[box type=”star”]Este post forma parte de la serie “Asia de la A a la Z”, un abecedario personal de mis experiencias en Asia. [/box]

Antes de viajar a Asia, ya había oído hablar de él.

Lo había visto replicado en estatuitas de madera en locales de decoración de moda.

También me lo había cruzado en varios hogares New Age.

Había leído algunas de sus enseñanzas y recuerdo haber copiado sus Cuatro Nobles Verdades en un cuadernito para no olvidármelas nunca.

No sabía más de Buda que palabras sueltas, fragmentos de su vida.

En realidad no sabía nada.

Sin embargo siempre sentí un extraño deseo de encerrarme en un templo budista, aprender a meditar y olvidarme del mundo.
De viajar solamente por mi mente.

Y ahora que estoy en Asia, no puedo decir que sepa mucho más acerca de Buda que antes. Pero este viaje me permitió ver,
con mis propios ojos, qué rol cumplen Buda y sus enseñanzas en la vida cotidiana de las personas.

Entré a todos los templos que me crucé y siempre me encontré con gente rezando de rodillas o de pie,
sosteniendo los sahumerios con las dos manos frente al pecho, agachando la cabeza y realizando todo tipo de ofrendas.

Vi mujeres solas, hombres con amigos, madres con sus hijos, ancianos. Todos dirigiendo sus rezos y agradecimientos a la imagen de Buda.

Por primera vez conocí y hablé con monjes budistas; me los crucé descalzos, pidiendo donaciones; los vi de todas las edades y con distintos colores de vestimenta. Conocí también a monjas budistas y aunque las miré de lejos, no pude evitar sentir intriga por su vida y ganas de aprender de ellas.

Conocí a Buda en sus distintos estados: sentado, acostado, con la mano levantada, con las manos sobre las piernas, riéndose.

Lo encontré en todo tipo de situaciones: en parques, en hogares, en templos, en montañas.

Vi algunos de los Budas más grandes del mundo e incluso al más chiquito a través de una lupa.

En este año de viaje debo haber entrado a más de cien templos y jamás me aburrí.

Y si aprendí algo, es que acá Buda no es un adorno ni un elemento de decoración.

Buda es parte de la vida de las personas.

Pero como el mundo es mundo, a la salida de muchos grandes templos hay negocios,

y en esos negocios,

Buda no es más que un simple souvenir.