto de la nieve, ver cómo caen los copos del cielo es algo mágico. Agarramos cuatro paraguas y nos fuimos por ahí. Te juro que fue como si nos metiéramos adentro de una novela policial. Imaginate este ambiente: casas con puertas y ventanas totalmente cerradas, farolas empañadas en las veredas, la nieve que cae y se acumula, bicicletas estacionadas, silencio, ni un alma en la calle, cuatro extranjeros y cuatro paraguas, huellas misteriosas, un cementerio. Sí, había un cementerio al lado del hotel, con las lápidas hundidas en la nieve y todo. También vimos unas huellas rarísimas, de un par de zapatos estilo Aladdino (y de número, por lo menos, 45) y pisadas de un animal (¿un zorro tal vez? ¿Un Sasquatch de pies pequeños?). Yo subí a una montaña de nieve para sacar una foto y quedé enterrada casi hasta la cadera. Mirá, saqué algunas fotos, aunque no usé el trípode y salieron medio chungas.

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[singlepic id=4956 w=800 float=center] Esta fue de cuando quedé enterrada en la nieve y Miguel acudió al rescate.

Y la mañana siguiente, después de cinco días en Laponia Suecia, tomamos el vuelo de RyanAir de vuelta a Girona. Se me pasó rapidísimo y, cuando me di cuenta, ya estaba de vuelta en Barcelona. Así que eso es todo, Blog. The Dream is Over, como cantaba una de mis personas preferidas. Se terminó este pequeño e intenso viaje onírico y próximamente vendrán otros distintos. Si bien vi muy poco de Suecia, puedo decirte que en este viaje aprendí varias cosas:

1. Que la naturaleza es un gran desestresante. A mí, por lo menos, me da muchísima paz y felicidad.

2. Que la risa es una de las mejores medicinas. Imaginate si todos nos dedicáramos a reírnos a carcajadas (de esas que te sacan las lágrimas) por lo menos una vez al día… El mundo sería un lugar mucho más relajado y alegre. Y si todos nos riéramos de nosotros mismos, aún mejor.

3. Que desde que te creé (o “te conocí”) empecé a conocer gente muy afín a mí, con los mismos sueños, con los mismos ideales, con la misma pasión por viajar. Así que gracias. Creo que no hubiese sido posible sin vos. Cuando empecé nunca me imaginé que iba a llegar a tener charlas de blogs, wordpress, blogtrips y viajes con otras personas (sin quedar como una loca que habla constantemente de blogs).

4. Que, como leí alguna vez, el mundo necesita gente que ame lo que hace. Las personas apasionadas por su trabajo no aportan más que cosas positivas, más allá de que se equivoquen y tropiecen de vez en cuando. Todos nacemos con un talento y creo que una de las misiones más importantes que tenemos es descubrirlo y aprovecharlo, sea cual sea. Si ofrecemos nuestro talento al mundo, estaremos haciendo algo para mejorarle la existencia a los demás y a nosotros mismos.

5. Que cada persona que me voy cruzando en el camino me enseña algo, ya sea acerca del mundo, de sí misma o de mí misma. De todos se aprende.

5. Que cuanto más viajo, siento que menos conozco. Es como el “sólo sé que no sé nada”. Cuando más mundo conozco, más me doy cuenta de que me queda muchísimo más por descubrir y que, probablemente, no me dará la vida para verlo todo.

 6. Que volver de un viaje es como despertar de un sueño. A veces podemos despertarnos con una sensación de felicidad, a veces con melancolía, a veces con tristeza, a veces con tranquilidad. Todo depende de cómo fue el sueño y de dónde nos despertamos.

Bueno Blog, me voy a pasear bajo la lluvia y aprovechar mis últimas dos semanas acá…

No creas que me olvidé: Feliz cumple. Felices dos años de vida. Ya te haré un post cumpleañero.

Nos vemos por ahí,

Aniko

[singlepic id=4959 w=800 float=center] Adopté a una geisha con superpoderes, ahora se dedica a viajar conmigo :)