Asia de la “A” a la “Z”: B de Buda
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Este es mi nuevo mini-proyecto: Asia de la A a la Z. “Mini”, porque nació de golpe y sin ansias de grandeza, solamente para compartir en este blog, y “proyecto” […]
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Cuando uno viaja, da lo mismo que sea “lunes”, “miércoles” o “domingo”. Cuando uno viaja los días dejan de ser una etiqueta y un número y pasan a ser “el […]
6. Multirreligión Indonesia, a diferencia de lo que se cree, no es un país musulmán, sino que es un país de mayoría musulmana. El gobierno reconoce seis religiones oficiales: más […]
De este año en Asia pasé casi la mitad en Yogyakarta (en Java Central, Indonesia; no confundir con Jakarta, la capital del país), así que me parece justo contarles un poquito más acerca de esta ciudad que se convirtió en mi hogar asiático.
No sé si les pasa, pero cuando algo se transforma en parte de nuestra rutina “normal”, nos cuesta más mirarlo desde afuera y con ojos de “novedad”. Así que voy a hacer de cuenta que vengo de un lugar muy muy lejano (lo cual es cierto) donde todo es totalmente distinto (lo cual, en parte, también es cierto) y les voy a contar acerca de esta ciudad también conocida como “Yogya”.
Algunas aclaraciones antes de empezar esta aventura culinaria por China:
1. No probé perro, ni rata, ni cerebro de mono, ni patita de gallo, ni estómago de gato ni nada de todo eso que inmediatamente asociaron con China.
2. Cada provincia y región de China tiene una gastronomía (totalmente) distinta, así que las comidas que voy a mencionar acá deben ser una milésima parte de lo que entra dentro del término “comida china”. Además, en cada lugar probé algunas cosas, no todo, y muchas veces repetí el mismo plato, lo que achica aún más el ámbito de investigación de este post.
Como anticipé en mi página de Facebook, hace dos días casi doy por terminado el blog.
El mismo día que llegué a Indonesia me tomé el tren nocturno de Jakarta a Yogyakarta, me quedé dormida y cuando me desperté me habían robado la computadora, la cámara y casi todo el efectivo que tenía. Diez horas después, recuperé todo. Pero fueron las diez horas más estresantes y bizarras de todo mi viaje.
Cada una de estas fotos en “versión LOMO” (trucha, porque no tengo una cámara Lomo —ojalá que sea “por ahora”—, pero tal vez esté desarrollando mi mirada Lomo) tiene una historia detrás. Pero no son grandes historias, sino pedacitos de la vida cotidiana de Macau, momentos fugaces de mis días en esa región del mundo.
Así como Hong Kong apareció ante mis ojos en blanco y negro, Macau, la otra “Región Administrativa Especial” de China, apareció llena de color, como vista a través de una cámara LOMO. Estas camaras son famosas por generar imágenes con viñetas, saturadas y… espectaculares. Ojalá tuviera una. Mientras tanto habrá que conformarse con Photoshop y seguir mirando el mundo con ojos de LOMO. Así todo se ve más lindo.
Volví a Hong Kong, nueve meses después. Después de sufrir el verano húmedo y caluroso en junio del año pasado, volví por tres días para vivir el fin del invierno. […]
Llueve en China. Y a mí me cuesta escribir. Imaginen esa escena trillada de película donde la lluvia cae y la protagonista mira por la ventana hacia afuera, con expresión […]
Mientras iba en el tren de Kunming (capital de la provincia de Yunnan) a Kaili (en la provincia vecina de Guizhou) pensaba: En pocas horas voy a estar en un pueblito en medio de las montañas, en uno de esos lugares ocultos que pocos conocen, donde voy a caminar sin turistas a la vista por medio de las terrazas de arroz, donde la gente local me va a mirar sorprendida (¿qué hace una extranjera por acá? ¿cómo nos encontró?) y las mujeres me van a invitar a tomar el té.
Qué ingenua.
1. Sobre la Gran Muralla de Fuego No hace falta que explique qué es la Gran Muralla China, ¿no? (En inglés conocida como The Great Wall). Es mundialmente archifamosa. ¿Pero […]
Me parece que todo empezó en abril del año pasado, cuando caminaba perdida por el laberinto que es la isla Ko Phi Phi, en Tailandia, y me la crucé de casualidad: Journey, […]
No me di cuenta de lo grande e inabarcable que es China hasta que empecé a viajar en colectivo de un pueblo/ciudad a otro/a. Cada viaje que hice hasta ahora […]
Este es el post número 100 de Viajando por ahí. Tenía pensado hacer “algo especial” para celebrar (?), como escribir un capítulo remixado, un “post aniversario”, un backstage, algo distinto. Pero estos días me sentí tan perdida en China que no tenía mucho ánimo para hacer nada. Hasta que esta tarde, de la nada, pasó lo que pasó: una de las mejores experiencias de mi viaje, caída del cielo para compartir con ustedes en este post número cien.
Lo primero que me llamó la atención de Chengdu —primera ciudad de China que conozco, así que todavía no puedo hablar del país en general— es el tamaño de las cosas: todo es ENORME.
Las cuadras son larguísimas (sospecho que tienen entre 200 y 400 metros de largo), las calles son extremadamente anchas (como cruzar por Av. Libertador o Figueroa Alcorta todo el tiempo), las veredas en sí ya son unas cinco veces más anchas que en Buenos Aires (muy cómodas para caminar, eso sí). Los edificios no sólo son altos, sino que son grandotes, cuadrados, enormes, monumentales.
Saqué el pasaje sin pensarlo. Estaba en Penang (Malasia) con mi amiga china Tippi al lado, mirando los precios en AirAsia. Había decidido ir a China unos días antes y ella fue la que me dijo Andá a Chengdu así nos encontramos una semana después en Lijiang, que está cerca. Perfecto. Saqué el pasaje para Chengdu nomás, sin tener ni idea del lugar en el que iba a aterrizar.
Los días previos no planee demasiado. Voy a ser sincera: no planee nada. Leí un poco acerca de Chengdu y nada más. Estaba tan concentrada escribiendo artículos y disfrutando los días con Delfi, mi amiga argentina con la que pasé una semana en Malasia, que no tuve tiempo de nada. Me dejaré sorprender, pensé confiada y canchera.