Este es un post que empecé a escribir hace más de un año y dejé en borrador. Hoy lo encontré de casualidad, lo releí, y sentí que era hora de publicarlo. Sigo pensando igual que cuando lo redacté. Va en respuesta a todos los que me escriben contándome que quieren viajar pero tienen mucho miedo. Momento de autoayuda en Viajando por ahí.

[singlepic id=7871 w=625 float=center] Ilustración de mi amiga Vero Gatti que refleja muy bien el espíritu de este post…

Esto ya lo conté, pero viene al caso: en enero de 2008, unos días antes de salir de viaje por primera vez, me tiré en la cama de mi cuarto y me largué a llorar. Mi mamá vino a ver qué me pasaba y yo le dije, como una nena chiquita: “¡No me quiero ir! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡Tengo mucho miedo!”. Mi colectivo a Bolivia salía en tres días y yo empezaba a darme cuenta de lo que estaba por hacer. Acababa de terminar una carrera universitaria y en vez de seguir el camino socialmente esperado (universidad – trabajo fijo – buen sueldo – auto/casa – casamiento – hijos – jubilación) iba a irme de viaje por ahí, sola, sin rumbo, sin fechas, sin destino y con un plan de vida no convencional.

Todos esos miedos y prejuicios que habían intentando inculcarme y que yo no había querido escuchar aparecieron de golpe: empecé a convencerme de que estaba loca, de que iba derecho hacia el robo, el secuestro, la violación y una muerte segura (en ese orden). Una persona llegó a decirme que dudaba que yo volviera viva de ese viaje (qué lindo comentario para decirle a alguien que estaba por cumplir lo que más quería en su vida, ¿no?). Pero… ¿y si tenían razón? ¿Si me pasaba lo peor? ¿Si el mundo era un lugar tan malo como querían hacerme creer?

[singlepic id=7869 w=350 float=center]  “La preocupación le da una sombra grande a las cosas pequeñas” (de thingsweforget.blogspot.com)

1. “Quiero viajar pero tengo miedo”

Hace meses que recibo el mismo mail: personas de todas partes de América Latina (y que sean de América Latina es por una cuestión de idioma nomás, porque conocí gente que me dijo lo mismo en inglés) me escriben diciéndome que su mayor sueño es vivir viajando, que saben que serían felices haciéndolo pero que no son capaces de salir porque los frena (los paraliza) el miedo: “¿De qué voy a trabajar? ¿Y si me quedo sin plata? ¿Y si no me puedo comunicar con la gente? ¿Y si me pasa algo malo? ¿Y si me enfermo? ¿Y si me roban? ¿Y si me secuestran? ¿Y si…?”.

 [singlepic id=7880 w=625 float=center] Este nene me tenía miedo por verme tan distinta. Después entró en confianza y jugamos a sacar fotos durante un largo rato. Indonesia.

Es normal tenerle miedo a lo desconocido. Más aún cuando lo desconocido implica salir de la zona de confort, irse a lugares nuevos, vivir sin rutinas pre-armadas, sin caminos señalizados y sin una guía que explique paso a paso cómo hacerlo sin equivocaciones. Estamos acostumbrados a seguir una ruta de vida más o menos estándar y cuando nos salimos de ese camino aparecen cientos de dudas, preguntas y miedos. Y aparecen, también, personas que intentan convencernos de que estamos locos y de que lo que queremos hacer es imposible y, más allá de eso, muy peligroso. Los miedosos, perdonen que lo diga así, son ellos. Así que traten de no escucharlos demasiado.

 [singlepic id=7883 h=625 float=center] Sépanlo: no hace falta ser así para irse de viaje.

Lamentablemente, hoy es normal tenerle miedo a viajar. Digo “lamentablemente” porque me da mucha pena que sea así, ya que tenerle miedo a viajar implica, en gran parte, tenerle miedo al otro, al ser humano que vive dentro de un marco cultural distinto, que habla otro idioma y que tiene otras costumbres (si lo pienso, todos mis miedos en aquel entonces tenían que ver con el daño que otra persona pudiera inflingirme y no con “perderme” o “enfermarme” o “estar lejos de casa”). Y digo “es normal”, porque es un miedo que se genera gratuitamente y todos los días: en casa, por los medios de comunicación y su perpetuación de estereotipos falsos y nocivos (¿hace falta que dé ejemplos?); afuera, por los hoteles all-inclusive (parte de su negocio es hacerle creer a sus huéspedes que “afuera” —el pueblo, la ciudad— es peligroso y que la seguridad está “adentro” —en el hotel—). También es normal tener miedo de “quedarse sin dinero” o “no conseguir trabajo”, pero de eso hablo en otros posts…

[singlepic id=7887 h=625 float=center] En los medios suelen salir cosas así…

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[singlepic id=7888 w=625 float=center]  Yo, hasta hora, me encontré con sonrisas por todas partes.

[singlepic id=7891 w=625 float=center] Con pedidos de fotos

[singlepic id=7885 w=625 float=center] Con personas que compartieron su plato de comida conmigo

Cuántas veces me dijeron que no me crucé con gente mala “de casualidad” o que lo mío es una locura pero que tengo mucha suerte y por eso no me pasa nada. O sea que ya vengo con una racha de seis años y treinta+ países de buena suerte: ¡qué afortunada! ¿A quién le habré vendido el alma? ¿Cómo habré hecho para tener tantas experiencias buenas y tan pocas malas (que las tuve, eh)? No creo que se deba solamente a la suerte. Mejor dicho: no puede deberse solamente a la suerte.

 [singlepic id=7897 w=625 float=center] Lo cierto es que en todas partes del mundo la gente tiene su rutina, y todos quieren (queremos) vivir tranquilos…

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Viajando por América Latina conocí a una suiza que se había venido sola, de mochilera también, y le pregunté qué le habían dicho sus allegados ante su plan. Quería saber si esto del miedo a viajar era algo propio de Argentina o si también ocurría en otras partes del mundo. Me contó que su familia y sus amigos estaban preocupadísimos y que le habían dicho que en América Latina “todos eran guerrilleros y estaban armados” y que venirse era como una sentencia de muerte. Ella estaba viajando hacía meses y estaba muy feliz. En Asia pregunté si alguna vez habían soñado con ir a Sudamérica y me dijeron que era muy lejos y que les daba miedo.

 [singlepic id=7876 w=625 float=center] Pero si hacemos las mismas cosas que ustedes! 

[singlepic id=7875 h=625 float=center] Lo que cambia es el paisaje.

[singlepic id=7878 w=625 float=center] Y sí, es cierto que hay costumbres (muy) distintas, pero no por eso mejores o peores ni malas o buenas.

[singlepic id=7879 h=625 float=center] A mí me hubiese encantado haber pasado los domingos con mi familia mirando los trenes.

Lo lejano genera temor en todas partes del mundo: nosotros les tememos a ellos y ellos a nosotros, ¿y con qué fin? ¿Qué es lo que nos da miedo del otro? ¿Qué hay de bueno en tenernos miedo? Tal vez a muchos les sirva de excusa para nunca salir: “Mejor no me voy, a ver si me pasa algo…”. Mi filosofía siempre fue: “Si me tiene que pasar algo, me va a pasar en China o en la puerta de mi casa”. Cuando me dicen que soy muy valiente me causa un poco de gracia: soy muy miedosa e insegura en muchas cosas, y creo que más que valiente soy una chica que se anima porque quiere vivir feliz y cree en la bondad más allá de todo.

2. Las buenas noticias no salen en los diarios (a menos que sean demasiado extraordinarias)

[singlepic id=7874 w=625 float=center]  Esta historia, por ejemplo, debería haber salido en la tapa de algún diario malayo… “Chica perdida en Asia fue ayudada por familia indonesia”

Antes de salir de Buenos Aires sabía que además de viajar quería dedicarme a derribar prejuicios. Siempre me sonó a utópico e idealista, pero aún hoy sigo firme en esa misión con el objetivo de demostrar que ser “blanco”, “negro”, “asiático”, “musulmán”, “judío”, “hombre”, “mujer” no nos hace ser “buenos” o “malos”, “mejores” o “peores”. Con esto no quiero decir que la gente mala (o la maldad en sí) no exista, claro que existe y está en todas partes del mundo (todos somos una mezcla de bien y mal). No hace falta que les recuerde que pasan cosas horribles todos los días: hay guerras, matanzas, robos, asesinatos, secuestros, torturas, violaciones, injusticias y miles de actos nefastos que nos condenan como especie. Pero parece que sí hace falta que les recuerde que, entremedio, pasan millones de cosas buenas. Por eso uno puede dedicarse a ver solamente lo malo y no querer salir de su casa nunca más o uno puede dedicarse a ver (y generar) actos buenos y darse cuenta de que la bondad y la hospitalidad predominan.

[singlepic id=7881 w=625 float=center] Esta mujer me guió en su bicicleta cuando me perdí entre los arrozales en China.

Mi amiga Aldana (viajera también) me dijo una vez: “En el mundo hay mucha más gente buena que mala, lo que pasa es que la mala tiene más prensa”. Y no puedo estar más de acuerdo. Si una persona mata a otra, sale en todos los diarios. Pero las cientos de familias que me alojaron en sus casas, las miles de personas que me dieron de comer, las decenas de madres sustitutas que me cuidaron en el camino, todos los que me recibieron en su tierra con una sonrisa y me ayudaron a seguir camino no aparecen en ningún medio (en mi blog sí :) ). Toda esa bondad es invisible al resto del mundo y queda en el recuerdo de quienes formaron parte. Piensen: ¿acaso ustedes nunca participaron en actos buenos? Sí, todos los días (casi siempre son detalles que nos alegran el día y no un hecho, como nos hacen creer los medios, del estilo “un taxista encontró una valija con un millón de dólares y la devolvió”). ¿Y nunca se pusieron a pensar que si esas noticias son invisibles (en realidad, para el concepto actual de “noticia”, ni siquiera son noticia) es porque son las que más abundan (y las que menos venden)?

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Si yo escribiera un periódico (al estilo ce-ene-ene) de mis viajes, los titulares serían algo así: Cuatro chinas me invitaron a tomar el té y a pasar la tarde con ellas (y aunque no pudimos hablar en el mismo idioma nos reímos mucho), Una indonesia me abrazó mientras yo lloraba sobre su hombro, Una china me recibió en su departamento frente al mar y me dejó vivir con ella durante semanas a cambio de nada, Un chileno nos levantó en la ruta cuando hacíamos dedo, nos regaló su carpa y nos invitó a comer y dormir en su casaTuve dengue y la doctora guatemalteca me cuidó como si fuese su hija (y hasta hoy me sigue mandando mensajes por Facebook), 30 mujeres de todas partes del mundo se pelean por el título de madre sustituta :), Una nena camboyana se me subió encima mientras escribía en mi cuaderno y me hizo varias preguntas en su idioma, Un cocinero marroquí me regaló una galletita cuando me vio asomada a su local. Y podría seguir páginas y páginas…

[singlepic id=7899 w=625 float=center] Love is all around…

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[singlepic id=7892 w=625 float=center] y atardeceres también (este en Colonia, Uruguay)

Entonces les pregunto a todos los que me escriben con miedo a viajar: ¿miedo a qué? ¿Miedo a enfermarse? Puede ser, pero eso también les puede pasar en sus casas, y médicos hay en todas partes; ¿miedo a que les roben? pasa en todos lados; ¿miedo a no tener ingresos? tendrán que usar su ingenio y encontrar algo que les permita seguir camino (eso ya es tarea de cada uno); ¿miedo a perderse? siempre habrá mapas o personas a quienes pedirle indicaciones. Pero por favor no le tengan miedo al otro. Hay que ser precavido y confiar en el instinto siempre (porque aprovechadores hay en todos lados), pero nunca dejar de viajar por miedo a una nacionalidad, religión o grupo humano determinado.

 [singlepic id=7886 w=625 float=center] A primera vista, Marruecos fue uno de los lugares más exóticos que visité, y también uno de mis preferidos.

Es verdad: yo también tuve mucho miedo. Pero hoy miro hacia atrás y no me avergüenzo de lo que sentí, al contrario, creo que era lógico y normal tenerle miedo a lo desconocido. Nunca había viajado sola tanto tiempo, nunca me había ido de mochilera por países desconocidos, nunca había estado tan a la deriva, nunca había decidido cumplir mi sueño y todo eso me generaba temor. Esa fue la primera y única vez que lloré por miedo a viajar (después lloré por muchas otras cosas), pero tuve que experimentar eso que me daba tanto miedo para darme cuenta de que ese temor no hacía más que frenarme. Cuando empecé a viajar entendí que toda esa gente que yo veía como “desconocida, maléfica, sin rostro” eran seres humanos igual que yo, con sus sueños, felicidades, tristezas, trabajos, afectos, deseos y vidas (y con sus miedos también). No encontré monstruos que se hacían pasar por humanos, sino personas que se vestían distinto, que comían otras cosas, que hablaban de otra manera pero que en el fondo (en su esencia) eran como yo (y como vos).

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Por suerte decidí salir y hoy puedo escribirles todo esto, pero imaginen si hubiese hecho caso a todas esas voces y hubiese perdido el pasaje de ida a Bolivia… Este blog no existiría y yo sería una soñadora más, con muchas ganas de viajar pero con mucho miedo a hacerlo.

Yo no puedo asegurarles que no les pasará nada si se van de viaje, pero sí puedo asegurarles que si tienen muchas ganas de viajar por el mundo y no se van por miedo, es mucho más lo que se van a perder que lo que van a ganar quedándose en su casa.

 [singlepic id=7890 w=625 float=center]  Eso!