[box type=”star”]Viajar en solitario es una experiencia muy gratificante y, sin embargo, es algo que muchos no se animan a hacer por miedo. ¿Y si me pasa algo? ¿Y si me siento solo/a? ¿Y si me pierdo? ¿Y si me enfermo? ¿Y mi seguridad? Hace siete años que viajo sola —y acompañada, de a ratos, también— y hasta ahora no me había dignado a escribir un post al respecto.[/box]

Autofoto en Cadaqués, España

Autofoto en Cadaqués, España

Viajar sola siendo mujer es muy distinto a viajar solo siendo hombre. Parece obvio, y lo primero que pensarán es: claro, viajar sola es más peligroso. Los peligros existen, pero también existen a la vuelta de tu casa, y lo que muchos/as no saben —al menos quienes nunca se animaron a irse— es que viajar sola tiene un montón de ventajas y es mucho más seguro de lo que parece.

Hablaremos de los miedos, las preguntas, las ventajas, las desventajas, las experiencias y todo eso que nos pasó por habernos ido solos/as por ahí. Ojalá esto les dé un empujón y los anime a tener una de las experiencias viajeras más lindas. Empecemos entonces.

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En Perú

En Perú

Viajar sola: carta a una futura viajera

Querida A.:

Ya sé, no me digas nada: querés viajar sola pero te da miedo, ¿no? A mí también me pasó, por eso te escribo. Quiero contarte todas las cosas que viví en estos siete años, desde que tomé la decisión de empezar a viajar sola hasta hoy: qué me dijeron, qué miedos tuve, qué cosas buenas y malas me pasaron —son muchas más las buenas, no te preocupes—, qué ventajas y desventajas le veo a los viajes en solitario. Y quiero que te quedes con tres ideas:

  1. viajar sola es mucho más fácil y seguro de lo que te cuentan, no hay que tener un dios aparte ni ser una suertuda (¿siete años seguidos de buena suerte? no creo),
  2. para viajar sola no necesitás una personalidad especial
  3. y si viajás sola no vas a estar sola (a menos que quieras).

Para organizarnos mejor, voy a dividir mi relato en tres: el antes, el durante y el después del viaje. Cualquier duda que te quede, me escribís, ¿sí?

En Copacabana, Bolivia

En Copacabana, Bolivia

* Antes: los miedos

Una de las partes más difíciles de viajar sola es tomar la decisión de hacerlo. Siendo chicas, es normal que tengamos miedos, dudas e inseguridades: los clásicos ¿y si…? Es normal, también, que muchos intenten desmotivarnos: “¿Cómo que te vas a ir sola? ¿Vos no mirás los noticieros? ¿No ves lo peligroso que es el mundo? ¿Y si te pasa algo? ¿No pensás en tu seguridad? ¿No viste el caso de las turistas asesinadas? Claro, andá para que te violen. Vos estás loca”. Y ahí puede pasar que te digas es verdad, ¿cómo se me ocurre irme sola a un lugar que no conozco? Soy una inconsciente, me va a pasar de todo, y que tu sueño de recorrer el mundo quede ahí, guardado en el recuerdo por culpa de miedos ajenos. Porque, según muchos, viajar no es algo para que una chica haga sola. Y a veces nos lo terminamos creyendo.

Pero, momento: un día encontrás los relatos de chicas que viajan solas —¡hace años!— y a las que nunca les pasó nada malo —al menos nada tan terrorífico como las historias que te contaron quienes nunca se fueron—, y encima te dicen que viajar sola siendo chica es mucho más fácil y seguro de lo que pensás. Eso te genera una lucha de pensamientos: ¡Si ellas viajan solas yo también puedo! vs. Seguro que son muy suertudas o tienen una personalidad opuesta a la mía. Viajar sola no es para mí… Lo primero que quiero decirte es que no existe La Personalidad Adecuada para viajar sola (ni para viajar). No hay que ser ni muy esto ni muy lo otro: todas podemos viajar y lo lindo es que cada cual adaptará el movimiento a su modo de ser.

Si, está bien, pero vos decís eso porque hace siete años que viajás sola, entonces ya no te da miedo hacerlo. Nada que ver. En mi caso, elegí viajar sola por varios motivos: uno, porque no encontré a nadie que quisiera irse conmigo sin fecha de vuelta, y dos, porque siempre fui bastante solitaria e irme sola me pareció algo acorde a mi modo de ser. Pero cuando tomé la decisión tuve muchísimo miedo: el día antes de irme sola por primera vez lloré como si se hubiese muerto alguien y le dije a mi mamá que mejor me quedaba en casa: “Lo que dice la gente es verdad: ¡estoy loca! ¡Me va a pasar de todo! No me quiero ir”. Nunca me sentí como alguien con personalidad viajera —después decreté que eso no existe—: soy introvertida, desorientada, distraída, no me gusta el deporte aventura y puedo ser muy tímida en ciertas situaciones. Pero me fui igual porque sentía un llamado muy fuerte. Al menos tenía que intentarlo.

Y me fui por América Latina...

Y me fui por América Latina…

 

Descubrí, viajando sola, que la imagen que los medios nos muestran del mundo es muy limitada —a lo negativo, casi siempre— y está muy lejos de reflejar la vida cotidiana de la gente en otras partes del mundo. En casi todos los lugares que conocí encontré hospitalidad, sonrisas, amabilidad y seguridad —y digo “casi todos” porque también tuve situaciones de estafas o mala onda, pero fueron las menos—. Es cierto que ni yo ni nadie puede asegurarte que si te vas no va a pasarte nada, pero también puede que te quedes en tu casa y te pase lo mismo a la vuelta de tu casa. Por eso, sacate el “me va a pasar de todo” de la cabeza y pensá que sí, que te van a pasar un montón de cosas, pero lindas. Es cierto que, al ser chicas, tendremos que tomar algunos recaudos extra y pensar en nuestra seguridad —ya hablaré de eso—, pero te aseguro que viajar sola tiene un montón de ventajas que ni te imaginás. Hasta que te vas y las empezás a vivir.

Hay muchos motivos para elegir viajar sola y está bueno que conozcas el tuyo: puede que no tengas con quien ir, que no encuentres al compañero o compañera adecuado/a, o que prefieras ir sola. Pero no lo veas como una decisión irreversible: si te vas sola y no te sentís cómoda, te volvés. O, si volverte no es una opción, sabé que en los hostels está lleno de gente que viaja sola y con la que podés compartir un tramo del camino. Pero, eso sí, si tu sueño es viajar sola, date la oportunidad de probar: hacé un viaje-piloto, andate sola un fin de semana, una semana, quince días, andá a la ciudad de al lado, a un país vecino, a un pueblo cercano y fijate cómo te sentís. No hace falta que te vayas al otro lado del mundo. Y date tiempo: los viajes suelen empezar a fluir mejor unos días después de haberte ido.

Mi primer viaje sola duró dos días y fue no-planeado: estaba viajando por el norte argentino y Bolivia con un grupo de amigos y decidí separarme dos días para ir al Salar de Uyuni, lugar que ellos no tenían ganas de conocer y que a mí me tentaba muchísimo. Ese mini viaje —o viaje piloto— marcó un antes y un después. En esos dos días experimenté una libertad que nunca había sentido: no tuve que ponerme de acuerdo con nadie, fui a donde quise y conocí a mucha más gente de la que pensé que iba a conocer. Quizá si lo pensaba durante meses no lo hacía, pero la situación se dio, la aproveché y me encantó. Y tuve una situación de hospitalidad que me cambió la manera de ver las cosas: en mi libro lo cuento mejor, pero una chica boliviana me tapó con la manta de su bebé mientras yo dormía en el tren nocturno que iba por el Altiplano, y eso me hizo querer seguir viajando en busca de más gestos así. Así que si querés viajar (sola), viajá (sola).

En Argentina

En Argentina

* Durante: ventajas y desventajas de irse sola

Mi primer viaje largo sola —nueve meses por América Latina— lo empecé con una amiga: viajamos juntas por Bolivia y Perú durante un mes y medio y cuando ella se volvió a Buenos Aires yo seguí camino. Fue un buen empujón porque cuando tuve que seguir sola ya estaba en modo viaje y muy aclimatada. Por eso, esta me parece una buena opción si querés viajar sola y no te animás a empezar: andá los primeros días o semanas con alguien, entrá en confianza con el viaje y después vas a ver que te resultará mucho más fácil seguir. A mí me llevó unos días adaptarme a no tener compañera, pero eso pasa siempre y hay que tenerse paciencia. En ese viaje —y luego en Asia— descubrí que viajar sola tiene un montón de ventajas que no me imaginaba. Te cuento algunas.

[wc_box color=”secondary” text_align=”left”] Ventajas de viajar sola:

* Cada vez que viajo sola, la gente se acerca a preguntarme si necesito algo e intenta cuidarme. Esto suele pasarme más en América Latina y Asia y menos en Europa, pero es casi una constante. Solo por ser extranjera y estar sola, mucha gente me regaló comida, me invitó a sus casas, me acompañó a tomarme un medio de transporte, me ayudó a encontrar calles, me hizo regalos, me ayudó con el idioma y me trató como a una hija. Tengo un montón de madres y hermanas sustitutas por el mundo.

* Cuando viajo sola me resulta muy fácil hacer Couchsurfing o ser alojada espontáneamente por la gente local, y de esto me di cuenta gracias a un chico que también viajaba solo haciendo couch. Me dijo: “Te envidio, para ustedes las chicas es tan fácil conseguir sofá. Te dirán que sí los hombres, te dirán que sí las mujeres, te dirán que sí las familias. Todos confían en una chica. Yo, en cambio, tengo que mandar al menos veinte solicitudes para que alguien me acepte”. Supongo que esto varía de chico a chico (Antonio nos contará su versión), pero es cierto que siendo mujer estas cosas son más fáciles. También me lo dijo Steve McCurry (¡sí!) cuando lo entrevisté en Buenos Aires, poco antes de irme a Asia:
—¿Cómo hace para sacar fotos tan íntimas de la gente, para tener acceso a sus casas?
—La gente me invita. Es muy fácil, y para vos va a ser mucho más fácil porque sos mujer, ya vas a ver.

No le creí. Y tenía razón.

* Cuando viajo sola, nunca estoy sola (a menos que quiera). Al contrario, estoy tan abierta y receptiva ante el mundo que me resulta mucho más fácil conocer gente que si estoy viajando con alguien. Suelo quedarme en hostels o en casas de familia, y en ambos casos es muy fácil interactuar con otros viajeros y con la gente local. Y para esto no hay que ser súper simpática ni hablar hasta por los codos: suele ser al revés, es la gente la que se me acerca, por curiosidad, a charlar conmigo.

* Cuando viajo sola me siento libre. Cien por ciento libre de hacer lo que quiera, de elegir a dónde ir, de decidir cuánto tiempo quedarme, de rodearme de gente o pasar la tarde sola, de caminar, de leer durante horas, de escribir.

* Cuando viajo sola estoy mucho más despierta. Por un lado, porque tengo que cuidarme sola y eso ya me hace estar atenta, y por otro, porque no tengo mi enfoque puesto en otra persona —como un compañero de viajes— sino en todo lo que me rodea. Suele ser cuando más escribo, ya que absorbo todo como una esponja.

* Una de las cosas que más me gusta de viajar sola es lo fácil que me resulta entrar en contacto con las mujeres locales. Hay culturas donde los roles están muy marcados y donde, si estás viajando con un chico, las mujeres no se te acercan. Me pasó, por ejemplo, en Marruecos. Viajé casi dos meses, gran parte con mi amigo Andi, y cada vez que salí a caminar sin él, las mujeres marroquíes me sonrieron, se me acercaron para charlar y hasta me agarraron del brazo —sin pedirme permiso ni perdón— y me llevaron de paseo con ellas. Esas cosas me encantan y solo me pasan cuando estoy sola.

* Relacionado con lo anterior, al viajar sola descubrí que existe mucha solidaridad entre las mujeres de todas partes del mundo: hay como un acuerdo silencioso de cuidarnos entre nosotras. Si bien fui ayudada por familias y por hombres, siempre sentí que las ayudas más grandes las tuve de otras mujeres.

* Viajar sola me ayudó a confiar aún más en mi intuición. Chicas, tenemos un arma muy poderosa: nuestro sentido común. Y viajando aprendí a guiarme casi siempre por él: si una situación me genera una sensación mala o rara, por lo que sea, intento irme. Y, al contrario, si una situación que a simple vista puede parecer sospechosa no me da desconfianza, me quedo. Hasta ahora no me equivoqué casi nunca. Y no es un superpoder selectivo: todas lo tenemos.

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Vas a estar rodeada de mujeres...

Vas a estar rodeada de mujeres…

Esta foto es en Marruecos, con una chica marroquí que me vistió de bereber

Esta foto es en Marruecos, con una chica marroquí que me vistió de bereber

 

Siete años de viajes —sola, acompañada, en pareja, soltera, con amigas, con amigos, con familia— me mostraron que todo tiene su lado B, y que viajar sola también tiene sus desventajas. Podría decirte que no, que viajar sola es perfecto, que no pasa nada, pero sería irresponsable de mi parte no mostrarte la otra cara de la moneda. Pero, ¿sabes qué?, si bien parecen desventajas grandes, no tienen tanto protagonismo y casi siempre quedan opacadas por las ventajas. Es bueno conocerlas y saber que existen —no hay nada mejor que estar informada—, pero no dejar que te frenen. Estas son, en mi experiencia, algunas de las desventajas de viajar sola.

[wc_box color=”secondary” text_align=”left”] Desventajas de viajar sola:

* Puede que te sientas muy observada y hasta juzgada. Hay lugares del mundo donde es raro ver a una chica sin su marido o familia y eso puede generar varias cosas: que te miren con pena —me preguntaron muchas veces por qué no estaba casada y si no me sentía sola— o que los hombres saquen conclusiones erróneas y se te acerquen pensando que sos una chica fácil. En algunas partes del mundo te van a decir cosas en la calle, te van a silbar, te van a hacer propuestas al oído y se van a poner bastante pesados. Varias tácticas: decí no con firmeza, inventate un marido —ponete un anillo y tené una foto a mano— o ignoralos. Mantenete en espacios públicos y no aceptes ir con ellos a lugares donde estarás sola. Además, siempre es bueno respetar la vestimenta local: si las mujeres se cubren los hombros y las piernas hasta por debajo de las rodillas, hacé lo mismo. Ellas van a estar agradecidas y vos vas a pasar más desapercibida.

* Cuando viajo sola no me animo a hacer de todo y eso hace que me pierda de tener ciertas experiencias. Por ejemplo, si bien hice autostop bastantes veces —con amigas y amigos— todavía no me animé a hacerlo sola: sé que muchas chicas lo hacen, que casi siempre te levantan otras mujeres y que una no se va a subir a un auto que no le genere confianza, pero a mí todavía me cuesta dar el primer paso, aunque espero animarme pronto —es como cuando recién empecé a viajar y no me animaba a hacer Couchsurfing—. Cuando viajo sola no me meto en lugares desolados, no camino por una ciudad a cualquier hora —a menos que la conozca bien y me sienta segura—, no hago trekkings sola e intento no tomarme buses nocturnos —lo hice un montón de veces y supongo que lo seguiré haciendo, pero la verdad es que nunca duermo del todo relajada—.

* Hay desventajas que van más allá de que seas chica o chico: viajar en solitario suele ser un poco más caro ya que no tenés con quien compartir gastos o comida, aunque a la vez es más fácil que la gente local te aloje y con eso se compensa. También es más cansador: tomás todas las decisiones sola y tenés que cuidarte sola. Una situación para mí típica de viajar sola es cuando estoy esperando un transporte en una estación y me dan ganas de ir al baño: tengo que movilizarme con todas mis cosas y hacer todo con las dos mochilas puestas. Si te enfermás, no tenés a nadie cercano que te cuide —aunque siempre aparecen las madres y hermanas sustitutas en esos momentos— y hay días en los que, por más que estés rodeada de gente, te sentirás sola y no tendrás a nadie que te reconforte. Todo esto lo cuento mejor en El lado oscuro de los viajes.

* Una chica que viaja sola genera mucha confianza, pero a la vez hace que algunos nos vean como un blanco fácil y vulnerable. Siempre habrá gente que intentará aprovecharse de esto: algunos tratarán de robarte —como me pasó en Vietnam e Indonesia, las únicas dos veces que me robaron, ambas por distracción—, otros querrán estafarte y algunos intentarán llegar más lejos. En Indonesia me robaron la cámara y la computadora en el tren, pero ser mujer y extranjera me jugó a favor: la policía encontró al ladrón y, tras mi llanto desconsolado, me devolvió todo. Acá les cuento la historia completa: El policial más bizarro de mi vida.

* Lo que más me preocupa cuando viajo sola es mi seguridad —y subirme a un avión, odio subirme a un avión—. No ando paranoica, pero sé que al ser mujer estoy expuesta a más riesgos físicos que un hombre. Si intentan hacerme algo con violencia sé que me será más difícil huir de la situación. Sin embargo, puedo contar con los dedos de una mano las veces que sentí miedo por mi seguridad en estos siete años: fueron muy pocas, y te las cuento acá abajo para que no te generes fantasmas pensando en qué me habrá pasado. [/wc_box]

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Las veces que sentí miedo o incomodidad en un viaje: 

  1. Una noche estaba caminando por Chinatown, el barrio más turístico de Kuala Lumpur —una ciudad que me pareció muy segura las cinco veces que fui—, y me di cuenta de que un tipo me estaba siguiendo. Al principio fue sutil: yo caminaba a un puesto, y a los pocos segundos aparecía ahí y me miraba. Me metí en un negocio y me quedé adentro unos diez minutos, esperando a que se fuera, pero cuando salí estaba parado en la puerta. Caminé rápido entre los puestos y vi que él me copiaba todos los movimientos. Había mucha gente a mi alrededor pero nadie notaba la situación, me puse nerviosa, le grité algo, pero el tipo seguía, así que me fui rápido y me subí al primer taxi que pasó. Esto fue en Kuala Lumpur, pero podría haberme pasado en cualquier lugar del mundo, incluso en Buenos Aires.
  1. Crucé la frontera de Nicaragua a Honduras con mi amiga Belén, con quien viajé un mes por Centroamérica. Para llegar de una oficina de migraciones a la otra había que cruzar un descampado de varios kilómetros a pie, y como nos parecía tierra de nadie decidimos subirnos a dos bicitaxis que estaban ahí para hacer ese trayecto. Alrededor nuestro solo había hombres, y nos dijeron cosas como: “No confíen en estos taxistas, si las matan nosotros no vamos a enterrar los cuerpos” —esto debe haber sido lo peor que me dijeron en siete años—, “Vengan conmigo, soy policía”, “No vayan con él, es mentira que es policía”, y cosas así. Nos subimos a las bicitaxis y, en el camino, los conductores nos preguntaron cómo llevábamos la plata: les respondimos que ya nos volvíamos y no teníamos nada. Llegamos a destino diez minutos después, pero la situación nos dio un buen susto. ¿Podría haber pasado algo? Sí. Conclusión: algunas fronteras en América Latina son feas, más que nada porque están muy desoladas, así que si estás viajando sola, podés buscarte a un compañero o compañera para hacer el cruce más tranquila.
  1. Tuve miedo (pánico casi) una sola vez haciendo autostop, y fue por algo que tal vez fue imaginación mía, porque visto de afuera no pasó nada, solo fue una sensación de peligro. Me pasó en Islandia —el país más seguro que debo haber pisado en mi vida—, viajando a dedo con mi amiga Lau, y lo cuento mejor en este post.
  1. Esta no fue una situación de miedo sino de incomodidad. Cuando hago Couchsurfing casi siempre elijo quedarme con chicas, parejas o familias, aunque también me he quedado con chicos que viven solos porque tenían muy buenas referencias, porque eran amigos de amigos o su perfil me generaba confianza. Se sabe que muchos/as usan Couchsurfing como una web de citas —y sino, sepanlo—, pero en general es fácil darse cuenta por lo que ponen en su perfil: “me encanta cocinar y soy buen masajista”, “solo acepto mujeres”, “superficie para dormir: compartida” y cosas así. Bueno, una vez me quedé en la casa de un chico francés que usaba Couchsurfing para conocer chicas, y como no leí bien su perfil no me percaté. Si bien no pasó nada, más allá de varias insinuaciones bastante directas de su parte —como “podés dormir en mi cama”—, para mí fue muy incómodo quedarme ahí sabiendo que su hospitalidad tenía un objetivo, así que apenas pude me fui. Conclusión: lean bien los perfiles de Couch y no se queden en la casa de alguien que no les genere confianza o las haga sentir incómodas.
  1. Una vez estaba haciendo Couchsurfing en lo de una chica que vivía en las afueras de Kuala Lumpur —otra vez Kuala Lumpur, pobrecita, es una de mis ciudades preferidas—. No había transporte público directo hasta su casa: tenía que tomarme un bus desde el centro de la ciudad, bajarme en equis parada de la autopista, salir de la autopista por una escalera y caminar veinte minutos hasta su casa. Un día volví de noche y me equivoqué de parada: bajé por la escalera —incorrecta— y en vez de salir de la autopista aparecí debajo. En Buenos Aires, las zonas debajo de las autopistas no suelen ser las más lindas para perderse de noche, menos estando sola. Como era mi primera vez en la capital malaya no tenía idea si estaba en situación de peligro o no, así que me asusté. No tenía teléfono, la zona estaba muy oscura, no sabía si pasarían más buses a esa hora y no parecía haber nadie a la vista —mi cabeza me decía: ¿y si hay alguien escondido detrás de alguna columna?—. Caminé lo más rápido posible hasta una zona residencial y encontré un taxi: el conductor acababa de terminar su turno y estaba por irse con su mujer a su casa, pero le pedí que por favor me llevara y aceptó. Así, pude charlar un ratito con una familia Sikh de Malasia y llegué bien a destino. Conclusión: esto me pasó por distraída y también podría haber sido en cualquier ciudad —no saben la cantidad de veces que me tomé el colectivo para el otro lado en Buenos Aires y terminé bajándome en el garage del final del trayecto—, así que a estar atentas.
Pero la realidad es que en todos estos años tuve muchísimas más experiencias buenas que malas. Y casi nunca estuve sola.

Pero la realidad es que en todos estos años tuve muchísimas más experiencias buenas que malas. Y casi nunca estuve sola.

 

Para las situaciones que me generaron felicidad, en cambio, no me alcanzan los dedos de las manos de toda la gente que conozco para contarlas. Este blog y mi libro están dedicados a eso, y podría pasarme horas contándote historias.

Estas son algunas de las cosas más lindas que me pasaron por estar viajando sola:

* Y de repente, empieza el viaje: cuando no pude comunicarme con mi anfitriona en Penang (Malasia) y una familia indonesia me ayudó a conseguir alojamiento, me invitó a comer y hasta me dio plata —que no quise aceptar— para pagarme el hostel.

* Filipinas: iglesias y karaoke: cuando viajé sola a Filipinas, me quedé en una parroquia, me hice amiga de los curas y nos fuimos todos juntos de road-trip.

* Las chinas y yo: acerca de la conexión que sentí con las mujeres chinas y cómo me cuidaron en todos los lugares del país. Hubo tres, por ejemplo, que me adoptaron por unos días y me llevaron de viaje con ellas, aunque no logramos hablar ni una palabra —nos sacamos un montón de fotos juntas, eso sí—.

* Cuando te perdés en China (nunca sabés quién te puede encontrar): gracias a que estaba viajando sola y no entendía nada de chino, conocí a una chica y a su mamá en una estación. Me llevaron a conocer a su familia, me invitaron a comer a su casa y me dijeron, así como si nada, que formaban parte de una de las minorías étnicas de China, así que terminamos haciendo una sesión de fotos con su vestimenta tradicional. Todo mi paso por China lo pueden leer en este capítulo de mi libro (está gratis en PDF): “China sin hablar”.

* Karimunjawa trip: versión bulé: esas cosas delirantes que pueden pasarte en Indonesia por ser mujer, ser extranjera (“bulé”) y estar viajando sola.

* Montevideo sin Paula: cómo fueron mis días sola en Montevideo, mientras esperaba a que llegara mi amiga Pau.

* Final del juego: mis últimos días sola en Marruecos, después de haber viajado un mes y medio con mi amigo Andi.

* El último viaje en las combis limeñas: en el 2011 volví de Asia y me fui a Perú a ver a dos de mis mejores amigas. Como ven, viajo sola pero casi nunca estoy sola. Lo que más recuerdo de ese viaje son las combis de Lima, esos micromundos dentro de la ciudad.

* H de hospitalidad: este post es parte de mi abecedario asiático y muestra el buen recibimiento que tuve en toda Asia.

* I love Savannakhet: uno de esos lugares que fue aún más especial porque fui sola y lo tuve todo para mí.

En Marruecos

En Marruecos

*Después: las reflexiones

Viajar sola me hizo crecer de muchas maneras. Me demostró qué soy capaz de hacer y cuáles son mis límites, me ayudó a guiarme por mi instinto y a estar mucho más abierta a conocer gente, me enseñó a confiar y a desconfiar, a cuidarme sola y a ser capaz de tomar decisiones todo el tiempo. Viajar sola me dio libertad, me permitió entrar en contacto con mujeres que de otra manera no podría haber conocido, me hizo menos tímida y más agradecida.

Viajar sola me demostró, también, que el mundo es mucho más hospitalario de lo que nos cuentan y que las chicas podemos viajar solas, digan lo que nos digan. Puede que viajar sola no sea para todas, pero para saberlo hay que probar y no decir no puedo de entrada por culpa de los miedos ajenos. Si querés viajar sola, hablá con chicas que lo hagan y no te guíes solo por lo que te dicen quienes nunca salieron de su ciudad.

Si bien hice muchos viajes acompañada, viajar sola es un gran amor al que espero volver siempre. Ojalá vos también te animes.

Aniko

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[wc_box color=”primary” text_align=”left”] Libro recomendado: “Viajeras”

Además de haber publicado mi libro, soy coautora de una guía de la que me siento muy orgullosa: “Viajeras, el manual para preparar tus viajes y lanzarte a descubrir el mundo”. Está escrito por varias viajeras y pensado para chicas que quieren viajar solas o con amigas y que tienen las mismas dudas que tuvimos nosotras antes de salir: ¿A dónde voy? ¿Qué llevo? ¿Viajar sola o acompañada? ¿Cómo hago para sentirme más segura? ¿Qué países o regiones son más amigables para las mujeres? ¿Cómo armo la ruta? ¿Cómo cuido mi salud? Yo escribí la introducción, el capítulo dos (“¿Viajar sola?”) y el seis (“Seguridad durante un viaje”).

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[box type=”info”]Otros recursos: 

– Somos varias las chicas que viajamos solas y lo contamos. Les recomiendo el blog de Carmen (trajinandoporelmundo.com), el de Cristina (mipaseoporelmundo.com), el de Angie (titinroundtheworld.com) el de Magalí (caminomundos.com) y el de Patricia (dejarlotodoeirse.com)

– Guía para hacer autostop escrita por una mujer (en inglés):
http://hitchwiki.org/en/images/en/c/cb/Hitchhiking_-_Neo-nomad.pdf

– Consejos de autostop para chicas (en inglés): http://hitchwiki.org/en/Women_hitchhiking

– Hablo con más profundidad acerca de las desventajas o “incomodidades” de viajar sola en este artículo que publiqué hace poco en Matador Network.

– Para inspirarse: Mujeres viajeras de la historia (para que vean que esto de viajar sola no es ninguna novedad).

“Mujeres viajeras” es el primer post que escribí acerca de viajar sola.

– En mi libro, Días de viaje, cuento cómo empecé y qué historias viví por estar viajando sola por el mundo.

– En la entrevista que me hizo Antonio hablamos largo y tendido sobre viajar en solitario.

– Y en esta entrevista de Mochileros.tv también hablamos acerca de viajar sola[/box]

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¿Consultas, preguntas, cosas para contar? Dejen todo en los comentarios. :)