“¿Qué vamos a hacer diez días acá?” – Prácticas de slow travel en Kujukuri
“La gente viene a Japón y recorre la isla… ¿ustedes por qué están quietos acá?”, nos pregunta Qiang, el dueño del hotel en el que vamos a quedarnos diez días. Estamos sentados en un escalón en la entrada del restaurante, frente a la calle de tierra. El cocinero chino nos acaba de invitar dos bowls de noodles, son las seis de la tarde y ya es de noche. Somos los únicos comensales, somos los únicos huéspedes del hotel y me animo a decir que somos los únicos extranjeros del pueblo. Kujukuri, un pueblo de surfers y pescadores ubicado a 60 kilómetros del centro de Tokio, en la prefectura de Chiba, está fuera de temporada. Las leyes del turismo racionalista y práctico indican que no tenemos nada que ver ni hacer acá, que elegimos mal, que estamos por perder nuestro tiempo limitado de estadía en Japón. “Nos gusta pasar varios días o semanas en un mismo lugar, además los dos trabajamos todos los días por internet así que necesitamos estar quietos”, le decimos a Qiang.
Vinimos a Kujukuri porque leímos que es lo más parecido a Hawaii cerca de Tokio y su playa forma parte de una de las costas más extensas de Japón: 66 kilómetros de océano Pacífico sin interrupciones, resorts ni condominios. Salimos a caminar por la orilla, que nos queda a una cuadra de nuestro cuarto. La arena es oscura, marrón. El mar también es marrón. La costa está llena de botellas, zapatillas perdidas, vidrios, cartones y peces muertos. Solo vemos a un pescador en bicicleta, hay muchas rocas, hay viento, está fresco, está nublado. Salimos y caminamos por una de las calles principales, paralela al mar. Los pocos lugares que hay para comer están cerrados, la opción más cercana y barata es el Family Mart, un minimercado con bandejas de comida preparada. No hay transporte público. Hay pachinko (algo así como el casino japonés). La zona está rodeada de bosque, caminamos esquivando las arañas mutantes que aparecen colgadas en mitad del aire. Son más grandes que la palma de mi mano, tienen rayas o puntitos amarillos y me retrotraen a mis fobias infantiles. No sabíamos que Japón era el país de los insectos-monstruo. Ya pagamos la reserva de diez días y no hay devolución. La chica urbana que tengo adentro se pregunta qué vamos a hacer diez días en un pueblo donde no hay nada para hacer.
Es mi lucha interna de siempre. En el 2010, en Malasia, conocí a un francés que vivía viajando hacía cuatro años. En alguna charla me contó que había pasado varias semanas en Agra pero no había visto el Taj Mahal. Yo no podía entender. ¿Y para qué fuiste entonces? “No me interesa, busco otras cosas”, creo que me dijo. En ese momento yo viajaba para ver lo que había que ver: si estaba en Camboya, iba a Angkor, si estaba en Perú, iba a Machu Picchu, si estaba en Francia, iba a París. No sé si era lo que quería o no, pero me daba culpa no hacerlo y me sentía menos si no tachaba esos lugares de mi lista. Después pasaron muchas cosas: me aburrí de lo turístico, me cansé de viajar rápido, me cansé de viajar en general, me empezó a gustar más pasar el tiempo en librerías, papelerías y cafés, o paseando por los parques, o viviendo en la casa de alguien, o mirando la vida desde una vereda, o caminando sin rumbo que yendo de un museo, templo, ruina y monumento a otro. Dejé salir a la slow traveler que siempre había estado ahí y acepté que lo mío era viajar para vivir lo cotidiano en otras partes del mundo, no para tener grandes aventuras.
Fue un proceso largo el de entender que nadie me obliga a conocer los lugares más famosos, que no tengo por qué irme de viaje con una lista de imperdibles ajenos, que si voy a tal ciudad y no visito su atractivo principal no quiere decir que no haya conocido nada, que si voy a un país y decido quedarme tres meses en un solo lugar no quiere decir que no haya aprovechado bien el tiempo. Lo sé, lo acepto, lo entiendo, lo elijo y lo practico, pero a veces, todavía, a veces, me agarra la culpa y la ansiedad de hay mucho para ver, no me va a dar el tiempo, no sé qué hago en este lugar mientras debería estar viendo tal cosa en otro. Como si todos los lugares tuvieran que ser productivos o como si ver “lo que hay que ver” fuese sinónimo de “viajé a tal lugar”.
A pesar de que la primera impresión no es la que esperábamos, nos quedamos en Kujukuri y al día siguiente decidimos darle una oportunidad al mar. Hay sol, me pongo la bikini, armo mi mochila de playa —armo mochilas hasta para ir al baño—, me llevo la libreta amarilla, la cartuchera, algunas washi tapes (mi nueva adicción, son como cinta scotchs con dibujos) y a Cookie Monster (lo rescatamos de una máquina de pescar peluches). Meto los pies en el mar, esperando que esté helado, y no me parece frío. Afuera hay bastante viento y no hace más de 18 grados, pleno otoño japonés, y yo, que soy muy friolenta, empiezo a avanzar por el agua, voy saltando las olas y termino metida adentro. Me sale un grito de alegría: “¡Estamos en el mar!”, salto entre la espuma, me sumerjo cuando pasa una ola, floto, nado. La oceanitis tiene una sola cura posible y es esta, catar mares. A mi alrededor los surfers atraviesan las olas con sus tablas y me acuerdo de la vez que me enamoré del surf y me esguincé la mano derecha la segunda clase. Desde ese día quedé un poco asustada, pero quiero darle otra oportunidad al surf. De golpe siento que está bueno haber salido un poco de la ciudad, volver a la naturaleza, bajar el ritmo, disminuir los estímulos.
L se queda en el mar y yo camino por la orilla. Está lleno de almejas. Entremedio encuentro algo que no sé cómo se llama pero que ya vi una vez, en Indonesia, y que tengo guardado en mi cajita de tesoros recolectados durante mis viajes, en Buenos Aires. No sé si es un caracol o una piedra. Tiene dibujada una flor. Volvemos y googleo. No es fácil encontrarlo: “caracol con estrella”, “piedra con dibujo de flor”, “estrella de mar en una piedra” no me tiran los resultados que busco. De pronto aparece. Se llama sand dollar, sea biscuit o galleta de mar y es un animal de la familia de los erizos. Lo que tengo en mi mano es el esqueleto. Se les dice sand dollars porque parecen monedas antiguas, son fundamentales para el ecosistema marino y, cuando mueren, el mar los suele dejar en la costa. Es mi tesoro de Kujukuri.
El resto de los días son más o menos iguales: amanece a las 5 am, se escucha el ruido de la obra de enfrente, pasan pocos autos, miramos el mar por la ventana, vamos al mar, L se mete y yo me vuelvo enseguida porque hace frío, caminamos al Family Mart y comemos sentados en el estacionamiento, extraño tener cocina, extraño tener una casa, pasa alguien en bici, esquivamos arañas, trabajamos, pasa el camión de basura haciendo música, anochece a las 5 pm, me da sueño a las 9, me quedo dormida sobre el tatami mientras miro el capítulo de alguna serie.
Pero siempre hay un detalle cotidiano que hace la diferencia. Y los recopilo todos en mi cuaderno.
Una mañana, por ejemplo, nos despertamos a las 8 por una alarma rarísima que suena en el cuarto. Me doy cuenta de que es mi teléfono, lo agarro pensando que no puse ninguna alarma anoche y en la pantalla veo que dice “⚠️ Emergency Alert” y un montón de texto en japonés. Dos días atrás hubo un temblor de 5.3 grados y el cuarto se sacudió como una caja de cartón. Salto de la cama, grito “¡terremoto, terremoto!” por segunda vez en este viaje y con las manos temblando googleo Japan Emergency Alert iPhone. Al parecer, la Agencia Meteorológica de Japón desarrolló un sistema que te avisa por teléfono dos minutos antes de un terremoto o tsunami inminente. Japón es el país de los terremotos y es el país del orden, así que si avisan es porque se viene uno grande. Mi primer impulso es empacar mi cuaderno y las washi tapes (Save the washi tapes!). Digo: “No puedo creer que vinimos hasta Japón para estar en un terremoto”. La alarma vuelve a sonar y tengo miedo. Bajamos a la recepción, le mostramos el teléfono a uno de los que trabaja ahí pero es chino y no entiende el idioma. A todo esto ya pasaron más de dos minutos y la tierra no se mueve, no hay pánico en las calles, los surfers siguen entrando al mar, no hay olas, no hay animales corriendo hacia lugares altos, Kujukuri sigue inmóvil. Se me ocurre traducir el texto de la notificación y veo que dice, como seis veces, “simulacro”.
Una noche, buscando dónde comer, entramos a un restaurante al borde de la ruta. Esto no es Tokio y acá no hay nada señalizado en inglés, así que muchas veces tenemos que adivinar carteles, abrir puertas y rogar que no estemos entrando a una propiedad privada por error. El cocinero nos pregunta de dónde somos, cuando le digo Argentina hace una pausa, sonríe y pregunta “Argenchin?! OHHH, Argenchin! Maradona!”. Enseguida se acerca un señor que está cenando con su mujer y nos dice que su inglés no es bueno pero que quiere hacernos un regalo: un plato de ostras fritas. “Present from us, welcome to Japan”. Otra tarde volvemos a abrir una puerta sin saber si estamos entrando a un restaurante o a una casa y nos encontramos con una mezcla de ambos. Pido un plato de ramen desesperada, harta de tanta bandejita FamilyMartera. La señora que cocina se nos acerca a charlar y nos pregunta “Umi?” varias veces. Pongo umi en el traductor y descubro que significa mar en japonés.
Y además:
aprovecho estos días tranquilos y sin tentaciones urbanas para trabajar,
procrastino textos urgentes y rediseño mi blog,
veo a un hombre de traje caminando por la playa,
me como un plato de fideos calentados en el microondas del 7-Eleven mientras camino por la calle (esta debe ser mi postal típica de Japón),
me canso de las bandejitas de comida del minimercado y me pido un set-o menu con todo: arroz, sopa, camarones gigantes fritos y cosas que no sé qué son (no quiero ni mirar la cuenta),
me la paso traduciendo menúes y etiquetas con la función fotográfica de Google Translate (gracias por existir, aunque a veces hagas traducciones rarísimas),
escuchamos gente hablando francés debajo de nuestra ventana y gritamos bonjour, pero nadie responde,
siento muchos deseos de tener una casa propia, de volver a nuestra vida en Biarritz, de hacer base,
intento meditar frente al mar pero me distraigo,
termino el primer cuaderno del viaje,
veo saltar peces,
me acuerdo de mis tardes de “viajoterapia” en Punta Negra frente al mar
y pienso que la viajoterapia bien podría ser una rama del slow travel.
Kujukuri me ayuda a entender que las ciudades me cargan de energía y los pueblos me ayudan a canalizarla.
¿Qué es y en qué consiste, entonces, el slow travel?
El slow travel no tiene tanto que ver con la velocidad del transporte que usemos para movernos, sino con la mentalidad con la que nos vamos de viaje. El slow travel propone:
* absorber la atmósfera de un lugar, vivir su cotidianidad de manera relajada, tratar de acercarse a la cultura local en vez de ir corriendo de un atractivo turístico a otro y tachando “imperdibles” de la lista
* dedicar todo el tiempo a un solo lugar o región en vez de tratar de ver la mayor cantidad de atractivos y ciudades en un mismo viaje
* desacelerar, respetar nuestros ritmos internos y no agotarnos mental y físicamente tratando de ver/hacer “todo”
* disfrutar el camino entre el punto A y el punto B y elegir medios de transporte adecuados para eso (“Travel, don’t just arrive”, dice Dan Kieran en su libro The idle traveler)
* tener el coraje de no hacer lo que hacen todos cuando visitan un lugar
* armar el itinerario (o el no-itinerario) en función a nuestros intereses personales y no según lo que la industria turística nos dice que “tenemos que ver”
* no tener todo planeado, dar lugar a la improvisación, estar abierto a experiencias nuevas e inesperadas
Algunas prácticas de slow travel:
* Mirar lo que ya conocemos como si lo viéramos por primera vez, empezando por nuestra ciudad
* Caminar, andar en bicicleta, usar el transporte local
* Hacer estadías más largas en casas de gente a través de redes como Couchsurfing, Airbnb o Housesitting
* Conocer poco y de a poco
* Aceptar que a veces “no hacer nada” es hacer todo
* Sacarse de encima las culpas y los debería y no escuchar esa voz que nos dice “si estoy en _______ tengo que ir a ver ________”
* Permitir que el lugar decida qué nos quiere mostrar
* Entender que cada cual vive y construye su viaje personal e interior
[box type=”star”]Info útil para visitar Kujukuri y/o hacer slow travel:
- Transporte: nosotros viajamos en el JR local (tren) desde Tokio hasta Togane, la estación más cercana a Kujukuri. El viaje dura una hora y cuarto y cuesta ¥1140 (11,40 usd). Si están viajando por Japón, la web Hyperdia es muy útil para armar los recorridos en tren.
- Alojamiento: hicimos Airbnb por ¥2000 (20 usd) la noche cada uno. En Japón es muy difícil conseguir un alojamiento que baje de ese precio por persona. En teoría con Airbnb alquilás un cuarto en una casa de familia o un departamento entero, pero en Japón hay muchos hoteles o guesthouses que también usan esa red. Si se suscriben a Airbnb [eafl id=”21125″ name=”The art of travel” text=”Book Depository”], tendrán usd 33 de descuento en la primera reserva (y a la vez me estarán ayudando a viajar, ya que yo obtendré el mismo descuento).
- Otra buena opción para practicar slow travel es hacer housesitting o cuidar casas mientras los dueños no están. Si quieren saber más acerca de esta modalidad, les recomiendo La guía de housesitting, la más completa en español. Pronto estaré escribiendo acerca de nuestra primera experiencia ya que acabamos de cuidar una casa en Tokio. Hay muchas redes que conectan cuidadores con dueños, nosotros estamos usando [eafl id=”21134″ name=”Trusted Housesitters” text=”Trustedhousesitters.com”].
- Libros recomendados acerca de slow travel:
- “The Idle Traveler”, de Dan Kieran, es uno de mis libros preferidos y resume muy bien la filosofía que implica viajar lento. Lo consiguen a través de [eafl id=”21135″ name=”The idle traveler” text=”Book Depository”] y [eafl id=”21136″ name=”The idle traveler (Amazon)” text=”Amazon”].
- “The Art of Travel”, de Alain de Botton, es otro libro que habla acerca del lado B de los viajes y cómo todo no siempre sale como esperamos. También se consigue a través de [eafl id=”21125″ name=”The art of travel” text=”Book Depository”] y [eafl id=”21137″ name=”The art of travel (Amazon)” text=”Amazon”].
- “Elogio de la lentitud”, de Carl Honoré, fue uno de los primeros libros de la movida slow, y si bien no es específicamente de viajes, pone en contexto al slow travel como parte de algo más grande. También se consigue a través de [eafl id=”21138″ name=”Elogio de la lentitud” text=”Book Depository”] y [eafl id=”21139″ name=”Elogio de la lentitud (Amazon)” text=”Amazon”].[/box]
“El síndrome de París”, mi segundo libro, fue escrito frente al mar y es también una celebración a los viajes lentos, interiores y personales. En mi Tienda está toda la info para conseguirlo.
Como siempre un placer leerte. No dejes de contarnos. Me encanta saber acerca de japón y de como lo van viviendo. Un abrazo gigante a la distancia.
Muchas gracias por leer, Daniel. Saludos!
Hola Aniko
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que comenté tu blog. Leo todas tus publicaciones, pero no suelo comentar frecuemtente.
Ahora mismo, mi viajera favorita (Por supuesto que tu, Aniko Villalba) está en un lugar poco turístico (y desconocido para mi) de mi país favorito, por lo que me pregunto lo siguiente: ¿por qué no comentar hoy?
Hay un par de libros que me recuerdan mucho a ti.
El primero se titula “Los viajes de Kino”, son una serie de cuentos cortos que narran la historia de una chica, llamada Kino, que vive viajando acompañada de una motocicleta parlante. Kino permanece tres días y dos noches en cada ciudad que visita. Lo hermoso de los cuentos es que cada ciudad es única; hay una ciudad que es una biblioteca gigante, la vida de aquellos ciudadanos gira en torno a los libros ; en otra ciudad llevan años construyendo una torre gigante ignorando la razón por la que lo hacen; tambien existe un ciudad nómada donde todos sus miembros viven en constante migración, en tiendas de campaña.
El segundo libro se titula “Vagabonding an uncommon guide to the art of long-term world travel”, escrito por Rolf Potts. Este libro habla sobre la filosofía del viaje independiente, extenso en tiempo y poco comercial. El autor ama perderse meses por el mundo y se aleja de los lugares turísticos, incluso hay una parte donde habla acerca de las numerosas experiencias de las que nos perdemos al viajar con una check list de los lugares que “tenemos” que visitar.
“Vagabonding involves taking an extended time-out from your normal life – six weeks, four months, two years – to travel the world on your own terms. ” -Rolf Potts
¡Un saludo desde México, Aniko!
Si alguna vez vienes a Guadalajara ya tienes donde llegar =)
Ohhh, esos libros! Me encantaron las descripciones! Ya me los compro en ebook. Muchas gracias por esas recomendaciones tan a medida. :)
Aniko, espero llegar a tiempo para pasarte datos que encontré en este blog: http://marcandoelpolo.com/15-cosas-no-vas-creer-gratis-tokio/
Todo sea para que puedas estar más desahogada en Tokio y nos cuentes tu visión sobre esos lugares. Abrazo
Gracias Lilian! Soy amiga de los chicos de Marcando el Polo así que me encanta que me los hayas recomendado. :)
Ya leí el post. Saludos!
Hace mucho que no leía tu blog (a pesar de que lo tengo entre los marcadores del Google Chrome), hoy me leí todos los post que dejé pendientes y éste me ha gustado en demasía. :)
Por cierto, ¿de dónde son esas tarjetas con frases y dibujo de globo? Re lindas.
gracias Sofía!
Las tarjetitas las compré en una papelería de Nueva York. La marca es E. Frances Paper.
Saludos!
… :) … Siempre existe un detalle que marca la diferencia … … … Viajoterapia Slow Travel = “Encontrar la Identidad en lo cotidiano” … porque es importante distinguir entre el ritmo biológico del ritmo cronológico … https://es.wikipedia.org/wiki/Ulises_(novela) … ;)
Qué lindas fotos y qué lindo post!! Pregunta: guardás todas tus libretas y cuadernos o los tirás después de un tiempo?? Tengo todo un tema alrededor de guardar o tirar objetos y recuerdos.
Noooo, no los podría tirar nunca, son lo más valioso que tengo!!
Una sola vez quemé uno, pero fue para hacer catársis y dejar atrás ciertas cosas. XD
Me hizo acordar mucho a los post de la época en Biarritz. ¿Será algo así como una “inspiración marítima”? Por cierto, me gustan mucho. Lo único que conozco de Slow Travel es lo que leí de vos o lo que practico yo pero sin teoría que lo sustente. (Seis meses en cada país), y siempre pienso que solo se conoce un lugar (algo de él) viviéndolo.
Ja, sí, puede ser que haya algo de inspiración marítima de por medio. Gracias!
Hola Aniko. Siempre te leo y pocas veces comentó. Lo que gusta de leerte es que tenés la increíble capacidad de motivarme, de hacer que mire hacia mi interior, de alegrarme el día. Me voy a permitir un comentario. Yo no creo que sea slow travel. Es más. Me cuesta pensar la vida bajo premisas, casillas o conceptos (aunque viva encasillada y trate de salir). Creo en tu caso que es el movimiento de Aniko en el tiempo y en el espacio. Gracias siempre.
Algo así como “Aniko-travel” :)
Hola Aniko, vi tu charla en TEDX y tenia que venir a tu blog. Estoy en un momento en que estoy pensando en iniciar un viaje asi como los tuyos, viajando y conociendo cada lugar por como es, viviendolo. Gracias por la inspiracion, ayuda a sacarse esos “miedos” de salir a conocer el mundo.
Saludos
Aniko desde que conocí el blog todos los días lo visito porque soy una persona adulta con deseos de viajar por Europa con mi esposa pero por edad nos preocupa un poco iniciar dichas correrías y la falta del manejo del ingles también, pero sus historias son muy motivantes y nos da fuerza para hacerlo, ya que los tures no permite disfrutar como usted lo hace por su experiencia, cree que nosotros lo podríamos hacer sin afrontar muchos inconvenientes por la edad pero con muy buenas salud que gracias Dios tenemos?
Aniko yo también te vi en TEDX y desde entonces te sigo :) esta publicación es un refrescante resumen de tu viaje por mi país favorito. Me encantaron las fotos de Cookie Monster jajaja abrazo desde Ecuador, cuando quieras venir para slow travel, tal vez piensa en la ciudad de Esmeraldas…
Llevaba retrasando mi viaje a Liverpool mucho tiempo, un dia bicheando en la red encontré tu blog y decidí hacerlo por fin, tenía miedo pero leerte me ayudo mucho, mi viaje fue lindo, cuando entré a la tienda de souvenirs que narraste en tu blog me encantó la música y aquel hombre (dueño) sigue allí jaja fuí tan feliz esos días que ahora cuando me estresso en el trabajo recuerdo la tarde que descalza sentada en un banco miré el atardecer en Albert dock, gracias Aniko un beso desde Sevilla!
Aniko me identifiqué mucho con esté artículo, el año pasado después de un recorrido intenso por algunos países de Europa con mis amigos de toda la vida y con unos cuantos días de más, decidí viajar sola a Marrakech, antes de regresar a Guatemala, mi país, y debo confesar que durante algún tiempo (hasta que leí esto) me sentí culpable, por así decirlo, de no haber conocido “mas”, por ser la primera vez que viajaba sola tuve un poco de temor y no quise exponerme tanto, pero ahora me libere de esa culpa, al entender que aunque no vi las dunas, no visite otras regiones o monte camellos, mis días en Marruecos fueron maravillosos, conocí personas muy agradables y dispuestas a ayudar, hice caminatas bajo ese sofocante calor, fui a un mercado (muy parecido a los de Guate por no decir igual), conocí Palacios, comi en un puesto en la plaza, unos mariscos deliciosos (con las manos que fue lo mejor), regatee en Zoko (logre buenas ofertas), vi los bellos atardeceres desde la plaza tomando té de menta con unos dulces deliciosos, y después de leerte, me di cuenta que en la soledad y el silencio de esos días, me conecte conmigo, al bajar la velocidad que llevaba de conocer lo que “hay que conocer” de cada país, disfrute mucho más de las pequeñas cosas!! Gracias!!!
Qué lindos momentos! Al final son los que más recordamos de un viaje. Me alegra que te hayas podido sacar la culpa de encima! No sirve de nada. Besos
Aniko, qué lindo tu post. Te cuento que los dólares de mar también los tenemos en Suramérica. Al menos los he visto en el Pacífico, desde Colombia a Perú (no he bajado más XD). Copiaré tu estilo de libreta, me encantó. Una forma creativa de retratar nuestros viajes. Felicidades y gracias por compartir tu historia.
Aniko, qué lindo tu post. Te cuento que los dólares de mar también los tenemos en Suramérica. Al menos los he visto en el Pacífico, desde Colombia a Perú (no he bajado más XD). Copiaré tu estilo de libreta, me encantó. Una forma creativa de retratar nuestros viajes. Felicidades y gracias por compartir tu historia.
PD: Espero que reconozcas cuando está vivo el dólar de mar, porque son muy parecidos a cuando están muertos. Son muy frágiles. Supongo eres una observadora paciente, si sigues las marcas de la playa, a lo mejor los descubras. Ojo, no se la llevan nada bien con el agua dulce.
Hola Ale! Los vi vivos solamente en videos, por ahora! Espero darme cuenta si encuentro alguno. Saludos!
Es enriquecedor, no sólo lo que compartes sino todo lo que haces pensar. Gracias.
Holaaa Aniko! En verdad eres increible! Te admiro un monton! Eres uno de mis modelos a seguir! Y creeme que las reflexiones acerca de tus viajes me ayudan mucho a tener un panorama mas general y a reflexionar en mi propia vida. Espero que cuando me anime a viajar, podamos coincidir en algun momento! Te deseo lo mejor! (A cookie y a L tambien)
Un abrazo desde Perú!
Gracias Claudia!
Excelente post, por un momento me imagine despertando con ese alerta en mi celular y creo que entraria en panico, un pais que no conozco, un idioma que tampoco lo conozco guauu seria toda una aventura.
Gracias por compartir todo esto.
Saludos
Hola !. Muy buena la nota ;)
Desde el corazón !
Saludos desde Neuquén.
Daniel
Hola Aniko!
Te leo desde hace algunos años ya, fuiste el primer blog de viajes que conocí, y uno de los más inspiradores (junto con acrobatadelcamino).
Después de dos años de dar vueltas, renuncié a mi trabajo y espero para Abril ya estar viajando por latinoamerica.
Debo confesar que aún no leí tu último libro, pero veo que es recurrente la idea de tener “un hogar” y “viajar” como ideas contrapuestas, y pienso un poco que es un falso dilema tal vez. A mi me pasa que me gusta leer, escribir, tener un espacio propio, vivo con dos gatas también y tampoco podría dejarlas.. y la solución que encontré fue la de viajar en motorhome (un micro que vamos a restaurar y adaptar para que sea nuestra casa). De esta manera no renunciarías a ninguna de las dos cosas (es una inversión importante pero no imposible).
Hay dos parejas viajeras que se armaron sos propias motorhome y son hermosas , tienen mucho de “hogar” : http://therollinghome.uk/ y http://en.expedition-happiness.com/ (está última se hizo medio viral últimamente)
Hola Flor,
Sí! Siempre me pareció que viajar con una casa rodante combina las dos cosas, espero en algún momento poder hacerlo, porque me parece que es la única manera de llevar el hogar siempre encima.
Nos alegramos lo bacán que la pasan y cómo están trasmitiendo sus experiencias, gracias por compartitlo, buenas vibras…!
Aniko! Espero que estés bien.
Tengo una pregunta, hay arañas así por todo Japón? O solo en zonas rurales?
Sufro una tremenda aracnofobia y quiero estar preparada si voy allá (o a cualquier lado jajaja)
Besotes y gracias! :D
jaja yo tmb les tengo un poco de fobia. En Tokio no vimos, están en zonas más rurales, pero no solamente en el campo, en ciudades chiquitas también.
Hola Aniko!.
Soy un viajero tardío que despertó cuando presentaste tu libro en La Plata. Ese día fue la gota que rebalso el vaso para que dejara todo y viaje. En su momento no pude comprar ninguno de tus libros sin embargo cuando arribe a España me reencontré con una vieja amiga que me recibió en su casa. Y a que no sabes qué? tenía tu libro en el escritorio!. De alguna forma me estabas esperando para iniciar mi viaje. De por cierto… ya lei tu primer libro y mi próximo destino es Marruecos.
Gracias por compartir tu filosofía de vida.
Un abrazo grande.
Buenísimo! Los libros saben cuándo y cómo aparecer en la vida de alguien. ;)
Buen viaje!
Te he descubierto recientemente y me encanta leerte Aniko. Gracias por estar ahí.
Ciertamente Aniko tu blog atrapa al lector y cautivas con tus palabras, me encanta leerte . Haces sentir como si hubiese estado en cada lugar que mencionas cuando hablas de ello.
Saludos Cordiales desde Venezuela.
Sigue haciendo lo que haces
ENCONTRE POR CASUALIDAD TU BLOG Y ESTOY VICIADO LEYENDO TODO LO QUE ESCRIBES JAJJAJA , ME GUSTA EL SENTIDO DEL HUMOR Y EL LADO B QUE SE TOMAN DE LAS PEQUEÑOS DETALLES QUE POCO PODEMOS NOTAR DE ALGO O ALGUIEN , SIGUE ASI UN ABRAZO
FRANCISCO PAREDES (CHILE)