Los viajes tienen una gran carga onírica. Llegar a un país nuevo se parece mucho a estar soñando —especialmente si el traslado entre un punto y otro se hace en avión—: de repente estás en un escenario desconocido, todo a tu alrededor está funcionando normalmente (“normalmente” para ese lugar) pero vos no conocés las reglas y sabés que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento.Seguir leyendo...