Mi mamá siempre lo dice: Cada cual lo cuenta según cómo pasó la fiesta, viste.

Por eso estoy aprendiendo a no guiarme por las opiniones de los demás en cuanto a la escala de valores que va de “aburrimiento” a “diversión” que un lugar tiene para ofrecer.

-¡¿Seis días en Macau?! Es demasiado, es un lugar muy chico y no hay nada para hacer… Salvo ir al casino, me dijeron muchas personas en distintas situaciones cuando les comenté cuál era mi próximo destino.

Sin embargo yo no fui a jugar al casino y seis días en Macau me parecieron muy poco.

Hay ciertos lugares del mundo que cobran un aura especial no por el paisaje, ni por la comida, ni por la cultura, sino por los momentos vividos con determinadas personas (poner Brillante sobre el mic de Fito Páez o In my life de los Beatles de fondo por favor).

Son lugares en los que el tiempo se congela y todo se reduce al micromundo construido con los (nuevos o viejos) amigos.

Y, a mí, esto me pasa en los momentos menos esperados, cuando llego a esos lugares a los que no sé muy bien por qué elegí ir.

¿Por qué decidí ir a Macau?

Por lo mismo que decido ir a todos los lugares a los que voy: por qué no.

Fui a Hong Kong porque conseguí —de casualidad— un pasaje de avión en oferta desde Filipinas y pensé, me voy a Hong Kong nomás. Y una vez en Hong Kong pensé, si la isla de Macau queda a una hora de esta ciudad y tampoco necesito visa china para entrar, ¿por qué perdérmela? Solamente me separa una hora en barco y unos 15 dólares de pasaje.

Así que partí rumbo a Macau sabiendo algunas cositas básicas:

  • Es una península y otra de las “regiones especiales” de China y por lo tanto goza de cierta autonomía política
  • Fue colonia portuguesa hasta fines de los 90 y es patrimonio de la humanidad de la UNESCO
  • Una vez que logró ser independiente de Portugal se convirtió en casinoland, una especie de Las Vegas asiática
  • Es “un poco más barato que Hong Kong
  • Es un lugar “muy chiquito”, “tan chiquito que podés recorrerlo en un día”

Esto debe haber provocado el siguiente sueño en mi cabeza un par de noches antes de viajar: llegaba a la terminal fluvial, me bajaba del barco y Macau no era más que una maqueta por la que podía caminar de una punta a la otra en menos de tres minutos.

Y llegué a Macau sabiendo que me esperaba lo siguiente: Journey, mi amiga china, que había tenido que viajar la noche anterior porque su permiso de siete días en Hong Kong se vencía; Clancy, un local de Macau y miembro de Couchsurfing que accedió con la mejor onda a alojarnos en su casa; los “free casino shuttle-buses”, combis gratuitas que recorren la ciudad de casino en casino; y “macanese food”, una fusión de comida china y portuguesa ¡ex-qui-si-ta!

No me imaginé, por ejemplo, que iba a encontrarme con carteles escritos en portugués en plena ciudad asiática.

Ya sé, ya sé, si Macau fue colonia portuguesa, es más que lógico encontrar leyendas en portugués… ¿Pero es lógico encontrarlas aún cuando ningún “macaense” habla más que cantonés y tal vez algo de inglés? ¿Es lógico que los nombres de las calles estén completamente en portugués (“Avenida Da Praia Grande” o “Passagem de las lindas”) y que ningún local recuerde las recuerde ni remotamente? ¿Es lógico que muchos anuncios públicos estén en cantonés y en portugués, cuando la mayoría de los turistas solamente habla inglés?

No lo sé… ¡pero me encanta!

Es lo que hace que un lugar sea más interesante.

Y nada mejor que descubrir la lógica interna de cada ciudad: como en Macau, por ejemplo, donde la gente no se guía por los mapas sino por los casinos.

¿Alguien fue a Las Vegas?

Yo no, pero me imagino que Macau es como un Las Vegas metido dentro de un escenario colonial.

Por un lado tenés callecitas de piedra, farolitos con filetes, casas bajas pintadas de amarillo pastel y salmón, construcciones con columnas blancas, iglesias y teatros, fuentes y placitas… pero si mirás un poco más allá, te chocás con los casinos más grandes, más dorados, más luminosos, más kitsch que viste en tu vida.

Creo que esto genera cierta dinámica que muchos turistas siguen: día uno, a recorrer el centro histórico de Macau, día dos, a jugar al casino, día tres, de vuelta a casa.

Pero por suerte a Journey y a mí no nos gusta seguir la lógica.

Por algo es la compañera de viaje ideal, la versión asiática de mis dos compañeras de viaje argentinas.

Con los días, sin planearlo, formamos una banda de personajes: Journey, “Spy Girl”, y su cámara de fotos que parece registrarlo todo; Luky, alias “The Kid”, un indonesio muy teenager que ya viaja solo a sus 17 años y le emociona más comprar souvenirs o dormirse en los lugares con aire acondicionado que ir a los puntos turísticos; Clancy, el dueño de casa, un fotógrafo que está planeando hacer un viaje en bici desde Macau hasta Europa pasando por Asia Central; Dan, “Filipino Boy”, un chico que trabaja en la seguridad del aeropuerto de Macau y no para de hacer chistes y reírse.

Esa gente que vale la pena conocer y de la que cuesta despedirse.

¿Cómo pasamos los días?

Recorrimos el centro histórico de Macau de noche, momento del día en que el calor es “un poco menos” sofocante y no hay que abrirse camino a codazos entre la gente que camina por el centro.

Fuimos a los casinos pretendiendo ser personas con mucha plata solamente para usar el aire acondicionado, sacarnos fotos frente a los espejos, aprovechar los tragos gratis de Ladies’ Night y escuchar bandas en vivo.

Comimos en todo lugar y a toda hora: comida china, comida portugesa, comida “macanesa” (fusión), helados, postres, dulces, frutas, jugos, verduras, pescado, tartas portuguesas, lo que venga.

Hasta reventar.

Nos sacamos fotos en todos lados, posando, naturales, desde esta perspectiva, desde esta otra, de lejos, de cerca.

Nos perdimos caminando por ahí, volvimos a ubicarnos gracias a los casinos.

Visitamos localidades cercanas y playas, aprovechamos para seguir probando comida.

Nos sentamos al lado del lago de noche y nos reímos como estúpidos hablando de la vida.

Fuimos todos juntos al aeropuerto cuando me tocó tomar el avión a Indonesia…

Qué difícil es despedirse de ciertas personas.

Pero hay que seguir.

Y tengo la certeza de que voy a volver a Macau y a Hong Kong, cada vez siento con más fuerza que Asia va más conmigo, cada vez tengo más ganas de quedarme acá, de apostar cien por ciento a la escritura (de viajes, de historias, de pensamientos, de sueños) y postergar mi vuelta a Argentina… quién sabe para cuándo.

Seré poco nacionalista, pero siempre tuve este pensamiento: así como uno no elige en qué época nacer ni en qué familia, tampoco elige en qué lugar del mundo, por eso no considero que mi lugar de nacimiento tenga que ser mi lugar de residencia permanente.

Además el hecho de que sea argentina es una gran coincidencia, ya que si mi mamá y mis abuelos nunca hubiesen emigrado de Hungría por la guerra, yo sería europea oriental.

Y tal vez, aún así, tampoco sentiría que Europa del Este sea mi lugar.

Por eso no veo los viajes como una “escapatoria”, sino como una búsqueda.

Una búsqueda de un lugar en este mundo donde me sienta feliz…

Seis de estadía en Macau y dos aviones después, volví a Indonesia.

Caminando por el centro histórico de noche…

… y de día

En busca de comida entremedio de callejones

Comida típica portuguesa hecha con huevo

Elegí qué querés comer y ella te lo cocina en el acto

Voce fala portugueis?

Calles, ventanitas, espejos

nenas cargando bolsas

Qué doradez

Qué kitsch

Dorado por dentro y por fuera

Las Ruinas de St Paul

Como siempre, los asiáticos adoran la cámara

Una mezcla de la torre de Kuala Lumpur con el puente de San Francisco

Cenando con amigos de CS

Journey y Clancy

Paredes de esas que me gustan

Finalmente carteles en Asia que puedo entender!

La Banda

 

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