Cada vez que nos mudamos de zona en Tokio pienso que cambiamos de ciudad. Durante estas tres semanas vivimos en Sumida, Shibuya, Shinagawa y Kawasaki y cada traslado fue como llegar a un destino nuevo. Tal vez esto de pensar que un lugar está desconectado del anterior sea el resultado de viajar bajo tierra o en trenes híper rápidos. El síndrome del metro. Cuando vi Tokio por primera vez, desde la ventana del tren que nos trajo del aeropuerto, me pareció que era todo más o menos igual: cables, edificios, carteles, mucho gris. Al menos desde cierta altura y a toda velocidad se veía así, como el estereotipo de la gran ciudad de cemento. Tampoco sabía qué esperar de una metrópolis donde conviven 39 millones de personas, además de viviendas angostas apiladas una encima de la otra y mucha gente junta.

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Me gustan mucho las ciudades grandes, sobre todo las capitales, porque me parece que concentran la esencia cultural del país y son una buena introducción al modo de ser de la gente. Si tengo tiempo, trato de pasar algunos días o semanas en la capital antes de ir a conocer el interior. Soy muy urbana y disfruto mucho la vida entre construcciones altas, pero a la vez suelo llegar a una ciudad nueva con desconfianza. Seguro que acá me roban o me pierdo. Seguro que no voy a conectar con la gente. Seguro que es la típica gran ciudad gris donde cada cual está en la suya. Y Tokio, como dije en el post anterior, me daba miedo. Muy grande, mucha gente, mucho idioma que no entiendo, muy lejos.

En general las ciudades vienen acompañadas de instructivos obligatorios para el turista: si vas a tal ciudad, no podés dejar de ver, dos puntos, tal museo, esa calle, aquel mercado, este monumento. Comé tal cosa, subí a tal transporte, comprá ese objeto, tachá cada uno de estos puntos de tu lista y ya está, conociste todo. Podés ir a la siguiente ciudad y volver a empezar. Cuando me puse a investigar acerca de Tokio, leí que lo mejor para conocerla era caminar al azar, perderse, subir a un tren y bajar en cualquier estación, vivir y absorber la atmósfera de cada barrio. Una ciudad hecha para los wanderers. Me pareció tan lindo que lo copié en mi cuaderno y me lo guardé como instructivo personal. También copié esta frase: “Tokio es una constelación de ciudades” y me la imaginé como una galaxia de lugares interconectados pero distintos. Un sistema solar de planetas bizarros.

Me imaginaba algo así.

Me imaginaba algo así. (Disclaimer: la chica no es japonesa y lo de atrás son grullas.)

Desde el primer día —o el segundo, cuando me lo permitió el jet-lag— salí a caminar y no hizo falta que me propusiera explorar nada, cada aspecto de Tokio fue apareciendo solo, en mi cara. Hay ciudades que, a pesar de su complejidad intrínseca, son dentro de todo fáciles de definir porque tienen uno o dos elementos fuertes y están hechas de eso: “mezcla de colonial y moderno”, “ciudad medieval”, “monorriel y templos callejeros”, “ciudad latina que se cree europea”. Con Tokio me pasa que cada vez que descubro algo nuevo siento que encontré “la” definición, que eso es lo que la representa, que ahora sí entendí todo, hasta que camino unos metros más o me bajo en una estación nueva y todo se resetea. Voy tomando notas y escribo, por ejemplo: Tokio es la ciudad donde todos usan paraguas + en Tokio hay comida de plástico + Tokio está repleta de máquinas para hacer todo + hay bicis sin atar + todos están de traje + todo es muy cute + (…). Y cada día sumo algo nuevo a la ecuación, que al final termina siendo un rompecabezas donde cada pieza es independiente pero necesaria para formar la imagen final, que no tengo idea cuál es. Armé una lista larguísima de piezas que intentaré encastrar acá, sin repetir y sin soplar, y sin orden de importancia, a la cuenta de tres:

En Tokio hay máquinas expendedoras en cada cuadra. Por un dólar podés sacar una botella de agua, por un poco más un jugo o gaseosa. También hay máquinas que venden cigarrillos, paraguas, comida y, dice la leyenda, bombachas usadas. Todavía no vi de esas. Hay máquinas para otras cosas, también: máquinas para comprar los boletos de transporte, para cargar la tarjeta Suica o Pasmo, para pedir la comida en un restaurante, para sacar peluches, para jugar, para ganar plata, para perder plata, para secarte las manos. Hay inodoros electrónicos con botoneras multifunción y shows donde bailan robots. Y si bien debe haber más aparatos electrónicos por cabeza que en ninguna otra parte del mundo, los japoneses me parecen de las personas más amables, cálidas y serviciales que conocí. Quiero decir, que a pesar de tanta tecnología no están alienados ni fueron reemplazados por sus propias máquinas. Al menos por ahora, al menos los que yo conocí.

Las famosas "vending machines" de Japón.

Las famosas “vending machines” de Japón.

Máquina para ir al baño.

Máquina para ir al baño.

Show de robots. No fui, es muy caro (80 dólares por 2 horas) y dicen que es un tourist trap.

Show de robots. No fui, es muy caro (80 dólares por 2 horas) y dicen que es un tourist trap.

Máquina para pedir comida. Pagás, te da un ticket y se lo das al cocinero.

Máquina para pedir comida. Pagás, te da un ticket y se lo das al cocinero. A veces hay menúes en inglés, sino podés guiarte por las fotos que suelen estar afuera del local.

Máquinas para sacar peluches.

Máquinas para sacar peluches.

Tokio tiene el sistema de transporte urbano más complejo y extenso del mundo. Hay más de 503 estaciones, varias líneas de tren, el metro y unos mapas de conexiones más difíciles de resolver que el cubo rubik. Todo es súmamente puntual. Dicen que el máximo retraso que tuvo un tren alguna vez fue de 18 segundos. Cada vez que llego a una estación me siento perdida, aunque todo está explicado en inglés y en realidad es fácil. Hay veces que me paso diez minutos buscando la salida a la calle y me agarra una leve claustrofobia (una salida da a un shopping, la otra da a un subsuelo, otra da a otro tren, otra a un cajero y así). La estación de Shinjuku, por ejemplo, es la más concurrida del mundo, con más de 3.6 millones de pasajeros por día. Tiene más de 200 salidas y pareciera que solo una da a la calle. A ver si la encuentran.

Una estación por dentro

Una estación por dentro

Todo está muy bien indicado. Pero como en el resto de Tokio, la sobredosis de información me termina mareando.

Todo está muy bien indicado. Pero como en el resto de Tokio, la sobredosis de información me termina mareando.

Y aún así, con el mejor transporte público, mucha gente elige ir en bici.

Y aún así, con el mejor transporte público, mucha gente elige ir en bici.

En Tokio es muy común ver a nenes de seis o siete años caminando solos por la calle o tomando el tren sin la compañía de adultos. La primera vez que me crucé a un grupo de nenas de uniforme pensé que estaban haciendo alguna excursión escolar y que el adulto responsable estaba más adelante. Después vi que iban solas. Algunas agarradas de la mano de sus amiguitas, otras hablando por celular, todas con mochilas enormes, zapatitos impecables y las medias altas.

Las vi por primera vez en una estación de tren.

Las vi por primera vez en una estación de tren.

Iba caminando solo.

Iba caminando solo.

Tokio es la metrópolis más poblada del mundo y uno de los lugares más seguros que conocí. Los chicos van solos por la calle, las bicicletas no se atan, los juguetes quedan tirados afuera, los paraguas se ponen a secar en las puertas, los hombres llevan la billetera en el bolsillo de atrás del pantalón, las mujeres van con las carteras abiertas, las puertas de las casas no se suelen cerrar con llave. No hace falta que cuentes el vuelto porque nunca te dan de menos. Dicen que si perdés cualquier objeto de valor en la calle nadie lo toca, sino que lo dejan en el mismo lugar donde se te cayó para que puedas volver sobre tus pasos y recuperarlo. Durante la semana que vivimos en Ebisu vimos una bicicleta tirada sobre un puente. Estuvo en la misma posición todos los días, durante cinco días, hasta que alguien la levantó del piso y la apoyó contra un poste. Nunca caminé tan relajada por una ciudad, a cualquier hora del día o la noche. Uno de nuestros anfitriones volvió a su casa, no encontró su bici y salió corriendo a la policía pensando que se la habían robado, hasta que se acordó que había ido al supermercado y la había dejado ahí.

Los juguetes quedan afuera.

Los juguetes quedan afuera.

Las bicis estacionadas en cualquier lado, la gran mayoría sin atar.

Las bicis estacionadas en cualquier lado, la gran mayoría sin atar.

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Tokio es extremadamente limpia. Casi no hay contenedores de basura en las veredas pero no se ven papeles tirados en el piso, con excepción de alguna que otra colilla de cigarrillo. Como la basura se separa, los japoneses tiran los deshechos en sus casas. Se nota que hay respeto por el espacio público: no se puede fumar al aire libre, excepto en zonas designadas, vi mujeres barriendo hojas secas (porque no hay otra cosa que barrer), no hay autos estacionados en las veredas (está prohibido), muchas casas y edificios tienen jardines en el frente. Un papel en la vereda queda más desubicado que un pescado en la nieve.

Prohibido fumar en la calle.

Prohibido fumar en la calle.

Plantas en los frentes.

Plantas en los frentes.

Calles limpias.

Calles limpias.

Decoraciones.

Decoraciones.

Espacios designados para fumar.

Espacios designados para fumar.

En Tokio —y otras partes de Japón— hay sellos para coleccionar. Me lo contó una lectora que estuvo acá: en las estaciones, parques, templos y otros lugares públicos hay sellos puestos para que las gente los estampe en sus cuadernos y los coleccione. El JR, una de las líneas de tren, tiene un sello distinto en cada estación. A veces se ven a padres e hijos haciendo stamp rallys en busca de estos sellos. Me dijeron que también hay cuadernos de caligrafía especiales para que los monjes de los templos los firmen.

La primera vez que encontré esta mesa con el sello grité de emoción.

La primera vez que encontré esta mesa con el sello grité de emoción.

Estaba en una estación de tren.

Estaba en una estación de tren.

En Tokio hay cafés con gatos. También hay cafés con búhos, conejos, puercoespines y serpientes. Como muchos japoneses no tienen mascotas pero aman a los animales, hay cafés donde pueden ir a acariciarlos. Los turnos suelen ser de 30 minutos o una hora y más que cafés son como livings amplios donde los animales hacen lo que quieren y uno les hace compañía.

Cat café

Cat café

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El "Owl cafe" no me gustó tanto porque los tienen atados a los búhos.

El “Owl cafe” no me gustó tanto porque los tienen atados a los búhos.

Tokio es el reino de la papelería. No pensé que existía una sociedad donde la papelería formase parte inseparable de la vida cotidiana. Para mí la papelería siempre fue un lujo, casi un capricho, algo para usar durante el tiempo libre. Acá hay cuadernos para todo: agendas para el trabajo, cuadernos de gastos, cuadernos de salud, cuaderno para que te firme el monje, cuadernos para scrapbooking. La oferta de agendas es algo que no vi en mi vida —estoy acostumbrada a que cada año, en Argentina, tenés las cinco mismas opciones de agendas: las de Mafalda, las de Maitena, las lisas y ahora alguna nueva de Monoblock y listo—. La sobreoferta de lápices, marcadores, biromes, sellos, stickers, washi tapes, papeles de carta, cuadernos, carpetas y demás me va a provocar convulsiones en cualquier momento. Tuve que comprarme un carrito para cargar todo lo que me estoy comprando. Si te interesa, armé “La ruta de las papelerías en Tokio” en escribir.me, mi blog de escritura.

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Parece haber mucho fanatismo por Francia. La mitad de los negocios (de lo que sea: comida, papelería, ropa, farmacia) tiene nombre francés: bleu bleuet, aimez le style, passage mignon, galerie doux dimanche. Hay platos con motivos franceses y stickers de la Torre Eiffel y washi tapes con dibujos de París y ropa con frases en francés y panaderías francesas con panes franceses. Siento que estoy viendo las raíces del síndrome de París, los orígenes, el por qué. Aman a L porque es francés, a veces le dicen palabras en francés y ya hubo dos japonesas que se lo quisieron levantar en mi cara. Ojito.

Tienda francesa

Tienda francesa

París y Tokio.

París y Tokio.

En Tokio hasta hacer una compra implica todo un ritual. Cada vez que entro a un negocio escucho al coro de vendedores diciendo irasshaimase (bienvenido) y otras palabras de las que solamente entiendo arigato (gracias) y wakari mashita (entendido). Es un coro a destiempo, además, porque cada vendedor te lo dice cuando entrás en su campo visual, así que se termina convirtiendo en el sonido de fondo constante de cualquier tienda o shopping. Acá los shoppings, ya que estamos, son más department stores donde todo esta junto, que shoppings con tiendas separadas. Cada vez que voy a pagar me dicen muchas cosas que no entiendo. Aprendí que la plata o la tarjeta de crédito no se pone directamente sobre el mostrador sino en una bandejita designada para eso (si no la pongo ahí, ellos la agarran de la mesa, la ponen en la bandejita y dos segundos después la vuelven a agarrar para hacer el cobro). Todo se agarra y se entrega con dos manos: las tarjetas, la plata, el recibo, los papeles, las bolsas. Una vez finalizada la transacción, la persona de la caja sonríe, agradece y hace una reverencia como muestra de respeto. A mí me dan ganas de abrazarlos.

Hasta este señor me sonrío a lo lejos.

Hasta este señor me sonrío a lo lejos.

Hasta los carteles te hacen reverencias.

Y hasta los carteles te hacen reverencias.

Hay ciertas reglas y pasos que se siguen al pie de la letra, aunque no sean necesarios. Ayer por ejemplo fui a una clínica a hacerme ver un bulto raro que me salió en la mandíbula. La recepcionista me dio un número, me señaló una pantalla en la sala de espera, me dijo “wait call” y me dio a entender que me llamarían. No tuve ni tiempo de sentarme en la sala de espera, que estaba vacía: apenas me entregó el número —con dos manos— y mis dedos entraron en contacto con el papel, la pantalla cambió y apareció mi número. Acto seguido, mientras caminé hacia el consultorio que me habían designado y que no estaba a más de cinco metros, la misma recepcionista se paró, prendió el micrófono, le dio un golpecito para ver que funcionara, se aclaró la garganta y anunció por altoparlantes que Aniko-san debía acercarse al consultorio número 1, por favor.

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En Tokio casi todos los hombres están de traje, incluso los días feriados. La imagen del businessman tokiota caminando con un portafolio (o a veces una cartera) es muy común. Como en Japón se trabaja mucho, hay hombres que no vuelven a sus casas a dormir sino que se alojan en algún hotel o en cápsulas cerca del trabajo. La sociedad japonesa es muy compleja y todavía está fuera de mi entendimiento, pero acá van algunos datos: los estudios indican que las parejas tienen cada vez menos sexo y que las nuevas generaciones no tienen interés ni ganas de tener hijos, Japón es el país más envejecido y longevo del mundo, la primera causa de muerte en hombres entre 26 y 44 años es el suicidio. Hay un bosque donde la gente va a suicidarse.

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La ciudad tiene muchos puntos de reunión. Como en el resto de Asia, los encuentros casi siempre giran en torno a la comida. Restaurantes no faltan, hay en todas las cuadras, en muchos casos uno pegado al otro o distribuidos en varios pisos del mismo edificio. Hay sushi pero es más común ver otras comidas, como el ramen. El midnight ramen, o ir a tomar sopa después de medianoche, es una costumbre normal. También es común ir a karaokes, juntarse a jugar videojuegos, pasar la noche en el ciber o frente a las máquinas de pachinko. Como los restaurantes suelen ser chiquitos y tener una barra larga o pocas mesas pegadas, a veces es común que tu vecino te hable. Uno me preguntó de dónde era y cuando dije Argentina me dijo “bife de chorizo y vino tinto” mientras su amigo hacía unos pasos de tango mezclados con flamenco. “Los japoneses somos muy tranquilos hasta que tomamos”, nos dijo Joji, nuestro nuevo amigo japonés. “Una vez me emborraché en China y me desnudé y fue muy peligroso porque China es muy estricta con el nudismo. Here in Japan no problem with naked”, nos contó.

Ramen de medianoche

Ramen de medianoche

Ramen

Ramen

En el karaoke con nuestros anfitriones de Airbnb

En el karaoke con nuestros anfitriones de Airbnb

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Gente jugando al pachinko

Gente jugando al pachinko

Los restaurantes tienen vidrieras con réplicas hiperrealistas en plástico de la comida que sirven, lo cual nos facilita mucho las cosas a quienes no hablamos japonés. Es toda una industria y hay restaurantes que gastan mucha plata en tener las mejores réplicas. Son tan reales que a veces las tocamos con un dedo para comprobar si eso que parece sopa es líquido o no. Cuando fuimos a comer afuera por primera vez le sacamos una foto a la réplica del plato que queríamos y se la mostramos al chef, que no hablaba inglés. Ahora nos acostumbramos a comer con los ojos. Una sola vez nos llevamos un fiasco y hubiésemos preferido comer la réplica, que parecía mucho más rica que el plato que nos trajeron.

Comida de plástico

Comida de plástico

Comida de plástico + detalle cute

Comida de plástico + detalle cute

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En Tokio hay una sobredosis de kawaii. Todo es muy cute y adorable. Cualquier cartel tiene dibujado un gatito o una frutita, las colegialas van con peluches colgando de la mochila, las frutas vienen con fundas, se ven hombres grandes sacando Pikachus de las máquinas de pescar peluches. Hice mi lista informal de cosas que a los japoneses les gustan: los monstruitos, las cosas blanditas que se aprietan (como panes de gomaespuma, por ejemplo), réplicas en miniatura de comida, los sellitos, los imanes, los stickers, cualquier objeto con un dibujo de Snoopy, lo chiquito, las toallas de mano, las fundas para libros, los animales bebés. En esta ciudad hay jugueterías para chicos y grandes.

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Estas caritas se aprietan

Estas caritas se aprietan

Torta cute

Torta cute

Hasta la esponja para lavar los platos es linda

Hasta la esponja para lavar los platos es linda

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Visto en la vía pública

Visto en la vía pública

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se ganó un peluche

se ganó un peluche

A pesar de ser una ciudad grande y moderna, se siguen viendo cosas tradicionales. Hay barrios más antiguos, como Yanaka o Sumida, donde las casas son bajas, las calles son curvas y hay mercados al aire libre. También hay templos, ofrendas y altares. En Tokio está el mercado de pescado más grande y concurrido del mundo. También hay parques, calesitas y ríos. Dicho esto, también se ven cosas futuristas: los inodoros enchufados a la pared ya me parece algo de los Supersónicos, hay torres, luces, robots y cementerios luminosos.

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Casa tradicional

Casa tradicional

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Hay una sobredosis de información visual que en ciertos barrios roza el spam. La primera vez que fui a Shibuya me sentí abrumada por tanto cartel, publicidad y negocios, hasta que llegué a Shinkuju y agradecí no saber japonés, así mi cerebro bloquea los caracteres, no se recalienta leyendo tanto a la vez y ve todo como “tiras de colores contra el cielo”. En ciertas partes de la ciudad todo está abarrotado: los carteles, los negocios, la gente. Hasta Godzilla. Creo que si entendiera todo lo que dicen los carteles tendría un colapso mental.

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Primera vez en Shibuya

Primera vez en Shibuya

Demasiada información (aunque también hay que aclarar que esta es una de las calles más turísticas de Tokio)

Demasiada información

Al fondo está Godzilla (Shinjuku)

Al fondo está Godzilla (Shinjuku)

El cruce de Shibuya, donde a veces cruzan 2500 personas a la vez

El cruce de Shibuya, donde a veces cruzan 2500 personas a la vez

Hay una cultura geek importante. En Japón es muy común ser fan de algo y Akihabara es la meca de los fans: hay torres con ocho pisos de los videojuegos más complejos que vi en mi vida y gente que parece ser muy experta. Diría que pasan el día entero ahí adentro. La tecnología es inseparable de la vida cotidiana, al igual que el consumo y las posibilidades de shopping. La variedad es algo que me asombra. A veces extraño el chino de la vuelta de casa, donde si hay dos marcas de yogur o más de cuatro tipo de fideos es demasiado.

Nunca vi gente jugando videojuegos de esta manera.

Nunca vi gente jugando videojuegos de esta manera.

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Tokio es una ciudad silenciosa pero llena de sonidos. Además de los saludos constantes de los vendedores, todas las escaleras mecánicas hablan (son grabaciones para ayudar a quienes tienen problemas de accesibilidad), los baños y los lugares en general tienen música ambiental, a veces se escucha jazz en la calle, a veces se escuchan grabaciones de mujeres en la calle, siempre hay anuncios por altoparlantes, los trenes y metros anuncian las estaciones y agradecen a los pasajeros por usar el servicio, el ramen se toma haciendo ruido (para demostrar que está rico) y el ruido fuertísimo de las máquinas de pachinko me hace pensar que el mundo entró en interferencia.

En Tokio, además:

podés ver prácticas de sumo a través de una ventana,

hay un señor que se viste de colegiala y va todos los domingos a Yoyogi Park,

hay grupos de rockabilly que se visten al estilo Elvis y bailan al aire libre,

hay konbinis (convenience stores, como el 7-Eleven, abiertos las 24 horas) por todos lados,

es muy común que la gente haga reverencias (vi a un guardia del metro haciéndole reverencias al tren que entraba a la estación),

cuando hablan inglés le agregan una O a todo: hot-o, credit-o card-o, set-o menu, y te entienden mejor si hacés lo mismo,

las calles no tienen nombre,

las horas pico son mareas de gente pero siguen siendo ordenadas,

la gente se queda dormida en los trenes y no está mal visto, al contrario, eso demuestra que están trabajando mucho,

todos parecen tener paraguas,

siempre hay gente haciendo fila para cosas que no sé.

Y también:

Hay paraguas de todo tipo

Hay paraguas de todo tipo

El del clima da el pronóstico con ese palo-mano.

El del clima da el pronóstico con ese palo-mano.

Que encontré a la venta!

Que encontré a la venta!

Sobrevivieron los tamagotchis.

Sobrevivieron los tamagotchis.

Se usan las sandalias con medias.

Se usan las sandalias con medias.

La gente se sorprende por detalles.

La gente se sorprende por detalles.

Está la escalera mecánica más corta del mundo (en Kawasaki)

Está la escalera mecánica más corta del mundo (en Kawasaki)

Podés imprimirte en 3D.

Podés imprimirte en 3D.

Y podés mirar la ciudad desde el piso 46.

Y podés mirar la ciudad desde el piso 46.

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Y como en cualquier ciudad del mundo, en Tokio hay muchas contradicciones. No ves gente besándose en público pero hay prostíbulos que ofrecen sus servicios con afiches, fotos y pantallas a todo color y de día en la calle. Las noticias dicen que los japoneses casi no tienen sexo pero en Tokio hay sex shops de seis pisos donde ofrecen productos temáticos como si te estuviesen vendiendo caramelos. No se puede fumar en los espacios públicos pero sí en los restaurantes al lado de la gente que come. Los chicos van solos por la calle pero también ves carteles diciendo que tengas cuidado con el upskirting y los viejos verdes. La gente está muy pegada a la pantalla pero sigue habiendo un culto muy grande al papel.

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Y seguramente me está faltando mencionar un montón de cosas porque este rompecabezas se agranda cada vez que salgo a caminar y parece no tener bordes. Muchas de estas piezas, además, pertenecen a todo Japón y no solo a Tokio.

Todos los días, en algún momento, me siento perdida y me parece normal. Me acostumbré a no entender, otra vez. A no saber qué me dicen y a no poder leer. Vivo con jet-lag y esta ciudad no es buena para eso. Así como Tokio es una constelación de ciudades, también es una constelación de turistas. Veo extranjeros de vez en cuando, en zonas muy puntuales como Shinjuku, Harajuku, algún templo. Después, solo japoneses. Me siento perdida y a la vez no, porque la ciudad es muy amable y me hizo ponerme en contacto con cosas que había dejado en pausa, como las caminatas largas, la escritura, la papelería. Y tengo insomnio porque mi cabeza está hecha una réplica de Tokio, llena de carteles y pensamientos abarrotados. Es que hay tanto que quiero explorar que quisiera estar despierta todo el tiempo.

*

[box type=”star”]Información útil para visitar Tokio:

Este post se hizo larguísimo y no sé si alguien seguirá ahí. Les voy a dar algunos datos básicos por si están pensando en viajar a Tokio. Más adelante haré una guía práctica de Japón donde incluiré más cosas. Si tienen dudas puntuales, déjenlas en los comentarios.

Alojamiento: creo que lo más difícil es elegir (o saber) en qué zona alojarse. Nosotros optamos por hacer Airbnb en distintas partes de la ciudad (Sumida, Meguro y Shinagawa) y tuvimos muy buenas experiencias. En comparación con otros tipos de alojamiento, es lo más barato (pagamos un promedio de 15-20 dólares la noche cada uno por un cuarto privado con acceso a toda la casa) y te permite conocer a la gente local. También pasamos unos días en el hostel On the Marks de Kawasaki. Está un poco más alejado de Tokio que los otros barrios (Kawasaki es una ciudad aparte) pero está bueno para conocer otra zona y ver a otros viajeros. Una cama estilo cápsula cuesta ¥2500 (25 usd).

Comida: todavía no me amigué del todo con la comida japonesa. Lo más barato lo encuentran en los konbini (convenience stores como 7-Eleven): hay bandejas de comida preparada desde ¥300/400 (3/4 usd). Si van a comer afuera, van a gastar unos ¥700-1100 (7-11 usd) mínimo por comida, como barato. Y de ahí para arriba. El agua de la canilla se puede tomar, sino una botella de medio litro cuesta unos ¥120 (usd 1.20).

Transporte: el transporte público te lleva a todos lados. Si van a estar varios días, les conviene sacar la tarjeta Pasmo o Suica e ir cargándola con plata. Un viaje en metro cuesta ¥200 (2 usd) y en tren dentro de la ciudad desde ¥150 (1.50 usd). A veces hay que hacer combinaciones y el costo se suma. La ciudad es linda para caminar, pero las distancias son muy largas para hacer todo a pie.

Aeropuerto: para ir del aeropuerto a la ciudad usen los trenes o el colectivo, no tomen taxi porque es carísimo. En tren se tarda entre una hora y media o dos y cuesta unos 14 dólares (según el recorrido que hagan).

Si quieren ir siguiendo mi viaje en tiempo real, los invito a pasar por mi Instagram. [/box]