I. Los no-preparativos

Saqué el pasaje sin pensarlo. Estaba en Penang (Malasia) con mi amiga china Tippi al lado, mirando los precios de AirAsia en internet. Había decidido ir a China hacía pocos días y ella fue la que me dijo Andá a Chengdu así nos encontramos una semana después en Lijiang, que está cerca. Perfecto. Saqué el pasaje para Chengdu nomás, sin tener ni idea del lugar en el que iba a aterrizar.

Los días previos no planee demasiado. Voy a ser sincera: no planee nada. Leí un poco acerca de Chengdu y nada más. Estaba tan concentrada escribiendo artículos y disfrutando los días con Delfi, mi amiga argentina con la que pasé una semana en Malasia, que no tuve tiempo de nada y el día llegó demasiado rápido. Me dejaré sorprender, pensé confiada y canchera.

(Al margen: cuanto más viajo más me pasa lo siguiente: ¿cómo planear un viaje cuando ese viaje ya no es un paréntesis sino parte de mi vida cotidiana? Sería como querer planear con anticipación lo que quiero hacer durante dos meses en Buenos Aires, salvando las distancias.)

Pocos días antes de tomar el avión me fui enterando de algunos datos y empecé a caer en la magnitud que implica viajar a China. Primero, temperatura en Chengdu: 5 grados. Bárbaro, después de un año ininterrumpido de verano y humedad, un poco de frío no viene mal, aunque lo de 5 grados fue medio shock. Pero bien, Tippi me prestó ropa de invierno y me compré unas medias largas (?). Otro día, una mujer que acababa de volver de Chengdu me dijo así al pasar “…es una ciudad de más de 10 millones de habitantes…”. Y yo, QUÉ. Y mi amiga Delfi me dijo una gran certeza: acostumbrate, es China, todo va a venir en grandes cantidades. Ajá.

II. Volando por ahí

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Llegué al aeropuerto de Kuala Lumpur tranquila. Aunque en la sala de embarque empecé a caer. Entraron unos 400 chinos en malón (tantos, que pensé que Air Asia iba a poner dos o tres aviones para el vuelo), hablando fuertísimo, riéndose, peleándose (o no, a veces uno no sabe en qué tono se están tratando). 400 chinos y yo. Si había cinco extranjeros más era mucho.

El avión de Air Asia era un Xtra-Large (así lo llaman), con espacio para 400 chinos. Y yo. Nunca, juro que nunca, vi gente tan (perdón pero necesito el término argentino) quilombera como los chinos con los que compartí el avión. Hablaron a los gritos durante las 4 horas de vuelo, algunos incluso se levantaron del asiento mientras el avión despegaba (las azafatas se hartaron de rogarles educadamente y los hicieron sentar a la fuerza), el capitán tuvo que pedirles por los altoparlantes que se quedaran sentados porque había turbulencia. Tremendo. Agitaron como locos. Faltaba que se tiraran papelitos y tizas de un asiento al otro.

Apenas aterrizamos salieron todos abalanzados. Nunca vi semejante velocidad.

Hice la fila para tomar uno de los taxis oficiales del aeropuerto hacia la casa de Susie, la chica de Couchsurfing que me está alojando, y ahí empezó la historia.

Taxista: —我们去哪儿?(apelo a Google Translate para lograr más efecto, no tengo idea qué me dijo el hombre)
Le muestro mi ipod con la dirección de Susie escrita en chino.
—完美,让?
—Yes.
Y pienso: sí, supongo que sí. A rezar.

Susie me había dicho que fuese hasta la puerta principal de la Universidad Tecnológica de Chengdu y que la llamara para que me buscara ahí, ya que su casa está adentro del complejo universitario y es difícil de encontrar. Detalle: me subo al taxi, intento llamarla con mi número de Malasia y una voz en chino me dice:  对不起,没有这个通话信用. No tengo más crédito. Es la 1 de la mañana y no tengo manera de avisarle a Susie que ya llegué y que tiene que buscarme en la puerta. Esta noche duermo afuera.

El taxista me deja en la puerta de la Universidad, pero yo pienso: No me bajo de acá sin haber llamado a Susie. “Charla” entre el taxista y yo:

—English?
—不,不,我不明白
—I need to call my friend (podría haberlo dicho en castellano que daba igual)
—我们到达时,得到
—My friend, call.
Y le señalo mi celular desesperada.
—是的,大学就在这里
Se me ocurre hacerle escuchar la grabación que dice que no tengo más crédito.
—啊!但你有没有更多的功劳!
Le señalo su celular. Y me lo presta. VAMOS TODAVÍA. La llamo a Susie y le aviso que estoy.
—xie xie (gracias), le digo al taxista (lo único que sé decir en chino)
—欢迎你

Sospecho que me paseó pero lo perdono porque me prestó el celular y me salvó la vida.

Llega Susie y nos vamos a su casa. Me voy a dormir, por fin. Y la mañana siguiente me despierto… en China, en una ciudad donde nadie habla inglés, en el país con mayor cantidad de habitantes del mundo, en el corazón de Asia.

Todavía no termino de caer.

***

Primeras imágenes de Chengdu

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