[singlepic id=3665 w=800 float=center] En Punta Negra (Lima, Perú), terminando mi viaje por América latina y con el pelo largo (2008)

No llevaba la cuenta, pero un amigo de Barcelona me hizo caer hace unos días cuando me dijo, con cara de asombro: “¡No puedo creer que llevas cuatro años viajando por el mundo!”.

Si empiezo a contar desde el 28 de enero de 2008, día en que tomé el bus sin pasaje de vuelta de Buenos Aires a La Quiaca (la frontera de Argentina con Bolivia), pocas semanas después de haber rendido el último final de mi carrera, entonces sí, llevo cuatro años conociendo el mundo. ¡Cuatro años: casi como una segunda carrera universitaria! Si, en cambio, cuento estrictamente los meses que pasé fuera de Argentina, el total me da unos 29 meses, o 2 años y 5 meses viajando por ahí (aunque no fueron de corrido: primero nueve meses en América latina, después dos semanas en Guatemala, una semana en Uruguay, 16 meses en Asia, un mes en Perú, dos en España…). El resto del tiempo, es decir ese año y 7 meses dispersados en pequeños regresos, lo pasé en Buenos Aires.

[singlepic id=3670 w=800 float=center] En Buenos Aires con mi ventana y mi playmobil

Este blog, sin embargo, no tiene tantos años. Lo empecé en abril de 2010 (van a ser dos años), en medio de mi regreso de Guatemala y mi partida a Asia. Muchos de ustedes lo empezaron a leer, probablemente, porque estaban planeando un viaje al Sudeste Asiático y San Google los hizo caer acá. Otros, porque sueñan con viajar y necesitan un empujoncito para animarse, alguien que les asegure que todo va a estar bien (les aseguro que sí) :). Otros, porque disfrutan leyendo relatos y mirando fotos de viaje (un viajar sin viajar). Cada cual sabrá por qué me lee.

Muchos de ustedes, además, me escriben mails preguntándome cosas. Algunos me piden rutas de viaje y lugares imperdibles, otros me piden consejos sobre vacunas y visas, muchos me dicen que se mueren de miedo y no se animan a irse solos (oficio de psicóloga, a veces), pero hay tres preguntas que cada vez se repiten más en los mails que recibo: “¿Cómo empezaste?”, “¿Trabajás en tus viajes?” y “¿Cómo te financiás?”. Y como estoy de cumpleaños viajero y con ganas de escribir, las responderé acá y, cuando me pregunten, les enviaré este post.

[singlepic id=3668 w=800 float=center] En Sevilla, festejando mis cuatro años viajeros (2012). Así no me ven siempre tan seria.
Foto: Andi de TrancaRola por eL muNdo

***

¿Cómo empezaste a viajar?

Lo de viajar por el mundo no es algo que se me ocurrió de un día para el otro. No es que terminé la universidad y dije: “Hmmm, me parece que en vez de trabajar me voy a tomar unos cuantos años sabáticos y vivir la vida loca”. Lo de viajar —y conocer y conectar y entrar en contacto con otras culturas y transmitirlo a través de la palabra y la imagen— es algo que soñé toda mi vida. Seguramente piensen: “Todos soñamos eso”. Puede ser, pero yo lo soñé con tanta fuerza que sabía que no iba a poder hacer otra cosa.

Cuando terminé el colegio secundario no sabía qué estudiar: me inclinaba por Filosofía y Letras o por Diseño Gráfico, pero nada me convencía. Hice un curso de orientación vocacional y cuando me preguntaron qué haría si tuviese muchísimo dinero, en vez de responder solidariamente que lo donaría para buenas causas, dije que lo usaría para viajar por el mundo. Listo, me dijeron, andá a estudiar Comunicación Social. Y eso hice. Durante el último año de la carrera hice una pasantía como redactora en un grupo de revistas y si bien la experiencia me gustó y me enseñó mucho, al estar sentada todos los días en la misma oficina frente a una pantalla me di cuenta de que no iba a poder soportar toda una vida así. Yo quería ver con mis propios ojos lo que iba a escribir más tarde. Quería salir a la calle a hacer el trabajo de investigación y contar todo a partir de mi experiencia. El sueño de viajar —que se había apaciguado un poquito durante los años de carrera— volvió y con mucha más fuerza.

Yo solamente quería volar…

Ese mismo año —2007, cuarto y último de mi carrera— decreté que apenas terminara de rendir los finales me iba a ir de mochilera por América latina por tiempo indefinido. ¿Por qué de mochilera? Porque me gustaba eso de viajar con pocas cosas, a un ritmo lento y sin tours de por medio. ¿Por qué América latina? Porque es el continente donde nací y un lugar que me llamaba a gritos. Y si nadie quería acompañarme, me iría sola. Una de las personas que más me motivó a viajar fue una nena boliviana que conocí en el tren de Uyuni al norte argentino, en mi primer (y breve) viaje a Bolivia en el 2007 (la historia la cuento en mi libro).

Las reacciones iniciales de los que me conocían fueron varias, pero todas apuntaban a lo mismo: “estás loca”, “cuando vuelvas no vas a conseguir trabajo en ningún lado”, “lo que estás por hacer es muy peligroso” y “no se puede vivir así”. Tenía 22 años y 3000 dólares ahorrados (los ahorros de toda mi vida). Agarré la mochila, me compré el pasaje a La Quiaca y, un 28 de enero, partí con Vicky, una amiga que me acompañó durante el primer mes y medio de un trayecto que duró nueve meses. Ese 28 de enero concreté lo que había soñado durante 22 años de vida. No lo pensé demasiado: fui, compré el pasaje y unos días después tomé el bus. Sabía que si yo no tomaba la iniciativa, nadie jamás iba a decirme “Bueno, ahora que terminaste la universidad quiero que viajes. Tomá, yo te lo pago y además te voy a publicar todo lo que escribas”. Imposible. Sabía, también que mientras estuviera por América latina podría volver a casa cuando quisiera —era cuestión de subirme a varios buses y llegaría—, nadie me iba a obligar a seguir viajando. Al contrario. Así que me fui.

Fue tan simple como eso: despertarme un día y decir “chau, me voy”. Y hacerlo.

[singlepic id=3680 w=800 float=center] Con Vicky en Yavi, pueblo cerca de La Quiaca, recién empezando nuestro viaje. Foto: una roca.

[singlepic id=3671 h=800 float=center] Tiempo después, en el 2009, viajaría a Guatemala…

[singlepic id=3672 w=800 float=center] … y terminaría internada con dengue.

[singlepic id=3674 h=800 float=center] Antes de Asia, una breve visita a Uruguay, uno de mis países preferidos.

[singlepic id=3679 w=800 float=center] Y después de Asia, Perú por tercera vez (2011)

¿Trabajás en tus viajes?

Además de soñar con viajar por viajar, también soñaba con hacer de ello un trabajo, un modo de vida que me permitiera sustentarme para seguir viajando. Ahí apareció la escritura como opción viable.

Lo de escribir es algo que me nació de muy chica: primero escribía cuentitos para el colegio, después el clásico diario íntimo adolescente, más adelante cuadernos con reflexiones e historias, después textos de distintos géneros para la facultad —ahí descubrí cuánto me gusta la escritura creativa—, más adelante trabajos periodísticos y, por fin, empecé con los relatos de viaje en primera persona. Ando siempre con un anotador y soy de las que, a falta de papel, escribe hasta en las servilletas o, a veces, en mi propio brazo. La escritura es lo único constante en mi vida —y creo, también, mi único talento—, algo que hago todos los días y bajo todos los estados de ánimo. Me parecía una buena opción, entonces, lo de unir los viajes (mi sueño) con la palabra escrita (mi pasión). Sabía que no sería nada fácil, pero si soñamos hay que soñar a lo grande: si existen y existieron escritores de viajes que lograron vivir de eso, es porque se puede. No es que estaba soñando con ser escritora de viajes intergalácticos: estaba soñando con viajar por nuestro mundo, ese que ya muchos recorrieron (y documentaron) antes que yo.

[singlepic id=3673 w=800 float=center] Mi primer cuaderno viajero en Bolivia (2007)

[singlepic id=3660 w=800 float=center] Después vendría mi amada computadora. Foto: Journey

Una semana antes de irme a La Quiaca (en el 2008) me contacté con un periódico argentino y les comenté mi plan. Les dije que si necesitaban una cronista en algún lugar de América latina, yo estaba disponible. Lo hice de caradura, sabiendo que el “no” ya lo tenía. Sin embargo, caí en el momento justo: estaban buscando gente joven que pudiera escribir blogs en su sitio web, así que me citaron en el diario y me dijeron algo así como “Empezás la semana que viene”. Durante los nueve meses de viaje, entonces, escribí mi primer blog de viajes. Tenía miedo y fue un desafío enorme, pero lo hice. Ese blog fue bastante leído y me abrió varias puertas: a mi regreso a Buenos Aires empecé a escribir en algunas revistas argentinas y recibí un mail que jamás imaginé que podría recibir. El dueño de una agencia de viajes me dijo que le habían gustado mucho mis relatos y que quería colaborar con mis viajes para ayudarme a seguir en ese camino que había elegido. Así apareció mi primer sponsor y gracias a él pude viajar a Asia y, ahora, a España. Si nunca me hubiese puesto en contacto con el diario, nunca hubiese escrito ese primer blog y nunca hubiese recibido ese mail. Y si nunca hubiese decidido empezar a viajar por mi cuenta, estos cuatro años, tal como se los estoy contando, no hubiesen existido.

[singlepic id=3677 w=800 float=center] Algunas fotos backstage. Esta es en Salineras, Perú, en el 2011. Foto: Mirla Hedberg

Instantáneas de la vida (a veces) poco glamorosa del blogger de viajes.
Con Andi en Barcelona, 2012. Foto: Galis

Unas semanas antes de irme a Asia creé este blog con el objetivo de seguir relatando mis historias y proporcionar información a otros viajeros. Nadie me paga por este blog, sin embargo para mí es un trabajo y uno de los que más me gusta hacer, ya que tengo total libertad de escribir lo que quiera, con el tono que quiera, con las fotos que quiera, con el estilo que más me plazca. Gracias a los contenidos y a mi constancia de publicación, el blog empezó a crecer.

Ustedes ven un post y parece algo muy fácil de hacer: “Te sentás en la compu, escribís un rato, le ponés un par de fotos, lo subís a internet y ya está”. Sí, pero detrás de eso hay todo un trabajo de producción invisible que solamente conocemos los blogueros de viaje: para publicar un post de viajes primero hay que viajar, con todo lo que eso implica —moverse de una ciudad a otra, caminar por el lugar, buscar donde dormir, observar todo a todo momento, absorber la atmósfera del lugar, sacar fotos, tomar apuntes, relacionarse con la gente local— luego hay que encontrar el tiempo y el espacio adecuado para sentarse a escribir —cuando otros viajeros están tomando una cerveza o paseando, yo estoy dándole al teclado como una compuboba—, plasmar todo en palabras, seleccionar y editar las fotos, optimizarlas para la web, subirlas —y, si la conexión es lenta, ser muy paciente—, ordenarlas dentro del post, realizar las tareas de SEO (optimización para buscadores), difundir el texto por redes sociales, buscar formas de llegar a nuevos lectores, hacer networking con otros bloggers de viaje, leer otros blogs, aprender algo de wordpress y programación usando tutoriales de internet y, entre medio, seguir viajando y disfrutar de todo el proceso.

Este blog es fruto de todo ese trabajo y es lo que hago mientras viajo, entre otras cosas.

[singlepic id=3678 w=800 float=center] En un mercado de Perú (2011). Foto: Mirla

[singlepic id=3663 w=800 float=center] Más backstage fotográfico en Barceloneta (2012). Foto: Andi

[singlepic id=3661 w=800 float=center] En Penang, Malasia, trabajando hasta mientras comía (2010). Foto: Journey Zhao.

[singlepic id=3658 w=800 float=center] Cansancio en Hong Kong (2010). Foto: Journey Zhao (ella sí que sabe capturar momentos).

[singlepic id=3664 h=800 float=center] Esta pose fotográfica se llama: “Ya sé que en Photoshop existe la función de rotar las fotos, pero hoy tengo ganas de rotar yo”. Foto: Andi

¿Cómo financiás tus viajes?

Esta es la pregunta más polémica y, seguramente, la que más curiosidad les da. Cada vez que me escriben preguntándome esto, enseguida acotan: “porque viajar es muy caro”. Hasta llegaron a decirme que “mi vida es muy linda pero que seguramente hay un truco por detrás”, que es imposible vivir así y que soy millonaria o mantenida.

Para esta pregunta tengo varias respuestas.

Primero, algo que ya comenté en el post Guía para potenciales viajeros: viajar no es tan caro como ustedes creen. Todo depende de qué entiendan por “viajar”: viajar 15 días de vacaciones con todo incluido e intentar condensar 25 países en dos semanas hace que viajar sea carísimo y, además, agotador. Pero cuanto más lento se viaja, más barato resulta. Mis gastos son muy pocos y básicos: alojamiento (cada vez menos, ya que siempre me quedo en casas de amigos, familiares, conocidos o desconocidos), comida (en Asia se come por un dólar, en España es más caro pero siempre existen los supermercados), transporte (los vuelos a/desde Argentina los tengo cubiertos por mi sponsor, el resto lo hago por tierra y siempre de la manera más económica posible), internet (casi siempre encuentro wi-fi gratis o a cambio de un café), visas (imposible safar, pero hasta ahora no pagué más de 50 dólares por una visa).

[singlepic id=3669 w=800 float=center] Y confieso que tengo debilidad por los dulces y no puedo evitar comprarme caramelos y chocolates por el mundo…

[singlepic id=3667 w=800 float=center] Sacándole fotos a un graffiti en El Raval (Barcelona): “Al fin y al cabo el único sentido de la vida es sentir”. Foto: Andi. 

Segundo, gracias a este blog (que para mí es una de las vidrieras laborales y tarjetas de presentación más importantes y efectivas que tengo) me surgieron varios trabajos virtuales que me convirtieron en lo que actualmente se conoce como nómada digital: una persona que puede vivir en y trabajar desde cualquier lugar del mundo, con horarios flexibles y libres, a través de internet. Este blog tal vez sea todo lo que ustedes conocen de mí, pero también escribo artículos de viaje en revistas, genero contenido para sitios web, estoy a cargo de otros blogs, vendo fotos en bancos de imágenes, participo en proyectos audiovisuales y de radio. Tengo “changuitas virtuales” (varios laburitos) que me permiten seguir viajando y que hacen, además, que tenga que viajar lento sí o sí. Por eso mis viajes son tan largos, porque además de viajar, estoy viviendo y trabajando.

[singlepic id=3657 w=800 float=center] Dale que te dale con el teclado.

Y tercero, en cuanto a la financiación de un viaje, lo que yo hago no es “el único camino”. Yo elegí dedicarme a lo digital (y conocí a varios que hacen lo mismo), pero también conocí a muchísimos otros viajeros que van trabajando en cada país que visitan y así logran ahorrar y seguir camino. Algunos enseñan idiomas, otros venden cosas que producen, otros dan clases de algún deporte, hay quienes trabajan en granjas orgánicas/hostels/bares a cambio de alojamiento y comida, están los que hacen shows o espectáculos, las bandas viajeras, los artistas nómades, los fotógrafos… Todos descubrieron sus talentos y capacidades y los utilizan para sobrevivir y viajar. Y si quieren dedicarse a esto, de eso se trata: de conocerse, de descubrir sus habilidades y de confiar en sí mismos.

Les aseguro que no hay ningún truco por detrás. El único truco para vivir como siempre soñaron es apostar por ustedes mismos.

[box type=”star”]ACTUALIZACIÓN 2016: Cuando escribí este post todavía no había publicado mis libros: “Días de viaje” (2013), “Viajeras” (2014) y “El síndrome de París” (2016). Hoy en día, cuando me preguntan cómo me financio, respondo: “Con la venta de mis libros, entre otras cosas”. Si les interesa conseguirlos, pasen por acá.[/box]