[box type=”star”]En qué consiste este juego:

1. Lau eligió cuarenta fotos de su archivo (todas sacadas por ella en distintos lugares del mundo, en viajes en los que yo no estuve).

2. Yo elegí cuarenta fotos de mi archivo (todas sacadas por mí en distintos lugares del mundo, en viajes en los que Lau no estuvo).

3. Lau me mandó sus fotos y yo le mandé las mías. Ninguna de las dos especificó dónde habían sido sacadas, ni cuándo ni en qué contexto.

4. Con las fotos de la otra, y sin más información que las imágenes en sí, escribimos los recuerdos de un viaje juntas que nunca hicimos. Las fotos de Lau aparecen en este post y son las que, en teoría, saqué yo durante nuestro viaje a Mocronte. Mis fotos aparecen en el post de Lau y son las que sacó ella, en teoría, durante nuestro viaje a Iri-rí.

5. Lo que sigue es mi relato de un viaje que nunca hicimos a un lugar que no existe. [/box] 

Viaje a Mocronte

Texto: Aniko Villalba / Fotos: Laura Lazzarino

Buenos Aires, 20 de julio de 2030

Querida Lau,

Hace unos días se me dio por revisar unas cajas que tenía en el placard —viste que cada vez que vuelvo de un viaje me agarra el ataque de limpieza— y encontré las fotos de cuando fuimos a festejar tus treinta a Mocronte. ¿Te acordás? Ninguna de las dos conocía y era un lugar al que queríamos ir juntas hacía tiempo, sobre todo después de que tantos viajeros nos contaran historias de ahí. Creo que los primeros en mencionarlo fueron Pablo e Itziar, ¿no? “¿Sois argentinas y no habéis ido a Mocronte? Alucino”, nos dijeron el día que los conocimos. Y el nombre nos quedó resonando. Cuando el chino de Islandia mencionó Moclonte fue demasiado: no podía ser que alguien hubiese viajado desde la antípoda para conocer ese lugar que a nosotras nos quedaba tan cerca. Teníamos que ir. El tema era que nunca coincidíamos en Argentina como para organizar la escapada.

Cuando recibí el mail de Tony lo tomé como una señal y me di cuenta de que Mocronte era el lugar perfecto para festejar tus treinta. Adelanté mi vuelta de Francia y te dije que te reservaras los últimos días de febrero porque iba a darte una sorpresa. Creo que no te la esperabas. Caí en San Nicolás, te hice armar la mochila y a la mañana siguiente te llevé a la ruta con los ojos vendados. Por suerte te sumaste al juego e hicimos dedo así, vos todo el trayecto sin ver. No quería que sospecharas nada.

Creo que ya es momento de que veas la ruta por la que fuimos, así que acá va la foto.

Creo que ya es momento de que veas la ruta por la que fuimos, así que acá va la foto.

Ahí estás vos, toda vestida para ir a festejar tus treinta a la ruta.

Ahí estás vos, toda vestida para ir a festejar tus treinta a la ruta.

Ahora que pasó tiempo, te voy a confesar varias cosas: la primera es que nos subimos a algunos autos que iban para el otro lado, solo para estirar el tiempo de viaje y que vos perdieras la noción de las distancias. En realidad, el viaje desde San Nicolás nos hubiese llevado una hora y media, máximo dos, pero tardamos cuatro por esto que te digo. También te vendé los ojos porque no quería que vieras que llevaba la piñata armada en la mochila.

(Uno de los camiones que nos llevó cargaba bolsas de café. Te acordás que te hice el juego de que adivinaras qué era y me dijiste que era maní)

Uno de los camiones que nos llevó cargaba bolsas de café. Para pasar el tiempo y distraerte te dije que adivinaras, solo por el tacto, qué era eso. Me dijiste que era maní.

Ese día tuvimos mucha suerte, creo que estar abierto a lo que venga hace que pasen cosas inesperadas. Cuando llegamos a Mocronte nos dimos cuenta de que habíamos caído justo cuando empezaba uno de los festivales más importantes del pueblo: el Día de todas las cabras. Como Mocronte no aparece en ninguna guía de viajes ni tampoco hay información en internet, los únicos datos fiables los tienen los viajeros que ya pasaron por ahí. Me acordaba de que alguien nos había hablado de ese festival: “Es de lo más bizarro que van a encontrar, tienen que verlo”. Pero nunca retuve la fecha exacta: algunos decían junio, otros decían septiembre. Además, sentía que la gente me hablaba de distintos Mocrontes: el festival era diferente según quien lo relatara y nunca nadie especificaba bien dónde quedaba el pueblo, así que para mí era un lugar que se iba moviendo en el mapa y aparecía en todas las provincias, tipo Springfield. Pero ese día lo encontramos.

Despidiendo a Oscar

Primeras imágenes del Día de todas las cabras: la despedida de Oscar

Cuando vimos el primer desfile, me acordé: el Día de todas las cabras no tenía fecha fija, sino que se empezaba a celebrar cuando moría el loco del pueblo. Era una manera de homenajear a este personaje que en otras localidades casi siempre es ignorado, rechazado o tratado como un paria. En Mocronte el loco es rey, y el día de todas las cabras —que en realidad dura tres días— es una oda a la locura. Aquel día había muerto Oscar, un loco simpático que había pasado los últimos cuarenta años de su vida escondiéndose detrás de los árboles y asustando a las parejitas que iban a besarse a los parques. Todos los querían mucho, según nos contaron estas señoras.

Elena, Sonia y Matilde.

Elena, Sonia y Matilde.

—Pobre Oscar, era raro pero buen tipo. Nunca se casó, cuando le preguntaban si tenía novia él decía que sí, que estaba casado y que su mujer había salido a hacer las compras y volvía en un rato, pero todos sabían que estaba solo, pobre —nos dijo Elena.

—Trataba de buscar compañía, pero en vez de hacerse amigos asustaba a la gente. Los nenes le tenían bastante miedo. Pero nosotras fuimos al colegio con él y aprendimos a quererlo a Oscarcito —dijo Sonia.

—Me acuerdo, ¡ay chicas, se acuerdan!, de la vez que fui por primera vez al parque con mi Rubén, estábamos por darnos el primer beso cuando de atrás de un árbol saltó un tipo con un disfraz de caballo. Qué susto que nos dimos, no te puedo explicar. Cómo lo vamos a extrañar al desgraciado ese —dijo Matilde.

—Miren, los alumnos de la escuelita número tres le hicieron esa escultura de caballo en su honor. La tenían preparada hacía tiempo, es que ya nos imaginábamos que él iba a ser el próximo en irse. No andaba muy bien de salud.

El caballo que le hicieron los chicos.

El caballo que le hicieron los chicos.

Este señor decía ser amigo íntimo del difunto. Se había dejado la barba larga para estar acorde al festival de las cabras.

Este señor decía ser amigo íntimo del difunto. Se había dejado la barba larga para estar acorde al festival de las cabras.

Máscaras listas

Máscaras listas

En el pueblo todos hablaban de Oscar. Si bien la gente estaba triste por su muerte, lo recordaban con alegría, contaban anécdotas de sus andanzas, repetían los chistes que hacía siempre. Había grupos de chicos que saltaban de atrás de los árboles y asustaban a todos. Otros aparecieron con máscaras gigantes, listos para los desfiles del día. Estábamos tan metidas en la historia de Oscar que me había olvidado de tu festejo sorpresa de cumpleaños. Necesitaba una excusa para dejarte en algún lado mientras yo preparaba todo, así que improvisé y decidí regalarte una hora en un centro de belleza.

El centro de belleza de Mocronte

El centro de belleza de Mocronte

Mientras a vos te hacían la colita —solo vos sabrás en qué consistió el servicio—, aproveché para ir a la casa de Tony, dejar las mochilas ahí y preparar el festejo. Te acordás de Tony, ¿no? Lo conocimos en el viaje a Islandia, era el chef del hotel donde nos regalaron las sobras de langosta. Era de Surinam y estaba ahí porque se había enamorado de Dora, una islandesa que se había ido de mochilera por Sudamérica y se había cruzado con él en Paramaribo, donde vivía. Nos contó su historia en el restaurante, ¿te acordás? Había dejado todo, se instalaron con Dora en Seyðisfjörður, tuvieron dos hijas y unos años después decidieron volver a Sudamérica y establecerse en Mocronte. Como te decía al principio, la idea de ir a Mocronte para tu cumple fue gracias a él: unas semanas antes me había mandado un mail contándome que estaba viviendo en Argentina con su mujer. “No sé si escuchaste hablar de este lugar”, me dijo, “se llama Mocronte”. De todos los lugares del mundo, justo ahí. Me pidió que lo fuéramos a visitar, dijo que Dora quería vernos y que sus hijas nos querían conocer, y sentí que todo cuadraba.

Tony me prestó su auto. Me acuerdo de tu cara cuando te pasé a buscar.

Tony me prestó su auto. Me acuerdo de tu cara cuando te pasé a buscar.

Ahí estás con Tony, era medio tímido para las fotos. Los del fondo eran sus amigos, ¿no? Ya no me acuerdo de los nombres de todos. ¿Qué fue del collar que te regaló Dora? Vivían en un vagón de tren acondicionado de casa, ¿te acordás? Estaba buenísimo.

Ahí estás con Tony, era medio tímido para las fotos. Los del fondo eran sus amigos, ¿no? Ya no me acuerdo de los nombres de todos, pero sé que el de anteojos era Spito.. ¿Qué fue del collar que te regaló Dora? Vivían en un vagón de tren acondicionado de casa, ¿te acordás? Estaba buenísimo.

Spito, el amigo de Tony, te había tallado una silla —un trono, diría yo— para tu cumple. Estaba enamorado de vos.

Spito, el amigo de Tony, te había tallado una silla —un trono, diría yo— para tu cumple.

Esa noche comimos un montón, seguro que de eso te acordás. Fue bestial. Empezamos con unos pancitos enrollados, una de las especialidades de Mocronte: las mujeres los freían en carritos en todas las esquinas, el sonido del aceite era uno de los típicos de allá. Eso se acompañaba con una bebida a base de leche de cabra a la que, en ocasiones especiales, le ponían alcohol. Siguieron las berenjenas rellenas de huevo, los morrones asados al curry y los espárragos ahumados. No me acuerdo con detalle qué pasó entre las entradas y los postres, pero sé que comimos un montón de pescado de los Cien Ríos. De torta de cumpleaños te preparé la que nos había enseñado a hacer Vidir en Akureyri: oreo + crema batida + manteca de maní, y le puse dulce de leche y rocklets para hacerla más autóctona. Se terminó enseguida. Te cantamos el feliz cumple, obvio.

Los pancitos.

Los pancitos.

Los camarones

Los camarones

Después apareció la mamá de Tony con las babosas fritas y ninguna se animó. Bah, creo que le dimos un mordisco y desistimos. A mí el sabor no me molestaba, lo que me daba impresión era la consistencia. La mamá de Tony se quedó medio mal porque no quisimos comerlas, entonces… cómo te lo digo… metí algunas en la piñata y las hice pasar por gomitas. Te las comiste pensando que eran yumis. Ojos que no ven, estómago que no siente.

Esa noche hubo baile: Dora nos enseñó algunos de los pasos típicos de Islandia, Tony y sus amigos hicieron bailes de Surinam y los vecinos nos enseñaron los hits de Mocronte. Hasta se armó una batucada ahí mismo.

La piñata

La piñata

Yumis

Yumis

No sé por qué saqué esta foto, quizá porque en aquella época en el pueblo casi no existía internet

No sé por qué saqué esta foto, quizá porque era una rareza ver un módem: en aquella época en el pueblo casi no existía internet. Los mismos mocrontinos habían decidido no estar conectados, decían que preferían la vida analógica.

Al día siguiente nos mudamos a la zona antigua de Mocronte. Te cuento todo esto porque pasó tanto tiempo que ya ni sé si te acordás, a mí estas fotos me traen un montón de recuerdos. ¡Quince años de aquel viaje!  Tenemos que ir de nuevo, no puede ser que estemos tan cerca y nunca pasemos a saludar. Bueno, te decía, al día siguiente, que si no recuerdo mal era domingo, nos mudamos. Mocronte será un pueblito pero tiene de todo. La zona donde vivían Tony y Dora se llamaba el barrio de los budas, y la zona antigua era el distrito de los pitufos. Conseguí alojamiento a cambio de publicidad en el blog y nos dieron una de las casas más lindas. Era como un iglú de verano.

El barrio de los pitufos

El distrito de los pitufos

Nos quedamos en esta calle.

Nos quedamos en esta calle.

Y este fue el momento cuando abríamos la puerta de la casa.

Y este fue el momento cuando abríamos la puerta de la casa.

Ese domingo fue el día de los desfiles principales y tuvimos una ubicación re buena: las carretas y comparsas salían del barrio de las sirenas y llegaban a la plaza central de los pitufos. Los primeros que aparecieron fueron los carros tirados por caballitos de mar gigantes. Un dato que no sé si recordás, me lo contó una de las señoras: en Mocronte nunca hubo dos días de las cabras que fuesen iguales, cada festival era único porque estaba dedicado a una persona distinta. Oscar era famoso por tener una pecera enorme en su casa, llena de caballitos de mar y cangrejos. Nadie sabía de dónde los sacaba, pero volvía todas las tardes al pueblo con una bolsita de plástico en la mano y tres caballitos nuevos adentro. Una de las señoras me contó que en esa pecera hasta había axolotls. Andá a saber.

Después de los caballitos, pasó la comparsa de las lechuzas rengas. Esa fue tu preferida. Iban todas saltando en una pata al ritmo de un tema de los Cadillacs, también en honor a la que había sido la mascota y compañía de Oscar durante años. Pobre la lechuza Juanita, al parecer el día que su dueño murió ella salió volando y desapareció. El chancho Roco también estaba muy angustiado y tuvieron que agarrarlo entre dos para que no se tirara en medio del desfile. El cierre estuvo a cargo de la agrupación El sulky de las cabras, ellos eran los únicos que estaban presentes todos los años. Las cabras eran muy queridas en el pueblo y una mascota común entre los chicos mocrontinos. A mucha gente no le parecía bien que las pusieran a desfilar así, y al parecer unos años después cambiaron el orden y pusieron a los nenes a tirar de los sulkys y a las cabras sentadas arriba, lo cual generó más indignación entre los visitantes. Era una lógica rara la de Mocronte, creo que no muchos entendían lo que pasaba en ese pueblo. Nosotras tampoco, pero nos dejamos llevar.

Los caballitos de mar

Los caballitos de mar

El chancho Roco, pobrecito, estaba desconsolado.

El chancho Roco, pobrecito, estaba desconsolado.

La lechuza renga

La lechuza renga

Y El sulky de las cabras

La agrupación El sulky de las cabras

Terminamos el día en el casino. Le jugamos al treinta pero salió el doce, me parece. Igual nos divertimos y apostamos un poco más. Ganamos unas monedas en el tragamonedas y cuando hicimos el baile de la gallina victoriosa, los de la puerta se nos sumaron al festejo. Querían chamuyarnos a toda costa.

hola mi amor

Mejor ni te cuento en qué estado terminaste ese día

Mejor ni te cuento en qué estado terminaste ese día

El tercer día fue más tranqui. Nos despertamos medio tarde, costó recuperarse del día anterior, y como ya no teníamos auto nos fuimos a pasear en las bicis que nos prestó el dueño de la casa. Qué lástima que no coincidimos con la masa crítica de Mocronte, me dijeron que las bicis más raras del país están ahí. Salimos a pasear por el pueblo y no sé si te acordás, pero cuando entramos al templo nos hicieron ponernos unos ponchos. El de Mocronte es uno de los pocos templos caodaístas que hay en América Latina, ahí casi todos practican esa religión: un sincretismo entre el cristianismo, el islamismo, el hinduismo, el budismo, el taoísmo y el confucianismo.

Las bicis

Las bicis

Vos con el poncho. Como nos gustaron, nos los dejamos puestos todo el día. Nadie decía nada, lo bueno de Mocronte es que podés ponerte cualquier cosa y a nadie le importa, al contrario, te lo festejan.

Vos con el poncho. Como nos gustaron, nos los dejamos puestos todo el día. Nadie decía nada, lo bueno de Mocronte es que podés ponerte cualquier cosa y a nadie le importa, al contrario, te lo festejan.

Detalle del interior del templo.

Detalle del interior del templo.

Ahí mismo en el templo nos hablaron de la Íspide de los Cien Ríos, un lugar sagrado para los caodaístas, no muy lejos de donde estábamos. Nos dibujaron un mapa y nos fuimos de trekking. Había sol y el día estaba lindo para caminar. La Íspide de los Cien Ríos era de postal, me acuerdo que nos quedamos con la boca abierta. Lo que no estuvo tan bueno fue que muy cerca habían puesto un balneario y, por tensiones religiosas, habían tenido que poner control militar.

La Íspide de los Cien Ríos

La Íspide de los Cien Ríos

Balneario con control militar

Balneario con control militar

A la mañana siguiente, antes de irnos, te di tu último regalo: el curso acelerado de mecanografía. Estabas feliz.

Acá hiciste el curso

Acá hiciste el curso

Mientras tanto me fui a caminar y encontré cosas como estas:

Un bichito verde a punto de saltar al vacío.

Un bichito verde a punto de saltar al vacío.

Tres pelotitas con pelos. Dicen que esa es la señal de la droga en Mocronte, ellos no hacen lo de las zapatillas.

Tres pelotitas con pelos. Dicen que esa es la señal de la droga en Mocronte, ellos no hacen lo de las zapatillas.

La comisaría

La comisaría

Pasé por la rotonda. Cada vez que veo esta foto me acuerdo de nuestra llegada al pueblo, ahí fue donde nos dejó el camión.

Pasé por la rotonda. Cada vez que veo esta foto me acuerdo de nuestra llegada al pueblo, ahí fue donde nos dejó el camión.

Cuando nos fuimos ya se habían terminado las celebraciones por el Día de todas las cabras y las calles estaban tranquilas. Creo que si alguien hubiese llegado en ese momento por primera vez, no se hubiese imaginado todas las cosas que pasaban en Mocronte. No entiendo por qué no sale en las guías, con todo lo que hay para ver. Bah, aunque quizá mejor así: que la gente lo encuentre de casualidad, sin haberlo buscado.

Bueno Lau, espero que te hayan gustado las fotos. A mí me encantó rememorar este viaje. Nos vemos pronto. Tenemos que ir planeando el viaje a Critón.

Un beso,

Ani

Y si no fuera por esta foto, diría que Mocronte es un lugar que nos inventamos

Y si no fuera por esta foto, diría que Mocronte es un lugar que nos inventamos

PD 1: te comparto un fragmento del poema “Bailes típicos de Mocronte” de BruReale, el poeta más conocido del pueblo. Me lo mandó él hace unos días, otra de esas casualidades.

“Lo que sí sé afiscar
son los bailes típicos de Mocronte.
OH, MOCRONTE.
La de las grandes playas, junto al monte.
viejo dicho, aunque námido a raudal.
Lo que nadie quiere sumonir
-ni resumonir, mucho menos-
Es la densa pero convexa
íspide de los Cien Ríos.
Porque eso es de motoqueros, y de nadie más.”

(Lo podés leer completo acá)

PD 2: en la caja también encontré la carta que te escribió Spito. Decime si querés que te la mande o si la guardo acá.

poema

[box type=”star”]- Este post pertenece a la serie Viajes sincronizados, un juego en conjunto con Los viajes de Nena. Como Laura y yo no siempre podemos viajar juntas, nos la ingeniamos para hacer viajes (reales e imaginarios) a la distancia.

– Pueden leer el relato de Lau en su blog: “Viaje a Irirí”. Lo que nos pasó allá es de no creer.

– Este juego no lo sacamos de ningún libro, salió de nuestros delirios. Y Mocronte es una palabra inventada por Pedro Mairal y formó parte de uno de los ejercicios de escritura que hice en su taller de narrativa. Siempre me quedé con ganas de escribir un viaje a Mocronte.

– Pueden hacer sus propios viajes sincronizados y compartirlos con el hashtag #viajessincronizados[/box]