Diario de viaje offline: de París a Moscú en tren
Cuando me despierto de la siesta es de noche. Veo el techo cerca de mi nariz, como si mi cama estuviese levitando, y por unos segundos no me acuerdo dónde estoy. Vuelvo a ser consciente del movimiento y de los sonidos y me doy cuenta de que las dos señoras rusas no pararon de hablar desde que me dormí, fueron la voz en off de mi siesta. Me gusta escucharlas sin entender. El ruso me suena, de ratos, parecido al portugués en su manera suave de pronunciar las cosas. A veces capto alguna de las palabras que dicen, como Estambul, Anna Frank, baguette, frenchis y algo que suena como hokus pokus. El resto del tiempo es como escuchar una canción que no conozco pero que por algún motivo me reconforta. Una de las mujeres abre un tupper y empieza a comer tiras de paprika con la mano. La provodnitsa se asoma al camarote para ofrecernos un té. Ya no puedo ver la nieve por la ventana, pero intuyo que seguimos avanzando por espacios abiertos, solitarios y cubiertos de blanco como esta mañana. Son las 4.40 de la tarde. Por la hora, estamos pasando por Polonia.
En el camarote somos cuatro: las dos mujeres, la hija adolescente de una de ellas y yo. Todas nos subimos ayer en Gare de l’Est, hace ya casi 24 horas, para hacer uno de los viajes en tren más largos de Europa: París – Moscú. Compartimos un espacio con cuatro camas (dos arriba —que se pliegan durante el día— y dos abajo) y una mesita plegable con cuatro tazas. Tenemos tarjetas magnéticas para entrar al camarote, diales para controlar la temperatura del compartimento y dos baños al final del pasillo. En cada vagón hay ocho camarotes como el nuestro y una azafata rusa —la provodnitsa— a cargo de cuidar a su grupo de pasajeros. Cada vez que el tren frena, las provodnitsas se abrigan, se bajan y se paran frente a la puerta de su vagón para recibir a los pasajeros, con la simetría y coordinación de un equipo de nado sincronizado. Durante el resto del viaje, se encargan de pedir los boletos, de limpiar los camarotes y el baño, de hacer cualquier anuncio importante y de darnos, por unos rublos, té ruso y café instantáneo. La nuestra tiene un tapado azul hasta el piso, botas con corderito y un sombrero de piel. Es como la niñera del vagón y no habla inglés. Este tren es ruso y todas las indicaciones, folletos y anuncios están en cirílico.
Conozco mis motivos para hacer un viaje de 42 horas en tren, pero me intrigan los de mis compañeras. ¿Miedo a volar? ¿Amor por la velocidad del tren, que va al ritmo de los pensamientos? ¿Nostalgia? ¿Comodidad? En mi caso, no me imaginaba este viaje en otro transporte que no fuese un tren. La idea de ir a Rusia surgió en diciembre, cuando le dije a L que necesitaba hacer un viaje de desconexión. Viajar sin computadora debe ser (es) la fantasía del nómada digital, por la contradicción que genera de solo pensarlo. “Cuando empecé a viajar no tenía celular, ni laptop, ni emails por responder, ni redes sociales, ni necesidad de wifi, ni 3G omnipresente. Necesito volver a eso”, le dije a L, “necesito viajar por viajar, sin pensar en los posts ni en las fotos que voy a publicar”. Cuando L propuso Moscú, algo adentro mío dijo sí. Ahí es. Al final él no pudo viajar y yo decidí irme sola, como en los viejos tiempos. Puse un autorresponder en el mail, un aviso de “Cerrado por vacaciones” en mis redes, dejé la computadora en Biarritz, apagué el 3G y me tomé vacaciones por primera vez en varios años.
Un cartel de neón indica que afuera hace -10 grados y que faltan 20 horas para llegar a la capital rusa. El trayecto París – Moscú es el segundo viaje en tren más largo de Europa, después de Niza – Moscú: son 3483 km, pasando por Alemania, Polonia y Bielorrusia. Hay quien hace un retiro de meditación vipassana para desconectarse por un rato del mundo. Yo, que no puedo meditar estando quieta, solo necesito un tren. Paso gran parte del viaje escribiendo en mi libreta. También vine para esto: escribir. O, tal vez, vine solo para esto. Haberme subido a este tren sin las distracciones de internet, sin trabajo por entregar, sin asuntos urgentes que resolver, con una agenda vacía (sin agenda) es mi manera de permitirme escribir todo el tiempo que quiera, sin interrupciones y sin la obligación de tener que publicar nada. Vine a viajar porque sí y a escribir porque sí. Este es mi retiro de escritura, mi viaje en tren al interior.
La provodnitsa se asoma para avisarnos que estamos por entrar a Bielorrusia. Me doy cuenta porque las tres mujeres preparan sus pasaportes. Saco el mío y empieza el efecto madre.
—¿Viajás sola? —me pregunta una de ellas en inglés básico.
Le digo que sí y sonrío. Me preguntan si voy a Moscú a estudiar o de visita, si es mi primera vez ahí, si alguien me espera, si tengo amigos. Quieren saber dónde voy a dormir y cómo voy a pagar el hostel: cash, credit card, money? Les digo que con tarjeta y hablan entre ellas. Me preguntan cómo voy a ir hasta mi hostel: metro, taxi? Cuando digo “metro”, la que está sentada al lado mío dice algo que interpreto como “pasame la cartera”. Le alcanzo un bolso que está a mi costado, abre su billetera y me da 100 rublos (un poco más de un euro): “For metro”. Le digo que no, intento devolvérselos y los mete en mi cuaderno. Me sonríe y sigue hablando con su amiga, que me pregunta de dónde soy.
Hace quince minutos que el oficial de migraciones bielorruso se fue con mi pasaporte y no sé si el tren está frenado por mi culpa o si esta espera es normal. Me preguntó por qué no tengo visa de tránsito, le dije que no la necesito por ser argentina y se fue a hablar por teléfono. Ahora estoy dudando de mi afirmación. ¿Y si lo de visa free no cuenta para los que entran en tren? ¿Y si vine mal informada? No tengo manera de chequear otra vez ni de mostrarle la web de la embajada, el roaming cuesta 18 euros el mega y el wifi del tren solo está habilitado para teléfonos con número ruso. No hay tecnología para calmar mi ansiedad y está bien, por eso vine a desconectarme, pero empiezo a preocuparme. Hace mucho frío como para que me dejen varada acá, en una estación en medio de la nieve en Bielorrusia a las 11 de la noche. ¿Me tocará escribir la crónica de cuando me bajaron del tren por no tener una visa? Por algún motivo no lo veo como algo terrible, excepto por el frío, para el que no estoy preparada, aunque si me deportYA ESTÁ. El oficial acaba de devolverme el pasaporte sellado sin hacerme preguntas. Las tres mujeres me sonríen aliviadas, como si hubiesen sabido algo que yo no.
El tren queda estacionado durante al menos una hora. Dicen que el coche comedor va a abrir más tarde, pero ya van a ser las doce de la noche y me muero de hambre. Me acerco a la cocinita del fondo del vagón —donde siempre suele estar la provodnitsa— para lavar una manzana. Apenas abro la canilla escucho que alguien grita “no, no, no!”. La provodnitsa viene corriendo, me cierra la canilla, me reta en ruso y cuando me ve la cara de susto hace señas de que abajo están trabajando. Están adaptando el ancho de vía del tren para entrar al ex territorio soviético. Limpio la manzana como puedo, me meto en la cama, leo a Carl Sagan (mi nuevo autor favorito, “Pale blue dot” me parece un gran libro para leer en un viaje como este) y me quedo dormida.
*
Me despierta una música clásica que sale de algún altoparlante cercano y la voz de un señor diciendo algo de Moskva. Estaba soñando que caminaba por una ciudad nueva en pantuflas (así imagina las vacaciones mi inconsciente). Es de mañana y ya entramos a Rusia. No quiero salir de la cama, este tren combina los mejores elementos de un día de invierno: puedo ver los paisajes nevados sin levantar la cabeza de la almohada. Ahora en el camarote somos dos: la mamá y su hija se bajaron anoche en Minsk, quedamos la señora que me dio los rublos y yo. La veo volver al camarote con dos tés negros y dos paquetes de galletitas de vainilla. Los pone en la mesita plegable y me invita a desayunar con ella. Me hace señas de que faltan tres horas para llegar a Moscú, le sonrío y le ofrezco almendras.
Me pongo las medias y me paro frente a la ventana del pasillo a mirar el paisaje. Mis pies se hunden en la alfombra bordó que cubre el espacio común del vagón. El vidrio emana frío, aunque de este lado parece verano. Vamos por bosques y pueblos de pocas casas, veo a un señor caminando con una pala y nieve por las rodillas. Las vías paralelas a las nuestras están cubiertas de blanco. Cada vez que veo diez casas juntas pienso que estamos en las afueras de Moscú, pero después vuelven los espacios vacíos. Escribir es aprender a estar despierto, pienso. Me acabo de dar cuenta de que en nueve días cumplo diez años desde que me fui a Bolivia sola por primera vez, y los festejo con esta vuelva al origen. ¿Y si esto era lo que necesitaba? Reencontrarme con lo que me enamoró de viajar. Ya no sé si quiero vivir en movimiento constante, pero sí quiero movimiento en mi vida. Quizá empiece mi año de los viajes offline, de primero viajar y después contar, o de no contar nada. No sé por qué elegí Rusia, pero ahora mismo, solo por estar en este tren, siento un conexión con el país que no me explico. Quizá esta es la pieza del rompecabezas que me faltaba.
42 horas de viaje después, el tren frena en la última estación: Москва. Todo lo que tengo en Moscú es un hostel reservado y una semana sin planes. No conozco a nadie, nadie me espera, no tengo itinerario ni una lista de cosas por hacer. La señora del camarote saca su valija de abajo de la cama y me hace señas de que la siga. Nos bajamos juntas y caminamos en compañía de un hombre que la estaba esperando en la estación. No sé si es su marido, su hermano, su amigo, su socio o quién. Nieva tanto que cualquier equipaje con ruedas se traba cada pocos metros. Salimos de la estación y la señora me hace señas de que siga al hombre, que me guiará hasta el metro. Él tampoco habla inglés. Caminamos unos veinte pasos, entramos a otra estación, le doy los 100 rublos y me compra una tarjeta con saldo para un viaje. Me muestra dónde estamos en el mapa, me indica dónde tengo que hacer la combinación y se va. En el andén me enfrento a los carteles en cirílico por primera vez, y hacer esa combinación de cinco minutos me lleva más de media hora. Pero no me importa, tengo todo el tiempo del mundo y estas son las cosas que me encantan de viajar: sentirme un poco perdida, desfasada, fuera de mi comodidad. Me gusta tener que descifrar carteles sin acudir a la tecnología, me gusta estar en un lugar donde no entiendo nada. Cuando llego al barrio del hostel y veo todos los autos y edificios de colores pasteles cubiertos de nieve empiezo a hablar sola —cuando un lugar me mueve y no tengo con quién compartirlo, me sale hablar en voz alta. Y digo, con una sonrisa enorme y las manos heladas del frío: qué es este lugar, por favor, qué hago acá. Dejo mis cosas en el hostel, me pongo varias capas de ropa y camino hasta la Plaza Roja. Me quedo parada mirando la iglesia, con el viento frío del invierno ruso en la cara y pienso: “Era esto. Esto era lo que necesitaba: venir a Moscú”. Y tengo la sensación de que no llegué por primera vez a Rusia, sino que volví después de mucho tiempo.
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[box type=star]Info útil para hacer el viaje en tren de París a Moscú:
- Trayecto: el tren París – Moscú es de RZD (Russian Railways) y sale todos los jueves de Gare de l’Est (París) y llega los sábados a eso de las 11 am a la estación Beloruskaya de Moscú. El trayecto dura 42 horas, con paradas de pocos minutos en Estrasburgo, Berlín, Varsovia, Brest y Minsk. Si querés bajarte en las estaciones intermedias, lo mejor es que compres el pasaje por tramos y no directo a Moscú. El tren de Moscú a París sale los martes a las 19:00 y llega los jueves a las 9 de la mañana.
- Precio: el precio del pasaje París – Moscú en 2da clase empieza en €313 (solo ida). Yo lo saqué con dos semanas de anticipación y pagué €338 (les recomiendo sacarlo con tiempo porque se agotan rápido). Lo más fácil es comprarlo en la web de oui.sncf (los trenes franceses). También se puede comprar a través de la web de RZD (es complicada de usar, a mí nunca me aceptó la tarjeta) o por medio de una agencia (con comisión).
- Camarotes: el tren tiene varias clases, todas con cama: 1ra clase (camarotes con dos camas), 2da clase (camarotes con dos camas cuchetas), VIP (camarote privado con cama, baño, ducha y bar). Si viajás sola/o, te pondrán en un camarote con gente de tu mismo sexo. Todo el tren tiene calefacción, yo no pasé frío, aunque afuera hacía -10. En cada vagón hay dos baños y una ducha.
- Comida: el tren tiene restaurante, pero recomiendo llevar comida para tener durante todo el viaje ya que el coche-comedor no está abierto todo el día. Cerca de Gare de l’Est hay supermercados donde podés comprar algo para tomar, frutas, pan y lo que quieras comer durante el trayecto. En cada vagón hay un dispenser de agua fría y caliente que se puede usar durante todo el viaje.
- Visas: yo viajé con pasaporte argentino y no necesité visa, pero sé que a bastantes países sí les piden visa de turismo para Rusia y visa de tránsito para atravesar Bielorrusia, así que asegúrense de tener eso antes de viajar. [/box]
Divino tu post Aniko, como los extrañaba, instagram es una instantánea, pero los post son cuentos.
Me encantó, lo leo una y mil veces, veo los detalles de las fotos, ocupo por instantes tu lugar y disfruto de ese viaje en segunda mano.
Muchas gracias por compartir tus vivencias.
Cariños,
Cecilia
Gracias :)
Me voy a Helsinki, Moscú y a San Petersburgo en junio, no sabés lo que me entusiasma leerte!
Por primera vez haré una parte del viaje sola, y siento una adrenalina tremenda.
Gracias por ser una inspiración!
Besos!
Bren.
Muy lindo tu post ? voy llegando tarde a trabajar por leerme toda tu
Aventura Paris-Moscú ? saludos Aniko. Un fuerte abrazo ?
Me encantó y me quedé con ganas de más <3
Me alegra volver a leerte como hace casi 10 años :-)
Transmitiste el hecho de que las provodnitsas sean cuasi ángeles guardianes. Alguna fotografía de esa coreografía que presentaban en cada estación bajando al unísono?
Saludos!
jeje no me animé a bajarme del tren en las estaciones, hacía un FRÍO.
Soy de los que pidió este post por Instagram a medida que ibas subiendo actualizaciones y fotos del viaje, asi que GRACIAS =)
Hola! Estoy en el laburo tachando días como preso para mis únicos 15 días de vacaciones y leyéndote me subí a ese tren y es raro por que por momentos siento lo que contad, esa sensación de libertad ¿será?. No lo se, gracias por compartir tu experiencia, aunque posiblemente uno nunca conozca todos los lugares a los que fuiste, uno al menos por un instante siente que esta ahí.
Que gran relato..lo acabo de leer y es fantástica la manera como escribes..lo de la Visa tuviste suerte, es cierto que como Argentina no necesitas visa, siempre y cuando el ingreso lo hagas por el Aeropuerto Internacional de Minsk, o que provengas de Rusia pues se considera vuelo interno, por cualquier otro medio, se debe obtener vida en tránsito x dos días, un gran saludo.
Disfruté un montón el post. Lo tenía pendiente desde que lo subiste, y por suerte llegó el momento en que pude sentarme con una buena playlist de Jazz de fondo a leerte. Me quedo, además, con una frase excelente que leí en un comentario de más arriba: “instagram es una instantánea, pero los post son cuentos”
Te mando un abrazo enorme :)
Que belleza Aniko. Estoy almorzando frente a tribunales en buenos aires., y por unos minutos me traslade a este increible viaje en tren que nos compartis. No puedo enumerar la cantidad de sensaciones que producen en mi tus relatos. No hay que solo escribir bien., hay que saber ver, sentir y despues intentar trasmitirlo. Dan ganas de ir a Rusia!.
gracias!
Hace años que te leo y disfruto de cada uno de tus posteos. Qué manera de traspasar la pantalla! Gracias por hacerme viajar! Por ponerle palabras a muchísimas de mis emociones.
Me subo a un avión, barco, tren, auto, cuando puedo… pero viajo cada minuto de mi vida. Nada me hace sentir tan viva como viajar, como sea, en algún medio de transporte o con mi cabeza.
Me encantó este post! Espero ansiosa el resto del relato del viaje a Rusia, destino que me encantaría conocer.
Un beso!
Juana
Es la primera vez que te leo y creo que no sera la última, me sentí siempre conectada con el relato y sentí todo el tiempo que lo estaba escuchando y viviendo en persona, creo que es una inspiración buena para empezar a cumplir sueños y conocer lo que el mundo tiene para ofrecernos, es muy valioso el desconectarse de todo para reencontrarse con uno mismo y con sus sentimientos y emociones, agradezco mucho el que nos compartas tu experiencia y el que permitas que nosotros viajemos contigo a través de la web.
Aniko aún desconozco el motivo que me llevó a leer tu blog, te expreso mi más sincera admiración por compartir tan familiarmente tus experiencias, sin duda alguna todo lo que escribes me llena de mucha expectativa y deseo por conocer todo los lugares que has visitado, más en la forma en que lo haces, una forma poco usual en esta época donde nosotros como jóvenes dependemos un 99% de la tecnología, debo admitir que no acostumbro a comentar este tipo de cosas pero en este caso quede gratamente admirado.
Genial Aniko!
Qué lindo leer un pedacito de la historia que fui siguiendo por Instagram.
Me quedo con ganas de más :)
Primera vez que leo tus hazañas
Admirable
Que bueno volver a leerte! Eres la primera bloger de viajes que comence a seguir y con este nuevo relato recuerdo por q me encantas, la forma en la que describes tus viajes te transporta hasta ellos. Ir a Rusia es uno de mis pendientes y no habia considerado un viaje en tren, ni siquiera lo imaginaba! Pero creo que ahora es asi como quisiera llegar a esas tierras lejanas. Espero tu próximo post para continuar viajando a través de ti por Rusia :) cariños!
Hola Aniko, me encantó tu experiencia en tren a Moscú! Me encantan esas situaciones de viajes con personas que probablemente nunca más en tu vida las veas pero no te las olvidas.
Me encanta como escribís! Me acabo de comprar tu libro para leer en mis vacaciones en el Sur!
Seguramente lo termine en pocos días como todos los posts que subís que los leo sin parar.
Nunca dejes de escribir, los que te seguimos lo esperamos!
Muchos besos!
Muy bueno Aniko! Te aliento a seguir escribiendo porque a los futuros viajeros nos sirve muchísimo.
Grande Aniko!
… :) … Escribir es dejar grabado aquello que el devenir del movimiento puede hacer desaparecer … ;)
Excelente historia, excelente viaje. Me encantas con tus letras: “… escribir es aprender a estar despierta …” Saludos desde Nasca-Peru 😎
Hola, me gusto mucho tu crónica de viaje, ya que es increíblemente descriptiva y me dio una muy buena idea de lo que se siente estar ahí. ¡Solo con leerlo, me dieron ganas de ir, Felicitaciones!
Excelente artículo, la narración extraordinaria
Me encanta tu manera de describir tus viajes.
En unos meses Moscú y sus trenes serán parte de mi primer gran viaje sola, así que leerte sólo me ha dado más ganas de empezar.
Un abrazo
Me encantó escuchar sobre esta experiencia innovadora. Me parece una muy buena idea viajar con esta propósito y compartirlo con otros, espero que otros puedan hacer esto también
Aniko… Definitivamente, una pasada de viaje! Yo no sé si me atrevería a realizarlo sola, pero viendo las imágenes tan espectaculares, la verdad, apetece! Y mucho. Por cierto, gracias por los consejos que me das al final del artículo. Un saludo y una seguidora más de tu blog
Escribís de una manera muy atrapante.
Te consulto: que ventaja tendría hacer este viaje por 330 EUR siendo que en avión sale mucho menos?
Digo, mas allá de tus razones particulares que mencionaste el post. Pero para otra persona, que motivo puede ser? Porque ni siquiera es que podés ir quedándote un par de días en cada ciudad donde para, como para conocer
Hermoso! A veces volver al origen es la respuesta más inspiradora…
Excelente relato, nos ha encantado!
Muchas gracias Aniko, me sentí como que estuviera dentro del tren (y que sana envidia para uno que ama esas cosas jajajaja). Me encanta cómo escribes, de verdad muchas gracias por todo lo que haces :), inspiras a harta gente y también nos transportas a vivir o sentir lo que te pasa con cada lugar (o quedándote quieta también)
Que bueno es tú blog! Me gusto mucho como hablaste sobre un modo differente de viajar. Creo que los trens son un trato de dos por uno. Tienes tu cuarto y carro en uno. Es importante que sepamos sobre otras formas de viajar. Es importante porque viajar en avion es malo para el medio ambiente. Gracias para tu historia y reccomendaciones.