[box type=”star”]Este post forma parte de la serie Amigate con Buenos Aires, un intento de reconciliarme con mi ciudad después de dieciséis meses sin verla. Podés leer la serie completa acá.[/box]

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¿Nunca sentiste como si fueses víctima de un reality show al estilo Truman Show, donde todo el mundo sabe que te están filmando menos vos? ¿Nunca dijiste “pará… es una joda de Tinelli, no”? ¿Nunca pensaste “esto es demasiado raro para ser cierto”?

A mí me pasa bastante seguido, especialmente cuando viajo. Creo que a todos nos pasa cuando viajamos, ya que todo lo que nos rodea es “nuevo”, “raro” y “sorprendente” y es lógico que las situaciones que vivimos sean “nuevas”, “raras” y “sorprendentes”. Pero me parece aún mejor cuando esto nos pasa en nuestro lugar de origen, cuando lo conocido se tiñe de bizarro, lo cotidiano se altera y vivimos un momento cargado de Realismo Mágico (mi género literario preferido, les comento).

Estos días me está pasando bastante.

Todo empezó, creo (ya ni sé), cuando iba en el colectivo rumbo a Belgrano y vi, en uno de los carteles de las paradas, la siguiente calco:

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Como saben (o no), esta serie de posts denominada Amigate con Buenos Aires surgió gracias a la inspiración de una de las calcos de Proyecto Calco en la que decía, simplemente, “Amigate”. La tenía pegada en el espejo de mi casa y la leía todos los días; de repente una tarde me inspiró, una cosa llevó a la otra y terminé escribiendo posts de amor desenfrenado hacia Buenos Aires, ciudad que me encanta y me desencanta. Unos días después, además, me choqué con la calco “Sorprendete” en las escaleras del subte y todo empezó a tornarse… sospechoso. Hace dos días, cuando vi la calco de “Sonreí” pegada en la parada del bondi me reí sola (¡funcionó!) y después pensé: “Acá hay algo raro, las calcos me persiguen”. Y así fue como empezó lo que voy a denominar Día de Persecución de Carteles Bizarros.

Pero antes de eso, un poco más de las situaciones realisticamentemágicas o magísticamentereales que me pasaron estos días.

Como conté en el post anterior, estoy alojando viajeros en el sofá de mi casa. Mis huéspedes actuales son de Estados Unidos (ella) y de Perú (él). Cuando entraron a casa y nos vimos las caras, Oliver (claramente el “él” de esta historia) me dijo que ya nos conocíamos. Libby, ella, me preguntó si había estado en Perú en los últimos meses. Casualmente, sí, estuve. ¿En qué parte? Lima, Cusco, Huaraz, Huacachina, Punta Negra… ¡Nosotros también! ¿Escalaste el Pastoruri? Sí… ¡Nos conocimos ahí! ¿Pero tenías el pelo más largo, no? Así es… Así que mis huéspedes y yo nos conocimos hace unos meses a 5000 metros de altura en el famoso nevado Pastoruri, nunca hablamos ni mantuvimos contacto y ahora, de repente (Couchsurfing de por medio), están en mi casa. No me digan que no es curioso.

[singlepic id=2563 w=625 float=center] Nos conocimos por acá. A la vuelta.

El domingo pasado salimos a caminar y nos fuimos a la casa de otro peruano amigo de Oliver que vive en Buenos Aires hace unos 8 años. Casualmente, muy cerca de mi casa. Para llegar pasamos por una intersección de San Telmo a la que no voy tan seguido los domingos (Cochabamba y Paseo Colón, por ahí) y tuve un “Sorprendete” bis: había mucha vida callejera-artística, mucha gente sentada en la vereda sacando fotos, una feria bajo la autopista y una voz que gritó “¡dale bo, apurate!”, seguido de un grupo de candombe que avanzaba por la calle empedrada. A mí no me engañan: ¡estoy en Montevideo! Seguimos caminando, llegamos hasta Defensa y encontramos una banda muy buena al estilo Dancing Mood que tocaba en la calle. Todo esto está armado para mí, ¿no?  Son esas alegrías de domingo que me da esta ciudad.

[singlepic id=2957 w=625 float=center] Qué lindos que están los árboles florecidos… (las fotos son medio malas, las saqué con el celular)

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Unos días después, mi amiga Delfi (viajera también) y yo bajábamos por el ascensor de mi edificio. Como vivo en el piso 18, el trayecto da para charlar. Íbamos con la vecina del 19, una señora que debe tener unos… ¿80 años? Delfi me preguntó qué lugares iba a recorrer en mi próximo viaje y yo le dije que en principio planeaba ir a España, Portugal y Marruecos. Cuando llegamos a la planta baja, la señora, que obviamente había escuchado todo, me dijo: “¡Hacen muy bien chicas! ¡Hay que viajar! Yo de joven me la pasé viajando, me recorrí todo y me casé recién a los 55. ¡Disfruten que son jóvenes!”. Inesperado. Quiero ser su amiga y que me invite a tomar el té para charlar de viajes.

Y ahora sí, los carteles cómicos que me encontré por Buenos Aires.

[singlepic id=2947 w=625 float=center] La ferretería con más buena onda del mundo. ¡Quiero nylon para los nervios!

[singlepic id=2948 w=625 float=center] Lo de “Pronto Navidad” me hizo mucha gracia, no sé por qué.

[singlepic id=2949 w=625 float=center] Sin palabras. Cuando lo leí, tardé un rato en caer en quién era “santa”.

[singlepic id=2950 w=625 float=center] ¿Alguien necesita detective?

[singlepic id=2951 w=625 float=center] ¿Cuántos años tiene este cartel? ¡Yo ya tuve dengue! ¿Me gano algo?

[singlepic id=2952 w=625 float=center] Lo rasparon con forma de carita feliz.

[singlepic id=2953 w=625 float=center] Hay paroooooooooo!!!

[singlepic id=2954 w=625 float=center] ¡Minga!

[singlepic id=2955 w=625 float=center] …y un cassette dejado a su suerte.

Y el último, al que no le saqué foto no sé por qué, fue genial. En una esquina de Belgrano R hay una verdulería que da a la calle. Las frutas están apiladas, muy prolijitas. Encima de las frutas hay un cartel electrónico (?) (no sé cómo se llama este tipo de cartel) de fondo negro por dónde avanza un mensaje en letras rojas: “HAY LIMA”, decía, y las letras se iban corriendo de derecha a izquierda y se perdían en el margen del cartel. Después volvían a entrar: HAY LIMA, anunciaban. Mi imaginación me dijo: Seguro que ahora van a poner “Hay lima, y hacemos las mejores caipirinhas del barrio”. Pero no.

¿Será que la que cambió es mi mirada y tengo el Modo:Bizarro ON?